Si tenemos en cuenta que durante el año pasado, de las once entradas que clavé en esta sección, cuatro estuvieron dedicadas a lanzamientos recientes de Marvel, se caía de maduro que tarde o temprano iba a abordar este título, sobre todo considerando que el grupo inicial tiene entre sus integrantes a tres personajes a los que les dediqué una entrada por sus respectivas nuevas series. Cuando leí el anuncio de la formación, mi excitación fue enorme, porque aún cuando los “nombres” designados para conformar esta agrupación rayaban lo obvio, muchos de estos personajes clásicos de la editorial solo conservan la chapa de los trajes, ya que, casi como si se tratara de una franquicia, en el interior de los mismos se encuentran personajes jóvenes que intentan llenar un espacio inconmensurable y están haciendo un esfuerzo enorme por estar a la altura del legado al que están respondiendo.
Mi única duda la despertaba parte del equipo creativo asignado para este lanzamiento. No por Mark Waid, el veterano guionista que supo ganarse más de una vez nuestro corazón y logró emocionarnos como pocos con personajes tan disímiles entre sí como Wally West o Steve Rogers, además de ser uno de los pocos escritores de la actualidad que puede jactarse de haber trabajado con los personajes más trascendentes de las dos editoriales más importantes del país del norte. Quien lo secunda en la parte de los lápices y tintas, Adam Kubert, goza del beneplácito del fandom y sin duda alguna del mío, sobre todo por sus trabajos en la editorial que hoy nos ocupa. Pero, tanto uno como otro no se corresponden ni con el título del comic y a lo que está aludiendo (All New, All-Different) ni tampoco con los artistas que vienen trabajando las series independientes de casi todos los personajes que conforman este grupo. Sólo por mencionar algunos de los que he reseñado: Gwendolyn Willow Wilson, Adrian Alphona, Rick Remender y Russell Dauterman, autores que -amén de la edad que tienen- están identificados como parte de las voces de la camada más reciente de escritores y artistas que trabajan en el mainstream superheróico, y sus laburos se terminan destacando por la frescura de sus diálogos y la posibilidad de identificación de los personajes con los que trabajan por parte del público adolescente gracias a una afiladísima batería de referencias culturales modernas y una pizca de sarcasmo puesta en los clichés del género, siempre de la mano del humor y en pos de la búsqueda de aventuras, algo que en este nuevo siglo está caracterizando a Marvel como empresa en casi todos sus productos audiovisuales.
Dejando los prejuicios de lado, entonces, me interné con entusiasmo en este comic sin preocuparme demasiado por la concordancia que tendría este relato con el de las series individuales de aquellos Avengers que gocen de tal privilegio, a sabiendas de que cuando el escritor tiene claro hacia dónde quiere ir, el saldo termina por ser positivo. Además, esta curiosa alineación tiene un potencial enorme: más allá de la obviedad de la relación que van a forjar la nueva Thor con el Capi América/Sam Wilson, te quedan todavía el Ultimate Spiderman/Miles Morales (que no termina de ganarse la simpatía de nadie) teniendo que trabajar codo a codo con leyendas como Tony Stark y Vision, y a la par del morocho la nueva Ms. Marvel descendiente de pakistaníes y su complejo de “heroína del Nacional B” junto a otro adolescente, Sam Alexander, el nuevo Nova que está ocupando el lugar de Richard Rider.
Con esta formación se hacía evidente que Waid tendría que tomar distancia del trabajo previo realizado por Jonathan Hickman en el título madre de los héroes más poderosos de la Tierra, y el marco de las aventuras a narrar debería alejarse de la solemnidad y grandilocuencia de aquellas aventuras cuasi-cósmicas donde se define el destino del universo. Quédense tranquilos que eso el amigo Mark lo entendió perfectamente, y desde el vamos queda claro que el tenor de las amenazas será mucho más terrenal. Para mi sorpresa, Waid sigue siendo un escritor que logra sorprender con diálogos vivaces e interrelaciones verosímiles en sus conflictos, como se denota en el número cuando se encuentran de casualidad Khamala Kan y Sam Alexander y mientras que el accionar de cada uno parece estar en veredas opuestas, las intenciones de ambos reveladas para el lector a través de los pensamientos no buscan otra cosa que lograr agradar al otro. Y la identificación es inmediata: es imposible que no hayamos transitado por una situación análoga interactuando afectivamente con otra persona donde cada paso que damos la vamos cagando más, y llegado cierto punto lo único que queremos es resetear toda la situación y volver a empezar porque no hay forma de que podamos arreglar lo que hicimos.
La amenaza que se presenta en este comienzo responde al nombre de Warbringer, un Chitauri ultra-papeado que Nova creía haber derrotado hace un tiempo, el cual tiene como objetivo tomar el control del planeta Tierra, y para lograrlo recibe la desinteresada ayuda de un personaje que, tal y como lo pintan en esta serie, va a terminar teniendo un rol destacado en el actual Marvel Universe: Mr. Gryphon, una criatura que desde el vamos te está avisa que está enmascarando su apariencia y que posee poderosas habilidades teleportadoras que incluso pueden burlar al mjolnir, aunque por el momento solo se muestra como el CEO de una empresa que le compró la torre principal a Tony Stark. Esta criatura, además de colaborar con la huída de Warbringer ante la posibilidad de que los Avengers le pateen el culo, le brindó la información de la existencia de tres objetos sagrados y poderosos que la raza Chitauri escondió hace eones en este planeta, y que juntos otorgan al poseedor una amplificación de sus habilidades, y es así como una vez reunidos, nuestros héroes intentarán anticipar la ubicación de los mismos para impedir que este pichón de Thanos termine por convertirse en un enemigo digno de temer.
Tanto en el transcurso de las sucesivas batallas como durante la planificación de las estrategias vamos a disfrutar mucho del choque entre el modus operandi disímil que tienen los miembros del equipo, sobre todo cuando se trata de poner sobre una balanza la derrota de un enemigo en común por sobre la protección de la propiedad privada y la contención y resguardo de los civiles, un conflicto que perturba constantemente a Khamala Kan, sensibilizada por algunos eventos ocurridos en su vida privada. Como era de esperar, los personajes que terminan sobresaliendo a medida que la serie avanza son justamente aquellos que responden a la “sangre nueva”, muy por encima de los clásicos y su ortodoxo y muchas veces predecible accionar, sobre todo por sus líneas de diálogos que el lector avezado casi puede anticipar viñeta tras viñeta. Esto no necesariamente es negativo, en todo caso refleja de manera explícita el desgaste de ciertos personajes pero denota que aún hay posibilidades de verlos como protagonistas de aventuras excitantes siempre y cuando estén acompañados de otros que les provean un marco oxigenado y fresco.
En el apartado del arte, Kubert está bastante lejos de sus mejores trabajos, no sólo por la poca dedicación que le puso a los detalles sino también por una narrativa monótona y carente de fuerza. Me da la impresión de que por algún motivo a este trabajo le dedicó menos tiempo del normal y eso se termina por notarse. Se tiró un poco a chanta, digamos… Por suerte la colorista Sonia Oback hizo un trabajo ejemplar que termina levantando el comic desde ese lado, y de todos modos el primer número está dividido en dos partes, y la segunda está ilustrada por Mahmud Asrar, que le puso toda la garra a la distribución de las viñetas y las expresiones, para otorgarle el clima de sitcom que requería ese episodio. Aplausos.
Otro punto a favor de esta serie, cómo no, son las portadas de Alex Ross, cada una de las cuales quisiéramos ver libre de toda la tipología característica de una revista y en un tamaño superior a la A3, para enmarcarla y colgarla en nuestra pieza aún cuando eso probablemente nos prive de la posibilidad de tener sexo en esa locación.
Como ya sucediera con el último año y monedas de la nueva Thor, All-New All-Different Avengers intenta recuperar el espíritu iniciático de esta agrupación, donde poderosos personajes intenta enarbolar estrategias conjuntas aún cuando comparten un desconocimiento absoluto sobre cómo trabajar con el resto en equipo, y libran sus batallas en el escenario que más veces los vio desenvolverse: la ciudad de New York.
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