Papa Fina

Nuevo mes, nueva lista de lecturas y, por ende, de recomendaciones, de la mano de Gonzalo Ruiz.

Papa Fina

17/05/2022

| Por Gonzalo Ruiz

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4726feb214ff4aa093413d916ae6ca67Nuevo mes, nueva lista de lecturas y, por ende, de recomendaciones. Un mes con la vara del cebamiento infinito algo baja, pero esto es así, es virtualmente imposible que uno lea solamente obras maestras. Llega un momento en el que algún comic flojo de papeles, o directamente malo, impacta en nuestras retinas y nos caga la fiesta. Si uno quiere especializarse en el maravilloso campo de la historieta, hay que leer la mayor variedad posible, un poco para entender cómo funciona este arte en diversas partes del mundo y con diversas reglas estilísticas y otro poco para saber definir qué es lo que nos mueve. En medio del “obramaestrismo” y la boñiga, está este espacio, un limbo donde las historietas son, simplemente, historietas que gustan o no. Aunque alguna obra maestra se pueda colar por acá.

En fin, basta de pavadas y vayamos a los bifes.

No podía ser de otra manera: el primer libro del día es el tercer trade paperback de Immortal Hulk (Marvel Comics, acá lo edita Panini). Me van quedando solo dos más (el quinto es el último, justo en el ecuador de la serie) y no hay noticias del sexto, así que mientras ruego que no me dejen de garpe, cuento qué onda la historia hasta acá. Se venía adelantando y manijeando el asunto de “la puerta verde”, hasta que al final Hulk la cruza y… acá estamos, en el infierno (tal como también apunta el título del TPB), un momento ideal para que Joe Bennet se luzca con su dibujo grotesco que tan bien le queda a las partes más monstruosas y tan mal a todo lo demás. La historia continúa donde la habíamos dejado el mes pasado, con Hulk enfrentado una vez más con su papá. Al Ewing aprovecha también para jugar con las personalidades del coloso verde que definen a Banner, con total hincapié en el Devil Hulk, la “personalidad” que domina/protagoniza este título. Me da la impresión que esto se disfrutaría mucho más con el bagaje histórico del personaje a cuestas de uno, pero tampoco te deja afuera si no tenés ni idea (como yo) de los mambos de personalidad que le metieron a Banner. Ewing deja la información justa y necesaria para seguir adelante con la lectura, tomando a Immortal Hulk como un gran comic de terror protagonizado por este superhéroe. Por supuesto, después de la machaca infernal hay momentos para seguir con la gira de reencuentros tras hacerse público el regreso de Hulk, que incluye otras dos resurrecciones que, si estás al día con el personaje, sabrás quiénes son, y si no, mejor dejo el suspenso para el lector.

tapa-umbrella1-baja-copia1-7a0e28a0f8f1b017b015119460719731-640-0Es meritorio cuando se tiene un personaje con 60 años a cuestas, con una cantidad gigantesca de historia y un cánon más que definido, y que aún así se pueden hacer cosas que le pueden escapar a estos mandatos. Habla no solo de la destreza del guionista sino también de lo maleable que puede ser un personaje, algo que solo se sostiene cuando se dejan atrás los “what if” o los “elseworlds” para hacer una serie regular que arma un nuevo cánon, que capaz quede olvidado al momento de terminarse este título (no tengo planeado leer lo que está haciendo Donny Cates). Creo que ya lo dije, pero dentro del mainstream superheroico de los últimos años, no se me ocurre otro título que derroche tanta originalidad y que no le tema afectar de manera canónica (por un tiempo al menos, insisto) a un personaje que, a estas alturas, es todo un clásico. Los riesgos de Immortal Hulk son bienvenidos, y como fan del terror, no puedo estar más contento.

Por otro lado, me subí un poco tarde al tren de Umbrella Academy (Dark Horse, 2008, acá lo edita Utopía), estación de cabecera, la primera miniserie. No voy a decir que ya estoy para bajarme pero no creo llegar hasta la otra cabecera. No porque tenga un problema específico con Gabriel Bá (que me parece un dibujante bastante versátil y con lindas ideas visuales) o con Gerard Way (disfruté muchísimo su “banda tributo” a la Doom Patrol de Grant Morrison), pero no encontré en esta historia algo que me convenza de lo grossa que es. Las influencias son obvias y en lo personal varias son de mis favoritas, pero quizás sea ese mi problema: la combinación de clichés de familia con superpoderes y superdisfuncional, que no terminan de controlar o entender sus habilidades, la descarriada que abandona el “bien” para hacer el “mal”, lo ambiguo de las intenciones de “los buenos”, el inevitable fin del mundo que es evitado a último momento porque todos se ponen de acuerdo… cosas que vimos en mil historias, sobre todo si uno es fan de X-Men o Doom Patrol y que suelen funcionar, y capaz al verlo visto tantas veces, me cuesta encontrarle la genialidad o la emoción cuando me llega una historia “nueva”. La premisa del inicio me resulta original, y las interacciones entre estos hermanitos más unidos por el espanto que por la sangre tienen momentos conmovedores, pero bueno, llegué al final sin pasarla mal, pero si con la atención ya fijada en otra cosa. Espero que la próxima miniserie me dé algo nuevo y, puntualmente, que me guste y lo pueda sostener durante su lectura.

Loverboys-184a9Sigo en la editorial que se llama como un disco de George Harrison para leer una novela gráfica del prolífico Gilbert Hernandez o Beto, para los amigos. De las tres historietas que publicó en 2014, elegí Loverboys, unas casi 90 páginas a puro culebrón, como bien le gusta al ídolo. Si bien no forma parte de la serie de adaptaciones de películas de bajo presupuesto en las que actúa Fritz (uno de sus personajes de Palomar), el tono de este comic no está muy lejos del que imprimió en su mega-saga realizada en el mítico magazine Love and Rockets (próximo a cumplir 40 años). Hay un pueblo latino (Lágrimas, así se llama en su idioma original) con habitantes extrañisimos, hay triángulos amorosos que motivan infidelidades, y una fuerte atracción hacia una maestra de escuela de 60 años cuya edad no le impide ser una bomba sexual que enrarece a varios de los pueblerinos. Una premisa simple que Beto se encarga de adornar con las freakeadas que uno puede esperar si ya leyó Palomar: hay unas delicadas pinceladas de realismo mágico que, si nunca leíste nada de Beto, te pueden desconcertar y no saber si tenés entre manos algo más costumbrista o un delirio sin sentido. El dibujo, también como se puede esperar, es rústico, por momentos con muchos detalles, minimalista por otros, con menos fondos que una cancha de paddle. Ni en pedo es un  libro para recomendar si nunca leíste nada de Beto, (ahí es empezar con Palomar o miniseries como Fátima o Girl Crazy -ambas dos también publicadas por Dark Horse-, grandes muestras gratis de los obsesionarios del artista), pero tampoco es de lo peor del maestro. Libro cumplidor.

TapaParadox3-330x472Y para no ser tan cipayos, la única historieta nacional que tocó leer durante Abril fue Dr Paradox: La Señora Paradox y el lápiz mágico de Viridián (2021, Comiks Debris) del inefable Quique Alcatena. Como los dos libros anteriores, esta tercera entrega del superhéroe recopila dos aventuras autoconclusivas que ya habían aparecido de manera digital a través de Tótem Comics. La primera está protagonizada (como bien indica el título y siguiendo la tradición silveragesca de expandir la familia) por la mujer del personaje principal, y es una gran bajada de línea en defensa absoluta por la, claro que si, Silver Age. Sin la necesidad de un tono épico onda Kingdom Come, a Quique solo le bastan unas 30 páginas para defender a la golpeada era comiquera y recalcar que la ultraviolencia y el realismo más sucio no es una respuesta o solución ante historias pueriles. Acá las referencias a Image están reemplazadas por mitología lovecreafteana y de Ambrose Bierce, mientras se divierte creando personajes análogos a ciertos clásicos de DC pero en color verde. Si uno ya delira habitualmente con la imaginación de Alcatena, acá hay varias splash pages donde Quique deja la vida en los detalles.

La segunda historia está protagonizada por Los Bibliotecarios de Babel, una excusa que encuentra el dibujante para divertirse a lo grande con muchísimas referencias no solo literarias, sino también lingüísticas. Que Alcatena tiene una inventiva en funcionamiento hace más de 40 años y que encima no se agota, no es ninguna novedad; así y todo es un lujo ver cómo se divierte en plan solista con sus propias reglas. Un momento en el tiempo donde Quique deja atrás la maravillosa grandilocuencia de Eduardo Mazzitelli para abrazar esa verdadera influencia que es la historieta superheroica de los años ´50 y ´60, con Carmine Infantino a la cabeza.

Suficiente (o no) por hoy, será hasta el mes próximo.

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