El origen de 2000AD fue muy simple. Yo producía para el sello IPC dos revistas, Battle y Action, que tenían mucho éxito. La editorial quería sumar un título más, apuntado al segmento de los varones, y era justo el momento en que la ciencia-ficción estaba por explotar de la mano de Star Wars, por eso la opción más lógica fue volcarnos a la ciencia-ficción. El éxito de 2000AD fue inmediato y enorme. Unos meses después se estrenó Star Wars en los cines y, sorpresivamente, nuestras ventas bajaron un poco. Supongo que porque algunos de nuestros lectores prefirieron comprar los comics de Star Wars que editaba Marvel. Pero yo estaba preparado para cambiar la revista, para adaptarla a lo que fuera. Western, policial, terror, cualquier género. Lo fundamental, lo que permanece siempre, es el drama básico y la narrativa.
Muchas veces me preguntan cuál es mi personaje favorito de todos los que creé para 2000AD y es difícil, pero creo que me quedo con Slaine. Es un personaje que disfruto muchísimo, al que siempre vuelvo, porque siempre me quedan cosas para decir con Slaine. Me encanta además que sea un personaje tan longevo, y que las historias nuevas tengan la misma fuerza que las primeras. Y mucho tiene que ver con los dibujantes. Yo siempre digo que co-creé a Slaine con mi ex-esposa, la dibujante Angela Kincaid, y que si Slaine funciona aún hoy, parte del mérito es de Angela.
A veces no se les da a los dibujantes el mérito suficiente, pero alcanza con mirar otras historias –mías o de otros autores- que no perduraron en el tiempo y vamos a ver que el motivo más frecuente es la mala calidad de los dibujos. Pongamos malos dibujantes y las historias se nos van por el inodoro. A menos que sean historias de tipos de saco y corbata, la forma en que el dibujante visualiza al héroe y su mundo es lo que hace que la historia pegue o se hunda.
En general, trato de que mis héroes reflejen mis propias experiencias u opiniones, por eso son invariablemente descastados, perdedores, casi siempre de clase baja. Puede ser que escribir ese tipo de personajes funcione como una catarsis para mí, pero también creo que tengo una musa que me guía. No sé quién o qué es, pero es una motivación poderosa y cuando escribo historias tradicionales suelo fracasar, porque a mi musa no le gustan, entonces no me motiva.
Otra herramienta importantísima a la hora de escribir es el humor. Si es todo serio, probablemente se vuelva un poco tedioso, o pretencioso, y los lectores se aburran. Incluso en series como Breaking Bad hay humor negro, y en los comics necesitamos eso mismo. Mi especialidad parece ser la sátira, creo que porque los medios nos presentan al mundo de un modo que no es real, y la sátira es una forma de exponer esto. Yo crecí leyendo novelas humorísticas y sátira, leía cualquier cosa que pudiera encontrar que fuera satírica y sin dudas eso se ve en mi trabajo. Me vienen a la mente libros como Erewhon, Rebelión en la Granja, Los Viajes de Gulliver y escritores como Stephen Leacock.
Con tantos años de carrera a mis espaldas, a veces es inevitable mirar para atrás y pensar qué cosas habría hecho de forma diferente a como las hice. Y la verdad que son muy pocas. Creo que mi principal error fue haber generado el concepto de Misty y no haber participado de su desarrollo. Estaba produciendo tres antologías semanales, era un trabajo infernal y realmente en ese momento no podía encargarme de una cuarta. Pero me hubiese gustado, porque creo que el resultado habría sido bueno. Creo que hoy tendríamos un mercado fuerte de historietas para chicas y para mujeres adultas, que obviamente no tenemos.
Espero ser minoría, pero creo que el mercado británico nunca se recuperó del golpe que fue perder a artistas como Alan Moore, Dave Gibbons y Brian Bolland a manos de las editoriales estadounidenses. Muchos creen que en ese momento, la situación era inevitable. Pero no lo era. Desde el primer día, yo le dije al editor que a Brian y a Dave había que pagarles más y acordar el tema de los derechos de autor que pedían para quedarse. Denles todo, se lo merecen. El editor prefirió darse por vencido sin pelear, suponiendo que no podía competir con los editores de EEUU. Pero es una actitud, una política que a mí nunca me convenció.
Es un mal endémico en el mundo editorial británico. Hace unos años, por ejemplo, había una historieta para chicas que vendía muy bien. La escribía un matrimonio, que trabajaba en equipo. En un momento se reunieron con el editor y le plantearon que si no los dejaban figurar en los créditos, se iban a trabajar para una editorial holandesa. ¿Y qué hizo el editor ejecutivo? Los dejó ir. Me encontré con él y me dijo “Me tuve que poner firme con ellos, si no se iba a sentar un precedente peligroso y otros autores me iban a venir a exigir cada vez más”. ¡Es un disparate! Esa actitud corporativa (que sigue vivita y coleando) presupone que estamos en el ejército. Y no es así. Mi visión es simple: si un autor se pone en estrella pero su trabajo vende una barbaridad de ejemplares, dales lo que te pidan. Si querés, putealos, pero este es un negocio basado en el talento por eso es algo que tenemos que tolerar. No es el ejército. Pero también pasa que algunos autores chotos también empiezan a creerse super estrellas, y ahí sí, me da un enorme placer mandarlos bien a la mierda.
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