La Liga de la Justicia de Geoff Johns no es tan medida como la de Morrison; la Liga de Johns tampoco tiene el timing cómico perfecto de Giffen y DeMatteis… tampoco es un homenaje a Gardner Fox ni tiene una relectura de la psicología del superhéroe como la de Waid, la Liga de Johns no tiene nada de esto porque es algo distinto, casi primitivo… la Liga de Johns es una forma renovada de –irónicamente- reciclar el concepto más viciado del ámbito comiquero: el de los superhéroes haciendo causa común contra una amenaza. Pero Geoff tuvo una ventaja: su Liga comenzó en un universo rebooteado en el que los personajes no arrastraban tanta continuidad a sus espaldas. También hubo una desventaja, porque el guionista tuvo que ir al casillero cero y brindar una razón de ser para que los héroes más poderosos de la tierra se alíen. Pero Geoff comprendió que las tramas avanzan a las trompadas, a los apurones mainstream que obligan a meterle pata a las introducciones para dejar lugar a la acción, y en ese territorio, el guionista demostró saber moverse con tremenda eficacia.
No voy a decir que estamos ante un estudio analítico sobre el rol del súper-héroe moderno –sabemos que no lo es-, pero creo que hay que agarrar la JLA de Johns como lo que es: comic de aventuras. A ver, hay un halo de negatividad contra esta Liga (que yo compartí) porque carga con la mochila de ser tomada como una lectura “pasatista” (qué palabra horrible). Pero primero habría que definir qué es pasatista, ¿es algo que leemos un rato para entretenernos? Pues si es así, sería perfecto, ya que cualquier hobby tiene como vocación primaria la de entretener. ¿Quizás pasatista es algo que no supone una lectura-profunda-compleja-y-cerebral-sobre-los-comics? Si fuese así, tampoco estaría mal, porque si cada vez que leemos historietas de superhéroes buscamos Watchmen, nos la pasaríamos leyendo y releyendo no más de 10 obras. Entonces Geoff y esta JLA, con un guión metido de lleno en cuestiones netamente aventureras, reivindica desde su lugar mainstream que las historietas deben divertir, que están hechas para entretener y deslumbrar, y que eso no significa que son menos prestigiosas que otras lecturas más solemnes. Para reforzar esta idea de una Liga 100% aventurera, está metido Jim Lee, dibujante estrella, talento hot desde finales de los ´80y un imán inoxidable de nuevos lectores. Lee le regala a sus páginas en la Liga una grandilocuencia pop que se encuentra al otro extremo de, por ejemplo, el Bryan Hitch de The Autorhity. El dibujo de Jim Lee brilla en su paleta roja-blanca-azul (de Estados Unidos, aunque sea él coreano) porque sus personajes respiran el american way of life que Superman propone. Y esto no está dicho peyorativamente, todo lo contrario, porque Superman es la luz, Batman la sombra y Lee el fotógrafo que entiende ambas idiosincrasias y puede mezclarlas en su tablero de dibujo. Wonder Woman, Flash, Aquaman, Green Lantern y sobre todo Cyborg obtienen una grandeza ilustrada que tiene que ver menos con el guión que con el dibujo. El villano, por otra parte, es inmejorable: un Darkseid todo terreno que provoca mediante su invasión a la Tierra la creación de la Liga. Este enemigo, imponente y avasallante, funciona obedeciendo su propia esencia y es una herramienta útil, no tanto para conquistar la Tierra, sino más bien para que el lector comprenda que hay amenazas para las que son imprescindibles los team-up.
Una de las cosas más interesantes en esta JLA es que son personajes clásicos nuevamente revisitados para contarlos desde cero. Aunque este recurso se vio tres millones de veces, acá no es necesariamente una relectura del origen. Los que leemos desde hace años, sabemos que muchos autores necesitan partir de cero para llevar adelante su visión, y no siempre porque la continuidad se rebootee. Pero en esta JLA, la sencillez radica en que hay cambios (ligeros, pero cambios al fin) en los perfiles de estos personajes: Batman está aprendiendo a convertirse en el genio que aún no sabe que es, mientras que Superman pretende solucionar las cosas a base de golpes. Jordan, por su parte, es un idiota desde su primer diálogo en la página 8, y Aquaman respira un aire de realeza que verdaderamente nunca había tenido. Claro, la esencia es la misma, la materia prima de estos personajes es inviolable y a prueba de artillería, pero eso no quita la presencia de Geoff y de Lee como creadores incuestionables. Aquí ellos SON autores, y lo digo porque sus comics mantienen una estética y conservan una línea ideológica. De nuevo, una ideología que para muchos no sirve porque es “pasatista”, “pochoclera” o cualquier palabra que justifique el prejuicio de decir que “tal cosa es una mierda” antes de leerla.
La nueva JLA, al menos en sus primeros 6 números, resulta novedosa en su sencillez. Es una historieta que sólo pueden disfrutar los lectores ubicados en los extremos de la experiencia. Un lector que da sus primeros pasos comiqueros, va a encontrar un comic de aventuras con el suficiente gancho como para invitarlo a continuar hacia otras lecturas que lo llevarán a descubrir grandes obras que le permitirán disfrutar desde otro lugar el comic de superhéroes. Para otros lectores, que comprendemos que no todo es los Avengers de Busiek (y digo esto con el respeto total a esa obra imprescindible), encontramos en la JLA de Geoff Johns un comic atractivo en su propuesta, atractivo de punta a punta y que apela a una cuestión muy primigenia en cuanto al disfrute. Disfrutamos como chicos, y no porque los chicos disfruten con poco, sino porque los chicos disfrutan con intensidad ante todo. Repito: no siempre es bueno devanarse los sesos con lecturas “profundas” cuando a veces necesitamos más nervio que cerebro. Porque estas lecturas, que se las prejuzga como vacías, terminan apelando a un placer visceral que otros comics, más craneales en su propuesta, no tienen.
Si la fórmula se agota a futuro, será otro cantar, pero por el momento la JLA de Johns y Lee es una lectura jugosa a la que sólo podía parir el mainstream actual, y a la que hay que saber disfrutar sin ningún tipo de culpa absurda. Y a los que no les gusta, que la sigan jugando de intelectuales de bar buscándole mil vueltas a cada viñeta de Morrison, porque son esos mismos lectores los que en sus casas, cuando van a cagar, bien que leen Condorito (y la disfrutan).
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