Beta Ray Bill es, quizás, uno de los personajes más interesantes que tiene la mitología de nuestro querido Thor Asgardiano, y muchos de nosotros nos emocionamos bastante cuando la editorial vuelve a darle una oportunidad de protagonizar su propia miniserie. Esta vez, la excusa proviene de los eventos que sucedieron tanto en la serie de Thor como en la macrosaga King in Black, en la cual ambos portadores de martillos mágicos intercambian puntos de vista, la situación se pone un poco intensa y el encuentro finaliza cuando Thor destruye el mismísimo Stormbreaker de Bill.
El primer número de la miniserie lo tiene a Beta Ray en Asgard, desolado por la pérdida del arma que Odín forjó para él, y listo para liderar la defensa ante el inminente ataque de la deidad Knull, antagonista principal de la saga King in Black antes mencionada. El desafío que se le presenta es ni más ni menos que Fin Fang Foom, el formidable dragón mágico, el cual aterriza en Asgard para comerse el reino de un bocado con una mano atada en la espalda, a sabiendas de que Thor aún se encuentra en la Tierra y en este reino nadie puede oponerle resistencia.
Y a medida que la batalla avanza, nos damos cuenta que quizás Fin Fang Foom no exagera: la resistencia que Bill, Lady Sif y el resto de los Asgardianos le presentan es pobre. La batalla parece tener un claro ganador hasta que por fin aparece el Dios del Trueno para salvar el día, y solo necesitó de un poderoso rayo para abatir al enorme dragón.
Todos festejan la llegada del verdadero protector de Asgard en una merecida fiesta mientras Bill observa todo en un rincón, y aún cuando Lady Sif lo invita a su alcoba, la noche no parece darle un respiro: Incluso antes de que Bill se pierda en la sombra de Thor, está claro que su corazón está sumido en una profunda confusión. Perder el stormbreaker no solo disminuyó sus habilidades en la batalla sino que también lo privó de la capacidad de transformarse de nuevo a su estado natural humanoide Korbinita. Y ésta quizás sea la mayor lucha que el personaje deba enfrentar de ahora en adelante.
Era de esperarse que un comic escrito y dibujado por Daniel Warren Johnson, el mismo autor que llevó adelante la épica metalera Murder Falcon, no iba a caer en los lugares comunes a los que este tipo de historias nos tienen acostumbrados. La aproximación que hace el autor del personaje se enfoca en la manera que tenemos nosotros, todos, de auto-percibirnos, y cómo eso afecta el desempeño de nuestras actividades. Nuestros recuerdos de las historias de Bill nos plantean un guerrero orgulloso, que blandía su martillo y sumaba victorias, precupado casi exclusivamente por la próxima batalla, y bastante desinteresado por el aftermath asgardiano (los banquetes, el exceso de cerveza y las mujeres). Daniel no se olvida de esa faceta del personaje y la utiliza para circunscribir un nuevo viaje, mucho más oscuro, en una búsqueda por el sentido de su existencia y la posibilidad de volver a valorarse, algo que inconscientemente arrastra desde su propia génesis como «Héroe»: la tecnología de su extinto planeta natal le otorgó capacidades extraordinarias que debería haber podido utilizar para defender y salvar su planeta, y fracasó en dicha misión. Y ahora incluso ni siquiera puede recuperar su forma humanoide, quizás el único vestigio fáctico que queda de su raza.
Para recuperar su confianza, Bill se pondrá como meta principal reunirse nuevamente con Odín para que vuelva a fabricarle un martillo con similares características a las que tenía su añorado Stormbreaker, y para tal fin contará con algunos ayudantes: la inteligencia artifical Skuttlebutt que navega el enorme crucero espacial, y eventualmente se le sumarán Skurge y Pip.
Con sólo dos números en la calle, la miniserie de Daniel Warren Johnson ya promete ser uno de los mejores comics del año, y aún cuando no creo que su trabajo en el arte esté a la altura de Murder Falcon o incluso Extremity, de todos modos es una labor formidable, y se puede ver el esfuerzo que pone en darle vida a su historia. Los momentos de acción tiene una intensidad enorme, y es en donde quizás más se nota la clara influencia del manga, con unas lineas cinéticas que trasmiten cada golpe y que te dejan sentir la energía que está siendo liberada. Pero los descansos para el drama suelen ser aún más intensos, por la atención puesta al detalle, la excelente narrativa y el diseño de sus personajes, los cuales tienen unas expresiones perfectas que trasmiten su conflicto interno de manera clara. Un ejemplo del detalle es una preciosa doble página del primer número donde improvisó un imaginativo corte transversal del crucero espacial que transporta a Bill, y gracias a eso podemos visualizar todas y cada una de las habitaciones de la nave, y nos encontramos con que hay una sala recreativa con flippers, el salón de las armas, pero también una habitación donde está el autor dibujando sobre un tablero, en otra están los protagonistas de Murder Falcon e incluso hay una que parece ser la la sala editorial de Marvel Comics. Esta página denota también el tono con el que maneja la serie, el cual combina intensos momentos de acción y drama con margen para un relajo, aunque más no sea de manera satírica.
La espectacularidad de cada puesta en página de Johnson no sería nada sin el color de Mike Spicer, que lo acompaña desde Extremity, el cual resalta aún más la energía de la historia. De nuevo, un ejemplo del perfecto acompañamiento del color es la secuencia de batalla de apertura en el nº1: el uso de luces dramáticas hace un gran trabajo para resaltar el peligro momentos antes de que suceda. E incluso en las viñetas más complejas y detalladas, la labor de Spicer no se queda atrás, un elemento en el que otros coloristas suelen fallar.
No suelo destacar este apartado, pero en este caso puntual tengo que hacer hincapié también en el tratamiento del letrado, del cual Johnson es en parte responsable. Las onomatopeyas hacen todo lo posible para transmitir los correctos efectos de sonido durante las batallas, y el estilo, el tamaño y la ubicación de estos sonidos potencian la acción a la perfección. Su efecto intensificado empuja estos momentos a la cima y permite que el lector casi sienta los golpes.
Es refrescante y poco común en estos días ver una obra casi integral dentro de Marvel o DC, y en el caso del Beta Ray Bill de Daniel Warren Johnson, encima se suma el hecho de que el comic es un golazo de media cancha. Esta miniserie es candidata a estar en la biblioteca de todo lector con buen gusto y amor por la historieta.
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