Al principio, dibujaba manga imitando lo que veía, como creo que hacen todos los chicos cuando empiezan. Después, a los 21 años, tuve la posibilidad de trabajar como asistente del maestro Hojo Tsukasa, que estaba haciendo City Hunter. En esos 10 u 11 meses que trabajé con él, aprendí lo básico de cómo se dibuja manga a nivel profesional.
Cuando empecé con Slam Dunk, era muy joven y tenía poca experiencia, por eso hay partes que se ven muy crudas. Yo nunca staba satisfecho con el trabajo que entregaba, y trataba de que cada episodio fuera mejor que el de la semana anterior. Había un buen ida y vuelta con los lectores, que me hacían llegar sus opiniones. Ellos se daban cuenta de que yo estaba creciendo, yo les mostraba mi evolución de un modo muy abierto, muy evidente y en tiempo real. Hoy miro ese material y me doy cuenta de lo mucho que cambié a lo largo de Slam Dunk, como persona y como mangaka.
Hay colegas que, como yo, empezaron muy jóvenes, y de alguna manera sienten que «les robaron» la juventud. Yo nunca lo viví así. Para mí siempre lo más importante fue la alegría de cumplir un sueño, de poder entrar al mundo profesional haciendo exactamente lo que tenía ganas de hacer. Y sí, era mucho trabajo, mucho esfuerzo, y había que darle y darle todos los días, pero estaba ahí. Y me dejaban volcar mi pasión por el basket y por el dibujo.
Después, con los años, las cosas cambian. Muchas de las cosas que yo buscaba o anhelaba a los 20 años son muy distintas de las que me interesan hoy. Hoy busco sobre todo dibujar. Amo dibujar, pero lo que busco lograr con el dibujo es diferente. Al principio buscás un poquito de éxito, ser aceptado por los lectores… un pecado, pero te das cuenta que es pecado mucho después. Hoy no me interesa vivir la profesión como una especie de carrera hacia el éxito. Busco otras cosas. Me sigue encantando escribir mangas, pero mi forma de pensar cambió mucho y la forma en la que encaro mi obra, obviamente también.
En la época de Slam Dunk, por ejemplo, me esforzaba por dibujar cosas que fueran «cool», me quedaba con el lado copado de las cosas. Ahora creo que tengo la capacidad de dibujar cosas como gente fea, o gente que la pasa muy mal, o contar la historia de un asesino. Creo que mejoré como dibujante y que sumé la habilidad de escribir sobre el lado «no tan bueno» de la gente. De hecho uno de los motivos que me hacen seguir dibujando es que quiero hacer mangas sobre ese tipo de cosas.
Hoy que no tengo la necesidad de hacerme conocido, tampoco le veo el sentido a trabajar bajo contrato con alguna de las editoriales más grandes. Al principio, cuando te tenés que ganar un lugar en el medio, estamos obligados a ser… no sé si amigos de los editores, pero por lo menos generar un vínculo agradable, y firmar un contrato que te vincula a una empresa. Trabajar así me parece bien, pero un tiempo. Cinco años, ponele. Que los editores te exijan, tener que decirles todo que sí… es algo que uno soporta un tiempo, mientras no tiene otras opciones, no es algo que uno haga por placer.
Pero una vez que encontré a mi público, que logré un cierto éxito, me di cuenta de que prefiero no estar atado a una única empresa, visitar distintas redacciones, ofrecer material en estilos diferentes, respirar ambientes diferentes. No quiero que me encasillen en estilos puntuales de manga, prefiero la libertad de trabajar en lo que se me dé la gana. Si algún día puedo incursionar en todos los estilos, mejor. Y la única forma de tener el poder que hace falta para lograrlo es evitar los contratos de exclusividad, para poder ir a la editorial donde uno crea que esos proyectos se van a poder materializar. Porque, en definitiva, los que tienen mi destino en sus manos son los lectores, no las editoriales. No es que hoy esté en malos términos con quienes antiguamente fueron mis jefes, pero la verdad que distanciarme de ese sistema de contratos me permite trabajar mejor y con más libertad.
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