Yo me considero mejor re-escritor que escritor. A veces termino tirando a la mierda 60 páginas de guión… o reformulándolas de modo tan radical que es como si las hubiera descartado. Hay que permitirse ser horrible. Mirar lo que uno escribe, ver si hay algo rescatable. Cada comic nuevo que sale me obliga a subir el listón. Muchas veces digo “esto que escribí estaba bien hace dos meses, pero ahora existe esto, entonces me tengo que esforzar más, encontrar cosas nuevas”.
Cuando le ponés muchos meses a un proyecto pasa eso: recibís influencias durante el proceso de escritura. A mí cada vez que sale un número nuevo de Love and Rockets me dan ganas de raparme y cambiar de nombre y de identidad. Incluso, trabajando en Marvel, me siento influenciado por cosas que escribían Steve Gerber, o Don McGregor, aunque escribieran de un modo que hoy no funcionaría, que resultaría muy extraño, como una remake toma por toma de Citizen Kane con cámaras modernas y actores actuales. Al final, uno termina por asimilar todo, lo antiguo y lo nuevo. Incluso cosas muy obvias, muy predecibles. Y honestamente, tener hijos también te cambia. La vida misma te influencia y te cambia.
Por eso es casi imposible que en las historietas más personales (Casanova, en mi caso) no se cuele algo de autobiografía. Casanova terminó por convertirse en una extensión de mi sistema inmunológico, por lo menos de mi sistema inmunológico psíquico. No puedo releerla sin recordar de dónde viene cada cosa, está llena de referencias a mi autobiografía (incluso a cosas que ni en pedo admitiré haber hecho o dicho) pero tan bien disfrazadas, que nadie se da cuenta.
Cuando era chico, nos mudamos muchas veces, siempre me tocaba ser “el chico nuevo” de la escuela. Me acuerdo que me compré una remera de Watchmen y cada vez que empezaba las clases en una escuela nueva, me ponía esa remera, como para tirarle una bengala a cualquier otro pibe que fuera fan de los comics. Le clavaba un buen pin de Batman, o de Spider-Man a mi mochila, también, para que fuera más obvio. Era una forma de emitir señales, de buscar a otros miembros de mi tribu. Ahora es mucho más fácil. Pero muchas de mis historietas se tratan de intentar hacerse amigos, porque yo no sé hablar con la gente, me cuesta mucho esa interacción. Ahora lo hago en las páginas de texto de Casanova, ahí dialogo con la gente de la tribu que me manda sus cartas.
Lo más loco que tiene escribir comics es que tienen una estructura inherente, que las nuevas generaciones de guionistas van heredando, en la que el tercer acto es una ilusión, en realidad es un segundo acto que no se termina nunca. Todo el tiempo pendulamos entre primeros y segundos actos. Por eso me tiro de cabeza cuando aparecen proyectos que me permiten trabajar con la estructura de una novela, liberarme del Principio/ Desarrollo/ Falso Final. Ese chamuyo tan típico de los comics de “Uh, guarda que ahora cambia todo para siempre”. Esa es la ilusión, la trampa. ¿Van a cambiar las cosas? Y, más vale que cambien, porque en 30 días sale el nuevo número y si no cambia nada, sería como republicar la misma historia una y otra vez.
Yo dije todo lo que quería decir acerca de la ilusión de cambio en los comics con Fear Itself. Es mi teoría de Houdini: nadie iba a ver a Houdini porque querían ver cómo moría Houdini. Iban a ver a Houdini porque querían ver a Houdini al borde de la muerte. Pero lo querían ver zafar, querían ver el escape. Los comics no son ficción escapista, son ficción del escape. Queremos ver cómo nuestros “yo ideales” zafan de los kilombos en los que nos encontramos nosotros, ya sea de forma literal o metafórica. La cosa no pasa por la muerte. La muerte nunca es real en los comics. La cosa pasa por el regreso, por el escape. Por eso los leemos. Y que eso se haya convertido en un truco de marketing es una gran joda. Houdini siempre tiene la llave escondida abajo de la lengua. Ese es el chiste.
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