Desde Adentro

En Comiqueando salió publicada mi primer portada. En esos años yo ganaba mangos y experiencia trabajando como ayudante de dibujante.

Juan Bobillo

12/09/2010

| Por Javier Hildebrandt

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En Comiqueando salió publicada mi primer portada.

En esos años yo ganaba mangos y experiencia trabajando como ayudante de dibujante. Había asistido mucho tiempo a Leopoldo Durañona (más bien a su
mujer, ya que Leopoldo usualmente me ponía a recortar recetas de cocina para ella), pero, más que nada, mi contacto con el mundo editorial era
gracias a Ariel Olivetti (gracias, Ariel, por esto y por tantísimo más). Colaboraba en alguno de sus trabajos, por lo que ya sabía lo que era
publicar (y a lo grande) pero aún no había logrado meter una portada, ni nada, a mi nombre exclusivamente. Seguramente lo era, pero todavía no
me sentía dibujante.

En pocas palabras, era virgo.

Comiqueando me dio la chance. Andrés me había encargado una ilustración que sirviera para presentar una entrevista a Simon Bisley. Entonces la
idea era ilustrarla en su estilo (yo estaba muy ligado a ese tipo de dibujos, llenos de anatomías tensionadas, colores vibrantes a más no poder,
sangre y movimiento, mucho movimiento) y, claro, con algún reconocido superhéroe como protagonista de la escena. La temática sería la de siempre:
el superhéroe repartiendo trompadas, giles recibiendo y una bella mujer en algún rincon, exhibiendo el lomo. ¿Quién protagonizaría esta portada?
Wolverine fué el elegido (con ese no podía perder: su diseño es tremendo, tiene pinchos hasta en el pelo, cara de malo… un campeón). Debía
aparecer junto a una diosa X, Rogue (yegua de rulos y mechón blanco, según descripción del editor). Sumada a las ansias del debut, mi mayor
preocupación era el poco conocimiento que tenía de estos personajes. Lo que no es un detalle menor en el arte de ilustrar personajes ajenos: si
te descuidás podes llegar a dibujar a Daredevil usando una lupa o cosas asi. ¿Y si hago a este Lobezno, pero en el pasado? De esta manera podría
situarlos en un terreno diferente, lejos de escenarios que requieran el estricto conocimiento del mundo Marvel, más cerca de mi imaginación. No
hay problema, decía el editor, Wolverine en el pasado, OK. Así también podría colar algo de la épica estilo Frazzetta (del cual era adicto
entonces y quien es un referente absoluto del estilo Bisley; nada más apropiado), con armas medievales, escudos, paisajes naturales…y movimiento.
Mucho movimiento. Para reforzar esto último había resuelto diseñar una simple composición donde la forma central sería un arco de sangre, descripto
por el veloz recorrido de las filosas garras de adamantium (o lo que sea) retratadas un instante después de que Wolverine se las enterrara en las
tripas a alguno. El boceto se veía espectacular, Andrés estaba entusiasmado, y yo… volaba.

Había llegado el momento de cocinar mi primera portada. Los ingredientes frescos, el fuego a punto, la mano lista. La receta era simple (a diferencia
de aquellas que recortaba para la Sra. Durañona, esta no terminaría en el cajón de una cocina. Terminaría exhibida en kioscos, comiquerías.. mi madre
se la convidaría a las vecinas) y lo más importante de todo para mí entonces: este plato llevaría mi nombre en el menú. Mi nombre y mi firma, al fin.

Y me salió todo para el orto.

Me pasé con lo de la tensión, le metí tanto que se me apagó el fuego. Wolverine parece un matambre de colores que no vibran. Las garras me quedaron
como de cartulina y el pelo… bueno, no hay palabras para describir el peinado que le hice. Rogue también se me pasó de rosca, tan tensa parece un
maniquí de los baratos. La épica frazettiana resultó en una montaña de nieve que le metí en el fondo, directamente robada de una ilustración de Frank.
Una vergüenza. Del movimiento ni hablar, el recorrido de sangre se parece al pasamanos de una plaza, duro y estático.

A pesar de todo, el editor estaba satisfecho y la portada publicada zafaba… pero estaba tan lejos de lo que yo había imaginado… Lejísimo.

Pero mi firma, amigos… mi firma estaba ahí. Recién estrenada, clara, nítida (casi diseñada para la ocasión). MI firma. Hasta allí llegó mi virginidad.

Como las mujeres hacen hombres a los muchachos, Comiqueando hizo de mi un dibujante.

Por siempre agradecido.

Comiqueando 21 Juan Bobillo

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