Creo que no hay fan de DC Comics que reflexione con sobriedad, sentido común y sobre todo deje los gustos de lado, y no admita que Dick Grayson lleva la editorial y sus características más significativas tatuadas en su lomo, como prácticamente ningún otro personaje superheroico. Yo particularmente pienso que comparte ese puesto con Wally West, sobre todo porque el velocista al poco tiempo de tomar el manto de Flash ya estaba formando parte de las grandes «ligas» de la editorial. Y quizás es eso lo que le falta a Nightwing: más presencia en la Liga. Pero fuera de eso, es un personaje que pasó por todos los niveles, que la remó desde abajo y ocupó todos y cada una de los «puestos» destinados a un héroe. Comenzó como sidekick, fundó su propio grupo cuando aún era un adolescente y fue líder del mismo, cambió de nombre de guerra y de traje al madurar, tuvo un montón de relaciones con el sexo opuesto, tuvo su propio sidekick, ocupó más de una vez el puesto de su mentor original y luego en los últimos tiempos pasó por una decenas de cambios, algunos de los cuales incluyeron ser un agente a la James Bond, un policía e incluso un mercenario asesino. Con tanto camino recorrido, es comprensible que cada tanto Dick tenga unos enormes problemas para entender quién es, qué lugar ocupa en el mundo y cuál es su senda definitiva.
Si bien mi recomendación de este mes se centra en la última etapa de la serie, la que llevan adelante Tom Taylor en los guiones, Bruno Redondo en los lápices y Adriano Lucas en el color, es justo señalar que los problemas de identidad de Dick eran algo que ya venía desarrollando el equipo creativo previo (con Dan Jurgens a la cabeza de los guiones y Ronan Cliquet en el dibujo), y también vale la pena recordar que durante este período Dick sufrió una amnesia luego de recuperarse milagrosamente de un balazo en la cabeza propinado por la KGBEast.
Cuando toma las riendas Taylor, Dick vuelve a reencontrarse con Barbara Gordon, y antes de que se prenda fuego nuevamente su vida, nuestro protagonista encuentra tanto en ella como en Tim Drake dos almas gemelas que pueden ayudarlo a reflexionar sobre el futuro cercano. Un miembro de la «familia» recientemente los abandonó para marcharse a otro plano existencial, y su partida afectó particularmente a Dick, no solo por la relación filial política que los unía, sino también por una emotiva carta que, entre otras cosas, justifica el motivo por el cual Nightwing es el destinatario de una enorme cantidad de plata en forma de herencia. Sus problemas económicos han desaparecido pero en su reemplazo aparece una enorme carga y una responsabilidad para con los más necesitados, porque Dick es así, una persona con un enorme corazón y una empatía tremenda.
En esta primer saga, Taylor escribe una trama muy bajada a tierra que nos permite conectar muy fuerte con los personajes que la llevan adelante, y utiliza de forma creativa elementos muy sencillos para establecer un nuevo status quo en cuanto a las «relaciones». De golpe y porrazo, Dick va a descubrir que su mundo está patas para arriba pero no necesariamente por golpes bajos y exceso de drama sino más bien por todo lo contrario: una nueva y feliz relación y una obligación moral para con una estúpida cantidad de dinero que le pertenece. Todas estas piezas se van aunando de forma muy natural, y casi sin que nos demos cuenta Taylor nos sumerge en un capítulo completamente distinto de la vida de Dick, donde su costado más compasivo va a formar parte determinante de la aventura.
Otra característica que tiene Tom Taylor como guionista es el correcto uso del humor. Su Nightwing es una serie dramática e intensa, con un equilibrado balance entre el drama, la investigación y la acción, sin ser un comic denso e insoportable de leer. El humor está ubicado de manera justa, a cuentagotas, en momentos muy puntuales, apenas para dar cuenta de que estos personajes tienen alma y vida interior, y se conocen mucho entre ellos porque pasaron una vida juntos, y pueden ser irónicos y sarcásticos sin lastimar, sin pasar facturas y sin otra intención más que descontracturar un poco el momento. De hecho, tienen tanta cancha en este tema que tanto Taylor como Redondo se permiten, si la escena lo amerita, meter una viñeta con un diseño «chibi» de uno de los personajes y que la misma no se sienta demasiado disruptiva ni corte el clima de la narración.
Y ya que lo acabo de mencionar, voy a ponerme serio para poder abordar como corresponde el aporte de Bruno Redondo a esta serie. Porque con un despliegue como el del español, toca ponerse serio, chaval. Posta. Puede que haya perdido la memoria de la cantidad de veces que describí como el punto fuerte de un dibujante su narrativa y su puesta en página. Y otro puñado de veces resalté como lo más positivo la expresividad que logra en los rostros de los personajes y el manejo anatómico que tiene. ¿Y qué pasa cuando encontrás un tipo como Redondo, que se saca mínimo un 9 en cada una de estas características, eh? No puedo ni comenzar a describir la sensación de placer que me generan las composiciones de Redondo, lo excitante que es recorrer cada una de sus páginas y lo fácil que me resulta entregarme al juego narrativo que genera en ellas.
A veces puede agarrar un ángulo cenital del departamento de Dick con un corte transversal del mismo y jugar con los espacios y ambientes como si fueran viñetas, y otras sencillamente te arma una doble página donde recorre la historia del protagonista enfocada en los afectos que estuvieron ahí para darle una mano. Y además hace convivir escenas con fotografías o situaciones de mucho vértigo y acción con poses muy estáticas con una naturalidad pasmosa. O juega con la construcción de una onomatopeya y con el interior de la misma como si fueran dos viñetas, o utiliza una página para mostrarte secuencialmente el segundo a segundo del robo de un celular con una sencillez y una fluidez tremendas. Cada página es una plegaria de amor a la historieta, y el color de Adriano Lucas no hace más que acentuar el emorme trabajo de Redondo.
Se nota a kilómetros de distancia que hace casi una década guionista y dibujante vienen trabajando juntos, y la química entre ambos se presenta de forma tan sonante que incluso le permite al lector dejar pasar la poca sutileza que hay en algunos guiños, como por ejemplo una pizzería llamada Marv & George.
El protector de Blüdhaven vuelve a tener una serie regular que llama la atención por su frescura en todos los aspectos de la misma, y DC nos vuelve a tapar la boca al demostrarnos que aún con 80 años encima todavía se puede contar algo original y genial con este personaje.
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