Desde Adentro

Cuando tenía 14 años (creo) mandé una historieta (que era, hoy lo sé, horrible) a un concurso de la revista 13/20. No gané, pero me acuerdo que cuando publicaron los trabajos ganadores, alguien había escrito que la mayoría de las historias que habían mandado los lectores, transcurrían en un bar.

Pier Brito

21/06/2009

| Por Javier Hildebrandt

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Cuando tenía 14 años (creo) mandé una historieta (que era, hoy lo sé, horrible) a un concurso de la revista 13/20. No gané, pero me acuerdo que cuando publicaron los trabajos ganadores, alguien había escrito que la mayoría de las historias que habían mandado los lectores, transcurrían en un bar. El autor de la nota sugería que la mayoría de los concursantes debería dejar la historieta y tener una banda de rock. Que parecía que eso era lo que tenían ganas de hacer: tantas historias de bar y de gente-fumando-y-tomando-whisky-en-la-barra parecían más canciones en formato de historieta que comics. Mi historia transcurría en un bar.


El comentario, si bien no cambió mi vida, me hizo pensar. Me hizo plantearme si era historieta lo que realmente me gustaba hacer. Me hizo pensar si lo que quiero decir no sería mejor expresado en otro medio que no fuera la historieta. Decidí que no, y decidí dedicarme a hacer comics (aunque en algún momento formé una banda de rock). Escribiéndolos y dibujándolos, publicando fanzines, estudiando. No volví a tener dudas sobre qué medio tenía que usar para expresarme. Luego trabajé profesionalmente y he logrado dedicarme a lo que me gustaba.

Pero supongo que los intereses de uno cambian con el tiempo. Los míos cambiaron. Me pasó algo que antes no me ocurría: dibujar comics se transformó en un trabajo. Intenté hacer algo para recuperar el entusiasmo… pero simplemente no había más entusiasmo. Lo que me pasaba por la cabeza ya no tenía forma de viñetas. Muchas veces sentí ganas de no hacer más historietas. Y me puse a pensar qué era lo que me hacía sentir incómodo, que era lo que no funcionaba. Llegué a esta borrosa conclusión:

El comic actual, desde los superhéroes al manga, el underground norteamericano y el comic europeo y nacional, está demasiado influído por otros medios, principalmente por el cine y la televisión. Cosa que estuvo muy bien en su momento, pero que hoy es una tradición que ya no tiene sentido: cuando Tezuka empezó a narrar «cinemáticamente» sus mangas, era para crear una ilusión de movimiento tomada del cine, placer prohibitivo en el Japón de post-guerra; el comic de superhéroes es un género que tuvo mucho éxito cuando la televisión no había invadido los hogares norteamericanos y que nunca se pudo recuperar de ese golpe; la mayor parte del comic europeo está encasillado en géneros, como el western, el policial o la ciencia-ficción, que remiten directamente al cine, etc.

Esto no quiere decir que las obras creadas bajo esta influencia sean menos buenas o incluso geniales de lo que son. Sólo digo que para competir como entretenimiento y como arte, el comic necesita cambiar; necesita tener (¿o recuperar?) una voz propia: historias que sólo puedan ser narradas como historieta, con las limitaciones y posibilidades que sólo la historieta puede dar. Si tengo que dar algún ejemplo; Jimmy Corrigan de Chris Ware, Like a Velvet Glove Cast in Iron de Dan Clowes, The Cowboy Wally Show de Kyle Baker, Peanuts de Charles Schulz, etc.

Hoy sigo con ganas de hacer comics: otros comics, distintos a los que he hecho, a los que han hecho los demás. No sé si lo lograré, pero vale la pena intentarlo.

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