Resulta que Superman y Lois tuvieron un hijo hace años, Jonathan Kent, el cual se convirtió en un personaje popular que, entre otras cosas, se hizo super-amigo del hijo de Bruce Wayne, Damian, mejor conocido como Robin. Pasó el tiempo y este super-son, Jon, viajó por el espacio, vivió decenas de aventuras con su abuelo y con la Legión, y regresó al presente, a nuestro tiempo, a nuestra tierra, hecho un adolescente, por obra y gracia de equipos creativos indignos de escribir comics tan importantes.
Durante todo este tiempo, a veces de forma implícita y a veces de manera directa, Jon fue considerado un «superboy», un proyecto de Superman, un Superman en desarrollo. Uno de los mayores impulsores de esta idea fue su padre, quien lo preparó para el momento en el que tuviera que asumir mayores responsabilidades como héroe, mismo que llegaría en 2021, entre el segundo y el tercer número de la serie regular que reemplazaría a la clásica Superman: «Son of Kal-El«, título que hoy me encargo de reseñar y que está enteramente protagonizado por Jon, quien asume por fin el manto de Superman tras la partida de su padre.
No, esperen, no se vuelvan locos: Kal-El no vuelve a morir, solo abandona la Tierra por una misión intergaláctica que lo posicionará una vez más en Warworld para derrocar a Mongul de una vez y para siempre. Pero en este momento lo que nos importa es que Jon quedará entonces como «el» Superman oficial, único e irremplazable de nuestro planeta, le guste a quien le guste. Nuestro mayor defensor es, entonces, un adolescente. La criatura más poderosa del planeta, aquella que puede hacerle frente a las amenazas más sorprendentes y también solucionar un montón de problemas a velocidades increíbles es un kryptoniano que aún no se termina de definir o desarrollar enteramente como un adulto. ¿Es sensato entonces permitirle ser nuestro mayor defensor? ¿Y podemos acaso permitirle o prohibirle algo a un ser de tan extraordinarias capacidades?
Tom Taylor, el magnífico guionista que lleva adelante esta serie regular, podría haber elegido esta arista para desarrollar este fresco y sensacional comic, y creo que solo con eso hubiera tenido bastante tela para cortar. Pero Taylor es un poco más inteligente que eso, y sabe que ese camino le hubiera cerrado la posibilidad de explorar otros factores igual o más emocionantes, además de estigmatizar la figura del adolescente, una vez más. En vez de eso, nos muestra un Jon que desde el comienzo marca la cancha y nos avisa que él no es su padre. Su lema de cabecera será «verdad, justicia y un mundo mejor«, dejando de lado desde la base el American Way que en muchas de las ocho décadas que tiene su progenitor en las viñetas signó el camino a seguir. Se viene el zurdaje, diría Mirtha. Sus acciones, en la mayoría de los casos, serán pro-activas y preventivas, y si bien llevará adelante planes que sabrá orquestar con sus aliados, lo moverá muchas veces el ímpetu y el impulso primario que foguea a las personas de su edad. Pero nunca perderá el control y siempre tendrá el freno de mano agarrado por si las dudas. Jon, a diferencia de otros héroes adolescentes, aprendió las consecuencias de perder el control a muy temprana edad: por querer salvar a su mascota, un gatito, de las garras de un enorme ave rapaz, utilizó por primera vez su visión de calor y rostizó a ambos animales. El dolor y el trauma que esto le provocó marcarían su conducta y proceder por el resto de su existencia.
Por suerte Jon no está solo en esta cruzada. Sí, tranquilos, sé que hay un enorme elefante «rosado» en la habitación y nadie lo ha mencionado aún. Ya vamos a llegar ahí. Mientras tanto, les recomiendo un té de tilo para bajar esa ansiedad. Lois claramente es no solo una fuente de inspiración sino también una guía y una constante fuente de consulta. Y quiero detenerme en este punto porque me parece importante señalar que Tom Taylor, como también lo hicieron los equipos creativos que manejaron a Superman desde Rebirth hasta la llegada del nefasto Brian Michael Bendis, en este título refuerza constantemente el espíritu del mejor Superman que hemos leído en los últimos 30 años, el que escribieron durante casi una década el Super Squad de Mike Carlin desde 1986 hasta casi mediados de la década del ’90, ¿no? Y esta Lois Lane que se le planta en una conferencia de prensa a Lex Luthor y lo comienza a pelar cual cebolla hasta dejarlo sin palabras y solo con preguntas y re-preguntas lo obliga a abandonar su propio auditorio, es una perfecta traslación de aquella Lois que escribió John Byrne y también es análoga a la reciente Lane de Greg Rucka. Entonces, cuando alguien me dice que la «Superman – Son of Kal-El» no es realmente un comic de «Superman«, a mí me nace llamarlo ignorante.
En la esquina de Jon también se encuentra Damian, por supuesto, que sigue siendo uno de sus mejores amigos, aún cuando la relación entre ambos no siempre está en su mejor momento. Dick Grayson es otro de los grandes aliados con los que Jon cuenta, y su organización benéfica en honor al difunto (?) Alfred tiene una pata puesta en este título, claro está. Nia Nal, mejor conocida como Dreamer, será otra de las aliadas de nuestro héroe, y aparece por primera vez en los comics de DC en el nº13 de ésta serie. Para quienes no la conocen, Dreamer es un personaje que apareció por en la ya cancelada serie de televisión de Supergirl, en la cuarta temporada, y fue caracterizada por Nicole Maines quien, por otro lado, co-escribió con Taylor la introducción de este personaje. Un detalle no menor que bajo todo punto de vista es una muestra de cariño enorme y un respeto gigantesco por el aporte que hizo la actriz al personaje televisivo.
Pero el que se transformará en un aliado incondicional, pero no por los motivos que creen, terminará por ser un personaje nuevo, creado expresamente para esta serie: Jay Nakamura, el joven líder de The Truth, un poderoso blog de noticias muy radical que denuncia un montón de bajezas que están sucediendo en un país de nombre Gamorra, gobernado de manera autoritaria por un tal Henry Bendix, otro pelado sorete con enormes ansias de poder que se la pasa explotando personas y tiene en sus manos un proyecto hiper turbio que incluye una enorme lista de atropellos a los derechos humanos, que abarca secuestros, mutilaciones, torturas, experimentos con personas para desarrollar poderes en ellos, injertos craneales con el objetivo de poder controlar sus mentes y de localizar nano-bombas (Amanda Waller, ¿so’ vo’?) y disparadores de capacidades extraordinarias. Como Gamorra es un quilombo madre, cientos de miles de ciudadanos huyen de ese país (ubicado en una isla random del Océano Pacífico) y aparecen en la costa de Metrópolis pidiendo asilo, y la agenda de Jon se cruza con la de esta gente y con la de Jay. Ambos pujan por ayudar a estas personas, aún cuando la ley sobre inmigrantes de este tipo en Metrópolis es muy clara: no way, José, no way.
Y bueno, claro, la química entre Jay y Jon se hace presente, y nace el amor… el amor homosexual. O en este caso bi-sexual, ya que Jon tuvo antecedentes de que también le gusta el sexo opuesto. Y claro, como no, los rancios de siempre hicieron su aparición estelar y pusieron el grito en el cielo. O peor: agarraron el comic y lo leyeron únicamente por ésta noticia (y en muchos casos sé de buena fuente que es el único comic del 2022 que leyeron), solo para poder hablar mal del mismo con conocimiento de causa. Pero no, claro, la inclinación sexual de Jon no tiene nada que ver, sencillamente no les gustó el cómic y ya. Es aburrido, flojo, le falta aventura, heroísmo, le faltan todos los elementos que hicieron grande a Superman. ¡Hagan grande a Superman de nuevo!
La realidad es otra, por supuesto. «Superman – Son of Kal-El» respira el mito de nuestro Kryptoniano favorito en cada una de sus páginas, pero con una refrescada que le resulta insoportable a cierto sector retrógrado de la sociedad. Y lo más gracioso de todo es que si vamos a los números crudos, en 18 comics de esta serie publicados hasta la fecha, la cantidad de viñetas donde Jay y Jon se dan un pico no debe superar las 5, y las charlas que tuvieron sobre la relación entre ambos fueron cuatro, las cuales no se extendieron más de 4 o 5 viñetas. Claro, porque esto es un comic de Superman, no uno de Archie, ¿no? Y acá lo que importa es la acción, la aventura, el heroísmo, los planteos éticos y morales ante las amenazas hacia la población civil y los límites de la interacción de un alien en asuntos humanos, no quién sale con quién y a quién besa cuál. Hagamos de este un mundo mejor, y comencemos por aprender de Jon. Y de sus padres. Tolerancia hacia el otro. Aprendamos a aceptar al que es distinto. Es lo que Superman nos quiere enseñar desde 1938.
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