Mighty ´80s

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X-Men: God Loves, Man Kills

14/06/2024

| Por Diego Accorsi

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Bienvenidos a esta nueva sección que se paseará por la prolífica y asombrosa década de los ‘80s para desempolvar las joyas de una inmensa corona o descubrir los bofes más recalcitrantes que se produjeron en el mercado de los superhéroes yanquis. En estas expediciones cuasi-arqueológicas indagaremos revistas, libros o el formato que fuere, publicados entre enero de 1980 y diciembre de 1989, para ver quiénes brindaron con su arte y cómo se desarrollaban las aventuras en ese período.

Análisis

  • Título: X-Men: God Loves, Man Kills
  • Editorial: Marvel Comics.
  • Formato: Graphic novel de 62 páginas.
  • Período: 1982.
  • Autores: Christopher Claremont y Brent Eric Anderson.

Informe: Cuando a principios de los ‘80s la Marvel de Jim Shooter empieza a incursionar en el formato graphic novel –gracias al mercado de venta directa-, los X-Men de Chris Claremont y John Byrne eran la punta de lanza de la editorial. Para apuntalar una colección que venía bastante tranqui (The Death of Captain Marvel por Jim Starlin, Elric: The Dreaming City por Michael Moorcock, Roy Thomas y P. Craig Russell, Dreadstar por Jim Starlin y The New Mutants por Claremont y Bob McLeod), le encargan un guion a Chris para seguir explotando a los mutantes en este nuevo formato.

En un primer momento, los dibujos iban a correr por cuenta del maestro Neal Adams, que la rompiera con los X-Men a fines de los ‘60s, pero –aunque llegó a dibujar unas seis páginas- nunca se concretó. La editora Louise Jones (pronto Simonson) trae a escena a un casi novato que puede ubicarse detrás de la línea de Adams, pero claramente en ese momento, no le llegaba a los talones. Hablo de Brent “Astro City” Anderson, al que en 1982 le faltaba mucha sopa (aunque ya había dibujado el título de los muties en los nºs 144 y 160 de X-Men 144 y el Annual 5).

Es claro por qué en 1983 X-Men: God Loves, Man Kills causó tanto revuelo. En la era de los televangelistas, poner de enemigo a un reverendo de una iglesia evangélica que con tal de salirse con la suya asesina gente, bueno, es fuerte. Por el lado de los ‘buenos’ tenemos a Cyclops, Wolverine, Colossus, Storm, Nightcrawler y Ariel (una identidad de Kitty Pryde que usó muy poco), pero no hay ninguna indicación de en qué momento de la serie regular transcurre esta aventura (de hecho, la idea inicial era hacerla fuera de ‘continuidad’). También se debe considerar a Magneto como uno de los protagonistas, ya que en la lucha contra dementes segregacionistas el amo del magnetismo es el que tiene más experiencia y acá se une al grupo para enfrentar al reverendo y sus Purifiers, tropas humanas con alta tecnología.

También tenemos a Illyana Rasputín, la hermana de Colossus que, si bien ya no es una niña, todavía no parece conocer sus poderes- ni mutantes ni mágicos. El reverendo William Stryker está básicamente loco, lleno de odio tras haber matado a su recién nacido y luego a su mujer, simplemente porque el crío nació con una mutación (qué extraño….siempre nos dijeron que las mutaciones se activaban en la adolescencia, pero bueno, nunca muestran al bebé, no sabemos cómo era, solamente que este tipo lo asesina por ser diferente, quizá era negro, o chino, o tenía Síndrome de Down).

Ahí comienza una cruzada contra los distintos, enmarcada en una misión divina, con citas a la Biblia y escudándose en decisiones religiosas para motivar el odio de las masas contra los mutantes. El mensaje es claro, es un ‘quiero retruco’ a la apuesta inicial de los X-Men de Stan Lee que hablaban de racismo en los ‘60s. Acá Claremont habla en contra de fogonear la ignorancia con odio para obtener una masa de salames que te siguen sin importar a dónde, solamente porque les brindás excusas a sus fracasos y objetivos para descargar su bronca (¿“se dobadon todo”?). Por supuesto, cuando Stryker convierte a Xavier en un arma contra lo mutantes, descubre que su asistente también es una mutante y la mata ante las cámaras. Se acabó la mentira. La policía sale del encantamiento del pastor del odio y lo boletean. Muchos de estos conceptos aparecen en X2, la segunda película de Bryan Singer y la escena en la que Magneto entra al estadio es muy parecida a la de Days of the Future Past, también de Singer pero en 2014.

El dibujo de Anderson, si bien nunca llegó a gustarme, tiene muy buenos momentos cuando se acerca mucho a un Neal Adams sin onda y levantan un montón con el color directo de Steve Oliff. Como en el Claremont de la época, hay diálogos grandilocuentes, soliloquios sin receptores por el solo hecho de enunciar lo que el guionista quiere transmitir y explicaciones redundantes con los gráficos, típicos de esos primeros años de esta década. Pero en definitiva está muy bien. Se puede leer 40 años después y si bien no es una joya ni descubre América en materia de bajada de línea, es una historia entretenida y con un mensaje claro y positivo. ¿Valía los $5,95 que te sacudían por esta aventura menor de los X-Men en 1983? Dios ama, el hombre factura.

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