Yo caí a la historieta por casualidad. Si no hubiese hecho la colimba, o si en la oficina de al lado de la mía no hubiese habido un tipo que hacía un fanzine y que trabajaba para los Cahiers de la Bande Dessinée, quizás yo habría sido abogado, maquinista de tren o ladrón. Por suerte, o por casualidad, a través de ese compañero conocí a buenas personas, y como la unión hace la fuerza, nos unimos para demostrar que se podía hacer historietas de una manera diferente.
Yo imagino que detrás de todo álbum hay un autor. Pero lamentablemente, cuando el autor se somete a los dictámenes del editor, deja de ser un verdadero autor. “Autor” viene del latín, de “autoridad”, de ser el que decide. Si el que decide es el editor, ¿dónde está el autor? Todas las revoluciones, todas las evoluciones fueron creadas por los autores. Charlier y Goscinny en Pilote, Mandryka, Gotlib y Bretecher en L’Echo des Savanes, Will Eisner cuando peleó para imponer el concepto de la novela gráfica, Moebius y Druillet en Métal Hurlant, Gotlib en Fluide Glacial, y más tarde nuestro grupo, L’Association, cuando nos propusimos demostrar los valores de una historieta de autor sin concesiones.
Los editores creen que todo se soluciona eliminando riesgos, aunque eso signifique eliminar la imaginación. Para ellos, el público es un gordo viejo al que hay que embucharle siempre la misma sopa. A los autores nos toca decir que esto no es así, mostrar lo que queremos hacer, hacer historietas que se parezcan a las que queremos leer, en las que se vea todo el potencial de este medio de expresión. Dentro de esta postura, yo pertenezco a una generación de autores (la de Menu, Sfar, Blain, Killoffer, Ayroles y demás) que abraza el dibujo no realista, los formatos y los temas no estereotipados y demás rasgos típicos nuestros. Para nosotros, la historieta es una forma de escritura. Estamos en contra de la repetición la clonación, la disolución de la esencia, y hasta de la ilustración. Nos gusta que el dibujo sea eficaz y útil. Si el dibujo es adecuado para la historia, está bien.
Bien visto, el dibujo tiene un poder enorme. Es nuestra primera forma de comunicación, y por ende, es un lenguaje universal. Sin embargo en las escuelas no se le da prioridad, no se le otorga la importancia que se le da a la matemática o a los idiomas “formales”. Es muy triste que se desaproveche ese potencial.
Otra cosa que me gusta mucho es cambiar de géneros, de no quedarme estereotipado en un mismo tipo de historias. A los editores no les causa mucha gracia, pero a mí sí. Quiero hacer historieta experimental, autobiográfica, de aventuras, satírica, de fantasía heroica, con animalitos, cambiando siempre de registro. Lo único que me importa es que el resultado me divierta y me sorprenda.
Para mí, lo más importante es construir bien a los personajes. Por eso me gusta el cine de Woody Allen, donde cada personaje reacciona ante cada situación según su personalidad, algo que permite volver sobre las situaciones en una segunda lectura, cosa que no sucede cuando la historia es más lineal. Eso se veía bien en Lapinot, me parece. Las aventuras cambiaban de ambientación, de época, podían ser un thriller de terror, un western, o una comedia costumbrista ambientada en unas vacaciones de invierno en las que los personajes iban a esquiar. Los personajes cumplían distintos roles, cambiaban de profesión de historia a historia (como los Hermanos Marx, o Daffy Duck, que podía ser vendedor de seguros, Robin Hood o Duck Dodgers, según los episodios) y aún así había una consistencia en sus personalidades. Eran siempre el mismo conejo, el mismo gato y el mismo perro y uno sabía cómo iban a reaccionar, porque mantenían una línea de conducta.
Y bueno, algún día me gustaría que me llamaran de DC para dibujar a Batman. Nah, mentira. Además los edificios de EEUU tienen demasiadas ventanas, es un embole dibujarlos. Obviamente me identifico más con otro tipo de historieta. De los autores norteamericanos que están vivos me gustan mucho Charles Burns, Joe Sacco, Jim Woodring, Kyle Baker, Chester Brown, Richard Corben, Robert Crumb, Julie Doucet, Ben Katchor, Joe Matt, Mazzucchelli, Mignola, Seth, Bill Watterson, Jeff Smith, Spiegelman, Matt Groening, Stan Sakai, Gilbert Shelton… un montón. Y argentinos, mis favoritos son José Muñoz y Carlos Nine, pero sé que hay muchos muy buenos.
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