¿Es posible encontrar en los últimos años un título más maltratado que una de las cabeceras del nuevo universo DC, Superman? Tenemos que esforzarnos un poco para hacerlo, pero cuando nos planteamos esta consigna seguro es el primero que se nos viene a la mente. Desde la cúpula de la editorial las decisiones que fueron tomando para sostener o inclusive intentar levantar las ventas de Superman fueron casi siempre erradas, y cuando por fin daban en el clavo la terminaban cagando, coartando la independencia del guionista para desarrollar sus tramas, condicionando su laburo y apresurando su salida. En contraposición con esta seguidilla de buenas intenciones mal ejecutadas, la ongoing hermana, Action Comics, tuvo desde el comienzo al dios omnipresente del DCU, el escocés Grant Morrison, quien a diferencia de sus colegas goza de una completa libertad para escribir lo que se le dé la regalada gana, explorando nuevos límites de muchos de los personajes más conocidos de la editorial y recibiendo con ello la bendición de la crítica especializada. Y los lectores, además, suelen responder de manera positiva a sus iniciativas vanguardistas embutidas en el revisionismo del género, lo que se traduce en buenas ventas y una permanencia regular en el Top 25 mensual.
Volviendo a Superman, luego de casi tres años de tropiezos desde el reboot, finalmente DC pone toda la carne al asador y anuncia con bombos y platillos el pase del año pasado, con el mismo nivel de asombro y sorpresa que la llegada de Buonanotte a Quilmes: el experimentado John Romita Jr., conocido por ser un cruzado de la causa Marvel, se convertiría en el nuevo dibujante del título, lo que significaría además su primer colaboración con esta editorial. Luego de descartar la opción de que Romita fuera artista integral del título, convocan nada menos que a Geoff Johns para acompañarlo en esta labor, un guionista que tiene un largo historial en esto de atajar series en crisis y reescribir la mitología de las mismas para darles una bocanada de aire fresco, renovando el interés del público por esa franquicia. Para cerrar este dream-team sumaron a otra leyenda del medio para las tintas, el alemán Klaus Janson, elevando el cebamiento de los lectores al infinito. A la distancia, las chapas de los nombres vaticinaban eximios resultados, la pregunta obvia entonces es: ¿estuvieron a la altura de las expectativas?
Para responder la misma hay que tener en cuenta que lo que Johns y compañía tenían que superar era poco: Superman se había convirtido en un título maldito donde cada nuevo guionista intentaba imponer su impronta y sello personal sin darle demasiada importancia a las consecuencias de cada cambio, y teniendo en cuenta que tuvimos que tolerar cosas como a Lois Lane obteniendo poderes psíquicos y manifestando una proyección astral con altas reminiscencias al “Superman blue eléctrico”, la vara estaba demasiado baja. Muchos podrían pensar que leer Superman sería análogo a los grandes comics fumetas de Morrison, pero no: los editores y guionistas del título en vez de tomarse de la buena, la que te consigue el Bebe Contepomi, fueron a Villa Soldati y se clavaron el paco más jodido y barato que consiguieron, uno que ni el Pity Álvarez se le anima, y nosotros, los lectores, sufrimos la resaca de un mal viaje.
Johns la tuvo clara desde el principio: el mito del personaje es fuerte, enorme y universal, y lo trasciende a él como guionista y a nosotros como lectores. Y el universo de personajes secundarios de Kal-El es vasto, colorido y muy atractivo, y no existe necesidad alguna de modificar de forma dramática –y errática- el mismo para narrar historias frescas, así que, siendo así, se las ingenia para recuperar las piezas del status quo del personaje casi hasta la época de Byrne –una estrategia nostálgica que a fanáticos treintañeros como yo los sumerge en un estado de delirio-, y comienza a jugar con una preciosa historia en tono zeitgeist que tiene tantos puntos en común con el origen del kryptoniano que no puede menos que disparar sonrisas cómplices en quienes la estamos leyendo. Era tan sencillo como eso: recurrir con originalidad, frescura, buen juicio y ritmo acorde al eterno conflicto que quita horas de sueño a Superman, o sea su relación con la humanidad y su responsabilidad ante las afrentas a las que la sociedad moderna se tiene que enfrentar día a día. ¿Cómo lo hace? A través de la inclusión de Ulysses, un joven de 25 años que, siendo apenas un recién nacido, fue teleportado por sus padres biológicos a una cuarta dimensión para ponerlo a salvo de la potencial destrucción de un mega laboratorio experimental, y allá fue criado por seres que aborrecen la violencia y han dedicado su existencia al desarrollo de la ciencia en busca de la paz. Cuando uno de los pocos seres extraordinarios de esta dimensión con un altísimo nivel de violencia escapa a nuestro planeta tierra, Ulysses es enviado a darle caza, y es cuando se cruza con nuestro Superman.
Mientras Ulysses va reconstruyendo su pasado en la Tierra y tomando contacto con las costumbres de nuestra sociedad, Clark entra en negociaciones con Perry White para regresar al Daily Planet, y Lois recupera su ímpetu de periodista y va detrás de una nueva primicia, arrastrando a Jimmy Olsen que vuelve a transformarse en el imprescindible fotógrafo atento a capturar la imagen que adornará la tapa de la próxima edición. Johns, con tan poco, logró lo que nadie desde el 2011 hasta acá: encontrar un mix balanceado y muy entretenido entre el Superman clásico y el de New 52.
El acompañamiento de un dibujante veterano pero con la potencia y la habilidad para la narración como John Romita Jr. es justo lo que necesitaba esta etapa. Es cierto que le cuesta horrores acostumbrarse al nuevo traje, y son pocos los momentos en los que realmente se ve como una armadura metálica, como así también tarda al menos dos números en terminar de definir las duras líneas del rostro de Kal-El, pero desde el minuto cero disfrutamos de una puesta en página dinámica, de una narración fluida y clara, y sobre todo de un variopinto abanico de expresiones y poses que transmiten más que veinticinco globos de diálogos sobrecargados. Las personalísimas tintas de Klaus Janson no hacen más que potenciar los trazos de Romita viñeta tras viñeta, y logran que cada splash-page sea un carnaval carioca de goce del que no te querés ir más.
Lamentablemente, una de las noticias de esta semana fue el alejamiento de Johns del título en los próximos meses, aunque sí seguirán en el arte Romita Jr. y Janson. Aquel que vaya a reemplazarlo, ahora sí, tiene un desafío enorme por delante, porque esta vez, la huella que está dejando el amigo Geoff se torna casi infranqueable. Mientras tanto, les recomiendo fervorosamente que se acerquen a esta etapa y descubran que no está todo dicho cuando se trata de este personaje, aún con 75 años sobre sus hombros.
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