Desde Adentro

La historieta se basa en la colaboración, en la química entre guionista y dibujante, y eso es algo que no se puede crear. O está, o no está.

J.M. DeMatteis

19/04/2024

| Por Staff de Comiqueando

1 comentarios

A mediados de los ´80, cuando se me estaba por vencer el contrato con Marvel, empecé a pensar en volver a DC, que fue donde empecé. Ahí estaba mi amigo y mentor, Len Wein, que me ofreció Justice League y Swamp Thing, antes de ofrecérsela a Alan Moore. Karen Berger trabajaba con Len y se mostró muy interesada en coordinar el proyecto de Moonshadow. Incluso llegó a mencionar a un dibujante británico, un tal Dave Gibbons, como un potencial colaborador. Finalmente decidí quedarme en Marvel, con la condición de poder hacer la novela gráfica de Greenberg the Vampire y Moonshadow. Estamos hablando del período en el que empezaban a asomar la cabeza los proyectos creator-owned, y yo realmente quería hacer cosas que me sacaran de la zona de confort de los superhéroes. Jim Shooter me aprobó los dos proyectos, y me puso en manos de Archie Goodwin, quien por entonces supervisaba la línea Epic de Marvel.

Archie era una delicia. Perfil bajo, muy inteligente, inmensamente querible. Y lo mejor de todo es que le daba a los autores el espacio que necesitaban para perseguir su propia visión creativa. También me dieron una mano enorme las dos coordinadoras que tuve en Epic, Laurie Sutton y Margaret Clark, que nos dejaron contar las historias de la manera en que quisimos, pero siempre estuvieron ahí para ofrecer su ayudar en cada paso del camino.

La primera vez que se me ocurrió la idea de Moonshadow, mucho antes de empezar a escribir la serie en Epic, se llamaba Stardust. Al final ese nombre lo usé muchos años después para mi serie infanto-juvenil The Stardust Kid. El nombre «Moonshadow» viene de una canción de Cat Stevens, de quien en una época yo era muy fanático. Muchas de sus canciones se trataban de una búsqueda interior, de un encuentro con la verdad, con el signifcado verdadero, cosas que tienen mucho que ver con la historia que yo quería contar. Así fue como, buscando un nombre que evocara la sensación de esa historia, un nombre que una madre hippie le pusiera poner a su hijo, estaba repasando un poco mis doiscos, mirando los títulos de las canciones, y cuando me detuve en «Moonshadow», supe que lo había encontrado.

Siempre me remarcan que Moonshadow es una obra en la que se habla mucho, muy cargada de texto. ¡Pero no tiene una idea de la cantidad de texto que le recorté a esa historieta! Terminaba de escribir una página y la podaba, para sacarle todo el texto posible. Per me doy cuenta de que el comic no es una cosa o la otra. Son cualquier cosa que queramos que sea. Y con Moonshadow, y con otros proyectos en los que trabajé a lo largo de los años, lo que quería hacer era explorar la línea que separa la prosa de la historieta.

Normalmente escribimos acerca de las cosas que nos obsesionan. Los temas en la obra de un escritor son los temas en la vida del escritor. El Gran Tema, lo que a mí me obsesionó siempre, es la búsqueda del significado, de la identidad, personal y cósmica. ¿Quiénes somos? ¿Por qué estamos acá? ¿Cuál es el significado de todo esto? La fuerza motriz principal en muchas de mis historias es explorar esas ideas, desde una perspectiva tanto psicológica como espiritual, ya sea en proyectos más personales como Moonshadow, o en los más populares, como Spider-Man.

Parte de esa búsqueda consiste en cuestionar lo que sabemos, o lo que creemos que es verdad, acerca de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Y todas esas creencias, esas historias que nos contamos a nosotros mismos, a veces tienen que volar por el aire para que podamos descubrir una verdad más profunda.

La historieta se bada en la colaboración, en la química entre guionista y dibujante, y eso es algo que no se puede crear. O está, o no está. Yo pasé por proyectos en los que había escrito un guion buenísimo, el dibujante había hecho un trabajo igualmente buenísimo, y sin embargo no se daba ese «click» creativo, la química no aparecía, y la historia de alguna manera se caía a pedazos. Pero cuando se produce ese «click», es verdaderamente mágico y esa magia impregna todos los aspectos del proyecto.

Más allá de qué edad tengamos, hay una verdad básica, una sabiduría fundamental, a la que todos tenemos acceso. Y cuando la literatura aborda esas verdades, todos nos podemos sentir interpelados, porque no es algo que aprendemos. Es algo que somos. Y la ficción en su mejor versión, nos puede recordar quienes somos realmente, en contraposición a lo que que creemos que somos.

Compartir:

Etiquetas:

Dejanos tus comentarios:

Un comentario