Una de las sorpresas que nos deparó la movida de DCYou iniciada en Junio del año pasado fue el título que paso a reseñar el día de hoy, el relanzamiento de un personaje que ha tenido tal cantidad de encarnaciones y resurrecciones que poco tiene que envidiar a la franquicia de los velocistas escarlatas o a la cantidad de personajes que en algún momento de la historia de DC tuvieron el manto de Robin. Estoy hablando de Dr. Fate, el hechicero fuertemente relacionado con la mitología egipcia creado en 1940 por Gardner Fox.
Esta vez, y siguiendo a rajatabla la consigna promocionada por la editorial para estos lanzamientos, las aventuras del nuevo portador de la máscara de Tot nos serán presentadas por un equipo conformado por un veterano escritor que, entre otras cosas, fue presidente de esta editorial a principios de siglo durante 7 años, quien formará una ajustada dupla con un dibujante malayo que si bien carga con 20 años de carrera profesional, tiene muy pocos trabajos como dibujante regular de títulos mainstream. El inmenso Paul Levitz será el encargado de trazar los guiones y escribir los diálogos de esta cruzada mística, y su partenaire durante casi todo el recorrido será Sonny Liew, quien tiene gran parte de la responsabilidad de que haya elegido este título por encima de otros muy buenos que hoy por hoy nos está ofreciendo esta editorial.
Es atípico que comience la descripción de una serie desde sus portadas, pero en este caso lo amerita, ya que no sucede de manera regular que las mismas le impriman un valor agregado enorme a la serie y justifiquen seguirla mes a mes y no esperar a que salga algún tomo recopilatorio. Y es que el arte del amigo Liew para cada número en este apartado es magnífico, y está por encima del trabajo que solemos apreciar en series de este tipo. No solo hace gala de un uso magistral del trabajo de acuarelas y una elección siempre acertada de la paleta elegida sino que además demuestra tener nociones avanzadas de diseño gráfico –lo cual no es raro ya que se dedicaba a esta profesión antes de comenzar a dibujar profesionalmente-, ya desde el título mismo de la serie pero además por la manera en la que posiciona los personajes u objetos en el campo de trabajo, referenciando de forma fresca muchas veces las estructuras utilizadas por los egipcios para desarrollar sus famosos jeroglíficos, pero además jugando con los pesos de los objetos en el campo, con las simetrías, los opuestos y los espacios vacíos. Ocho de las once portadas que ya salieron a la venta son dignas de enmarcar y colgar en tu dormitorio, sobre todo si pudiéramos obtener los originales libres de la numeración, el logo de la editorial y los créditos de los artistas. Esta dedicación para la puerta de entrada al comic no debería ser tomada a la ligera en un momento en el cual este formato está en crisis y es cuestionado por muchas editoriales pequeñas dentro y fuera del país del Norte, y esta serie en este aspecto debería ser tomada como ejemplo para equilibrar la balanza hacia arriba en lanzamientos futuros.
Vamos al meollo del asunto: este volumen 4 del Dr. Fate nos narra los acontecimientos que tienen origen en el distrito de Brooklyn, New York, cuando un joven norteamericano descendiente de egipcios de nombre Khalid Nassour se predispone a preparar sus cosas para comenzar a transitar la carrera de Medicina y tiene la grata sorpresa de toparse con un gato parlante que lo termina depositando en un museo en el cual se le hace entrega de la famosa máscara de Tot. También se le comunica que -por tener sangre real de faraones dentro suyo- él será el encargado de enfrentar las calamidades que se le vienen encima a la tierra en los próximas días producto del poco feliz regreso de Anubis, el dios de la muerte egipcio, quien pretende establecer un nuevo orden en la maat –algo así como la estructura de la vida-, en contra de los designios de Amon-Ra, otro dios egipcio que apuesta por el orden pero que ha perdido poder en las últimas décadas.
Este gatito parlante es en realidad Bastet, una diosa menor vieja y decrépita que está en caída, pero que utiliza lo que le resta de poder para acercar a nuestro protagonista la máscara de Tot, y dentro de sus posibilidades comenzar a prepararlo para ser el nuevo Dr. Fate. Sólo que en este caso lo de “nuevo” está demás, porque durante los siete números que tarda Levitz en desarrollar este origen jamás se menciona a los anteriores partícipes de este legado, y teniendo en cuenta Flashpoint y el New 52 era de esperar algo así. Más allá de la aparición del Khalid Ben-Hassin de Tierra 2, nuestro Khalid Nassour es el Dr. Fate de este universo, y esta es la serie que lo introduce en el mismo. La elección de Bastet por este pretendiente se ve justificada cuando Khalid vive un “momento Gantz” en el 1er episodio: una niña cae en las vías del subte y nuestro protagonista la rescata, no sin poner en riesgo su vida. Y es ahí cuando de forma accidental hace uso de sus poderes recién obtenidos por primera vez, pero también con este acto demuestra ser digno de poseer un artefacto como la máscara de Tot. A medida que la serie avanza, el poder de Anubis se va manifestando de manera catastrófica a través de desastres naturales, y la amenaza que comenzó en New York se expande hacia todas las latitudes y longitudes del planeta, poniendo en riesgo la vida de millones de civiles y aumentando de manera exponencial la presión que tiene Khalid para encontrar lo más rápido posible la forma de derrotar a este dios.
Hay algunas cosas en esta serie que están muy bien y otras que se sienten un poco forzadas, pero de todos modos el balance es muy positivo. Como mencioné más arriba, el origen del personaje se termina de desarrollar en siete números, algo que me pareció excesivo aún para estos tiempos. Entiendo perfectamente lo que quiso hacer Levitz, y en parte lo festejo: hay un camino de descubrimiento, no sólo para Khalid sino también para el lector, en el cual vamos conociendo poco a poco la mitología que la serie va a explotar, pero además nos adentramos en la naturaleza de los poderes del Dr. Fate de turno, que tienen que ver con encontrar un balance entre la fuerza de voluntad del portador de los mismos y las necesidades que tiene en ese momento en conjunción con los elementos de la naturaleza que lo rodean. Y el guionista no es ajeno a que esta conjunción no es ninguna novedad, y se hace cargo de eso incluso con referencias cómicas a la “fuerza” de los Jedis… Evidentemente –y por suerte- a Levitz no le llegó el memo de que Disney, además de ser dueña de Marvel también compró todo el universo de George Lucas. De hecho, me sorprende la cantidad de referencias de nuestra cultura pop moderna que tiene la serie, más que nada por la edad que tiene el escritor, algo que claramente tira abajo los prejuicios que yo y varios podemos tener hacia series frescas y modernas escritas por autores que han superado con creces el medio siglo de vida. En este largo camino de descubrimiento se hace mucho hincapié en el “Destino” que cada jugador tiene asignado, y eso también es de festejar teniendo en cuenta el nombre de la serie, sobre todo cuando muchas veces se utiliza esa palabra y su significado de forma ambigua.
Hay, además, un puñado de personajes secundarios muy cercanos al protagonista que tienen un desarrollo pobre, que no revela demasiado de sus personalidades, y cuando lo hace muchas veces resulta redundante, en el mejor de los casos, pero logran establecer el marco contextual por el cual el protagonista toma todas sus decisiones. De todos modos, Khalid Nassour es un enorme protagonista, uno con el cual no podemos menos que empatizar, que incluso se toma el atrevimiento de hacer la gran Spider-Man por momentos y largar frases sarcásticas encima de sus oponentes, para inconscientemente alterarlos o para descontracturar una situación muy dramática, un recurso que Levitz maneja sin abusar del mismo y que es digno de aplaudir.
De todos modos, si en este comic vamos a festejar los aciertos de alguien serán los de Sonny Liew, sin ninguna duda. Este artista dota a la serie de una personalidad única, al punto tal que deja de importarnos la poca verosimilitud que tiene esta aventura inicial que pone al planeta en jaque, sin mención alguna del resto de los héroes que habitan este mundo. No nos importa, y ese es otro enorme valor agregado, a mi entender, de este comic: Liew desarrolla un universo gráfico propio que no sólo dota a la serie de una impronta independiente que me encanta, nos hace olvidar que la misma está circunscripta en un universo gigantesco. Sus diseños de personajes, su particular narrativa, su manejo del campo visual, sus planos y encuadres, su puesta en página, todo es digno de mención y se disfruta página por página. Es imposible encontrar una forma de clasificar el trabajo de este artista, parece tener influencias tanto europeas como mangakas, y si me apuran también diría que argentinas. Es uno de esos dibujantes diferentes, distintos, que por mucha memoria que hagamos nos cuesta encontrar un equivalente, y mucho menos poder clasificarlo. Si lo que hace con las portadas es ya de por sí un deleite, su trabajo de interiores hace que te termines enamorando de él y apenas dejes de leer cada número entres a internet para comenzar a rastrear otras obras de este animal de la narrativa visual. Te vuelve loco, así de sencillo. No te da tregua, no le encontras una flaqueza, una viñeta que desentone, una sola. Lo único que lamento de la serie (además del número 8, que es un fill-in olvidable de un tal Ibrahim Moustafa) es que los colores interiores no estén realizados también por este fenomenal artista, que si bien no desentonan son apenas correctos.
Dr. Fate es una más de las pocas series mainstream del momento donde sólo la parte visual es suficiente para darle una oportunidad, pero de todos modos la trama acompaña dignamente.
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