Desde Adentro

Katsuhiro Otomo me enseñó que si hay algo que tu sensibilidad artística te dice que hagas, lo tenés que hacer.

Naoki Urasawa

05/11/2015

| Por Staff de Comiqueando

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20thcenturyboysDurante mi infancia, mi familia trabajaba muchísimo, vivían todos muy acelerados, por eso mis padres no tenían mucho tiempo para dedicarme. Me daban unos tomos de mangas de Tezuka y listo, me dejaban solo. Lo único que tenía para hacer era dibujar manga. No me dejaban salir de mi casa, no me dejaban jugar con los otros chicos del barrio, así que le puse nombre a mi reflejo en el espejo, lo llamé Mr. Smith. Mr. Smith se convirtió en mi compañero de juegos. Después me enteré de que era un espía extranjero.

Cuando cumplí seis me mandaron sin prolegómenos a la escuela primaria… ¡y había muchos chicos! Hasta entonces yo siempre había estado rodeado de adultos, por eso tantos chicos juntos me daban un poco de miedo. Me daba miedo destacarme, también. Una vez una maestra nos pidió que hiciéramos un dibujo y yo ya hacía manga, pero tenía miedo de mostrar esos dibujos en la escuela. Me terminé copiando del dibujo de un compañero, un desastre, con una cara redonda, ojos redondos y listo. Después le terminé mostrando mis mangas al matón del curso, al que lideraba el bullying que me hacían mis compañeros. Y le encantaron, de hecho nos hicimos bastante amigos y el bullying se terminó, me aceptaron en el grupito. Así que usé al manga para correr menos riesgos. Para mí, el manga fue una forma de comunicarme con los demás. Cuando era chico, me preguntaban qué quería ser de grande y yo decía “mangaka”. Pero porque mis compañeros me convencieron de que era bueno, yo no me la creía. Yo siempre dudo de mí mismo, busco aprobación en los demás.

tumblr_mcvhxsqXwO1r1av5yo1_500Nunca fui un chico muy feliz, pero tampoco me pasaron cosas tremendas. Fue una infancia normal, creo. O sea que no sé bien de dónde viene mi pasión por los asesinatos y esa onda oscura que se ve bastante en mis mangas. Puede ser que se haya originado en la escuela, una vez que la maestra nos pidió que escribiéramos una composición acerca de nuestra familia. Una compañera escribió algo que era todo “feliz, feliz, feliz” y la maestra la felicitó. A mí me sonó todo a mentira, así que inventé una versión un poco más “realista” de la verdad, obviamente con fines humorísticos, y la maestra se enojó muchísimo conmigo. Pero eso lo mantengo hasta hoy, me gusta arrancarle una sonrisa al lector en medio de una situación seria, o siniestra. Me gusta mechar alguna pincelada de humor.

Pero bueno, ese chico tuvo la oportunidad de convertirse en un verdadero autor de manga y hoy tiene la suerte de tener muchos lectores. Felizmente mi personalidad no cambió a raíz de eso. Me sigo preguntando si lo que escribo tiene sentido, y sigo sin poder creer dónde estoy parado. Creo que el mundo no se va alterar demasiado según si yo escriba mangas o no, por eso cuando tengo tiempo para relajarme me olvido completamente del manga. Es un milagro que, habiendo una cantidad tan aplastante de gente que quiere hacer manga, me sigan llamando a mí para que lo haga. Lo único que se me ocurre hacer es seguir trabajando duro, para asegurarme de que las propuestas sigan llegando. De todos modos, la marmota que tengo dentro mío en algún momento va a querer levantar su perezosa cabeza, por eso trato de mantener siempre un cronograma de trabajo muy estricto.

Fireball, de Katsuhiro Otomo (1979).

Fireball, de Katsuhiro Otomo (1979).

En cuanto a mi estilo de dibujo, creo que todo cambió cuando me compré un número de Manga Action en el que aparecía Fireball, de Katsuhiro Otomo. Sospecho que ya había visto dibujos anteriores de Otomo, pero me empiezo a acordar de él desde ahí, desde que vi lo que hacía en Fireball. Todo lo que en ese momento me parecía copado, estaba en un sólo manga: escena tras escena sin diálogos, con un ritmo muy diferente al de los mangas convencionales, más parecido a una película de Kubrick o de Peckinpah, con esas sombras que parecían robadas a Moebius, esos puntitos que les agregaba a las paredes para que pareciera que estaban sucias…

Y por culpa de Fireball, ahora todos dibujan así, y me refiero a absolutamente todos, incluído yo mismo. Algo básico del manga es solucionar todo con la menor cantidad posible de trazos, pero todas esas rayitas se ven geniales. Cuando lo conocí a Otomo le dije que para nosotros, Fireball era el Shin Takarajima (la primera obra importante de Tezuka) de nuestra generación. Así como Fujiko Fujio y Shotaro Ishinomori enloquecieron con aquella secuencia con la que abría Shin Takarajima, nosotros nos volvimos locos con Fireball. Eso abrió las puertas, fue el inicio del manga de nuestra era.

Pero lo más importante que me enseñó Otomo es que si hay algo que tu sensibilidad artística te dice que hagas, lo tenés que hacer. Me acuerdo que una vez dimos una charla con Otomo como parte de la campaña publicitaria de la adaptación fílmica de Spriggan, y el cameraman nos pidió que posáramos con los puños en alto. Otomo le respondió “mejor no” y el cameraman se echó atrás con la idea. Hasta ese momento, yo siempre hacía lo que me decían que hiciera, por eso me sorprendió lo fácil que le paró el carro. Alcanzó con decir “mejor no” y ya está, no lo tuvimos que hacer.

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