¡Que Vuelvan los '90!

De la vasta trayectoria de Howard Chaykin, hoy rescatamos una obra que no es imprescindible pero se deja leer.

Midnight Men

27/09/2024

| Por Alejandro Caracciolo

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Corría 1993, el año favorito de los detractores de los ´90, y ya Image había arrasado en los rankings de ventas, desplazando a Marvel y DC al segundo y tercer lugar respectivamente, mientras surgían otras empresas (Valiant de la mano de Jim Shooter, por ejemplo) y otras establecidas, como Dark Horse, buscaban encajar en el nuevo panorama comiquero que se planteaba por ese entonces, con iniciativas como el sello Legend.

En medio de todo esto, cada tanto seguía saliendo alguna cosita interesante a través del sello Epic de Marvel, a la que todavía le quedaban unos años más. Por supuesto, como bien sabrán los lectores habituales de ésta sección (¿habrá alguno?) no es la primera vez que toco algo de Epic en este espacio; ya anteriormente hablé de Marshal Law, Metropol, Hellraiser, y hay varias más sobre las que eventualmente hablaré, ya que hay muchas cosas rescatables que pasaron por debajo del radar del lector promedio en aquel entonces, y que muchos no conocen. Precisamente, como la que voy a abordar en esta oportunidad: Midnight Men, de Howard Chaykin.

Midnight Men es una miniserie de cuatro números, publicada entre Junio y Septiembre de 1993, y dentro del catálogo de Chaykin, ya sea por su extensión, o por lo directo y simple de la historia, se siente casi como un relleno, como algo no esencial, aún para los lectores completistas del autor. La historia está protagonizada por Barnett Pasternak, un ladrón de carrera, de esos del estilo de Hollywood, que se especializan, estudian y se dedican al robo como si fuera un desafío personal o una aventura, en lugar de un crimen. Me vienen a la mente esas películas de “Ocean’s eleven/twelve/thirteen” con George Clooney y Matt Damon. Una suerte de swashbuckler, pero sin el elemento altruista. De por sí, el swashbuckler (como Zorro) opera por fuera de la ley, pero con el fin de proteger, no de dañar. Ahí es donde se encuentra la diferencia entre el ladrón aventurero, y el swashbuckler o vigilante aventurero.

En el caso de Barnett Pasternak, esa faceta de ladrón aventurero se ve complementada con una suerte de ética profesional, líneas que no está dispuesto a cruzar y las motivaciones por las que podría o no realizar un robo. Lo cual en principio podría no significar mucho, porque a fin de cuentas, desde el punto de vista de un ciudadano promedio, un ladrón es un delincuente, a la par con cualquier otro malviviente que vive de quebrar la ley para ganancia personal a costa de otros. Pero lo que Chaykin establece acá, es la existencia de un, en principio, leve atisbo de un código moral en su protagonista, para llevarlo a través de un camino del héroe, que lo hará decidir convertirse en un protector, en lugar de un delincuente. La idea está bien, aunque no es la primera historia en la que se nos plantea la idea de un “pillo con corazón de oro” que en el fondo tiene cierta vocación de héroe. Hemos visto otras así, tanto en cine como en televisión. Pero está bien, el comic ha sido influenciado por el cine y la televisión, tanto como viceversa.

Barnett acepta realizar un encargo encomendado por un empresario de nombre Noble Youngblood (que podría o no ser una indirecta a Image, de alguna forma. Tratándose de Chaykin, es casi seguro), en el que es acompañado por su novia, Lorraine, y Dwight Youngblood (hijo ilegítimo de Noble), uno de esos grandotes malos y resentidos, con poco cerebro pero muy sádicos. El encargo en principio parece un típico trabajo de los que suele hacer el protagonista: meterse sigilosamente a la casa de alguien, abrir la caja fuerte, y robar un objeto, en este caso, un huevo fabergé, raro y valioso. Típico, excepto por un par de detalles que Barnett descubrirá después, a partir de una serie de circunstancias inesperadas que primero entorpecerán el cumplimiento del plan, pero que después derivarán en lo que ya anticipé en párrafos anteriores, y es que las elecciones de Barnett no serán casuales ni arbitrarias.

Algo que puede ser confuso (lo que no es raro, ya que muchas veces Chaykin utiliza la confusión como recurso narrativo), es el hecho de que las dos primeras páginas del primer número parecen recorrer la historia de un justiciero o de varios justicieros, y por la forma en que está presentado, no queda claro si son recortes de diarios, o afiches de cine, si se trata de personajes que existen en el contexto del comic, o si son ficciones dentro de la ficción. Pero la duda se disipa en seguida cuando durante el robo, el justiciero al que se ve en esas primeras páginas, atraviesa la ventana de la casa asaltada, frustrando el robo, pero lanzando accidentalmente a Barnett a través de la ventana, lo que lleva a Darkangel (tal el nombre del justiciero) a intentar salvarlo, cosa que consigue a costa de terminar empalado en un poste.

En el medio de todo esto, se descubre una trama en la que está envuelto un “cirujano de la muerte” que por orden de Noble Youngblood secuestra, mata y extirpa la glándula tiroides de varias personas con el fin de que Youngblood las utilice para extender su juventud y expectativa de vida. Hay también una historia de origen que se desentraña a través de los diálogos, en la que Buddy, el padre de Barnett, también ladrón, fue asesinado por Noble Youngblood, lo que en principio parece no motivar a Barnett, pero eventualmente forma parte de las varias razones que lo llevan a enfrentar a su empleador. En fin, Barnett termina reclutado por Virgil Lockhart, quien parece ser el fundador o jefe de los “Midnight Men”, la organización que entrena a los vigilantes del estilo del fallecido Darkangel. Así, Lockhart pasa a ser aliado, y digamos nuevo “empleador” (no exactamente, al menos en el primer encuentro) del protagonista.

El final es obvio. Ganan los buenos, y los malos obtienen su justo castigo. La historia tiene sus matices, se deja leer, aunque de a momentos, sentí que el recurso de confusión no estuvo bien empleado, y lamentablemente termina cayendo en la mala narrativa. Hay escenas en las que la situación no está visualmente bien resuelta, y no se entiende bien qué están haciendo los personajes. De todos modos, no deja de ser una obra de Chaykin, y tiene muchos de los elementos que suele manejar habitualmente.

Midnight Men es una de las tantas obras de Chaykin que todavía siguen sin recopilarse. Lamentablemente, Chaykin es uno de esos autores de gran calidad, con una bibliografía enorme a cuestas, pero buena parte de sus trabajos no se han reimpreso.

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