A mediados de los ´90, Warren Ellis era un escritor en rápido ascenso en el mercado de comics de EEUU, que por ese entonces producía casi sin parar una y mil series para Marvel (Hellstorm, Druid, Doom 2099), Image (DV8, Stormwatch), DC (Batman Legends of the Dark Knight), entre otras. Pero su obra más extensa, y sin duda una de las más importantes de su carrera, fue Transmetropolitan.
Transmetropolitan comenzó a publicarse en Julio de 1997, a través del sello editorial Helix, del que ya hablé en alguna oportunidad en esta sección (cuando reseñamos “Bloody Mary”), y que servía como plataforma para presentar obras de ciencia ficción de contenido distópico, subversivo, con toques de cyberpunk y/o post apocalípticos, en algunos casos. La línea Helix se cierra al año de publicación, y Transmetropolitan continúa su andadura a partir del nº 13 a través de Vertigo, que pasa a ser el hogar de la serie hasta el final de la misma en su nº 60, de Septiembre de 2002.
La serie presenta casi todos esos elementos en alguna forma u otra, y además agrega algunos otros que se exploraban en otros títulos de la línea, como la crítica social e institucional, la sátira política, el humor negro, y el transhumanismo.
Precisamente éste último elemento, es el que pienso yo que pone a este comic en una categoría adelantadísima a su tiempo, ya que recién en nuestros días se ha empezado a difundir cada vez más el tema. Las ideas del transhumanismo surgen a partir mediados del Siglo XX, y se desarrollaron hasta derivar en una corriente de pensamiento que propone el mejoramiento biológico e intelectual por medio de recursos tecnológicos para aumentar considerablemente las capacidades humanas, ante el avance del desarrollo de la inteligencia artificial y eventual surgimiento de la singularidad, que dejarían al ser humano en gran desventaja frente a la máquina. Todo esto se incorpora al comic como parte del contexto general que se vive en la sociedad planteada en el mismo, y los consecuentes conflictos sociales que surgen en una sociedad que parece abocada a consumir distintas formas de alterar su condición biológica, de una forma tan casual como hoy en día se abocan muchos a una cirugía estética. Así, se ven por ejemplo, personajes que son mitad humanos mitad aliens, u otros que transplantan su conciencia a una forma gaseosa por medio de nanobots.
Sin embargo, la historia central se enfoca en otros conflictos, puntualmente con respecto a la corrupción política, la enorme cantidad de grises morales que forman parte del sistema, que contribuyen al estado de constante confusión y decadencia moral y cultural de la sociedad, todo lo cual es utilizado como una herramienta de control y avance personal por los candidatos y aspirantes al poder, así como todas las instituciones corruptas del sistema.
Es contra todo esto que el protagonista, Spider Jerusalem, intenta combatir a su manera, en su estilo desenfadado, desinhibido, grotesco, fuertemente crítico y confrontativo, tanto por medio de su columna periodística como algunas veces por medio de la violencia física, la cual es (especialmente cuando la usa el protagonista) completamente caricaturesca y con clarísimas intenciones satíricas. Sin ir más lejos, una de las armas más memorables de Spider, es su “bowel disruptor” (o sea, “disruptor de intestino”) que es un aparato con una forma similar a un secador de pelo, que provoca fuertes diarreas instantáneamente a quien lo apunta.
Hay un gag visual al comienzo de la serie, en el que se ve a Spider Jerusalem con el cabello larguísimo, abundante y ensortijado, y con una barba enorme, con una apariencia muy similar a la de Alan Moore. Cuando Spider vuelve a la ciudad, luego de un exilio de varios años en las montañas, se da una ducha eléctrica, accidentalmente se quema todo el cabello, y queda pelado como Grant Morrison. El comentario es más que obvio, y queda claro que a los ojos de Ellis, ambos rivales son dos caras de la misma moneda.
Sin embargo, la inspiración principal para la creación de Spider Jerusalem, siempre se ha dicho que es el periodista Hunter S. Thompson, y las similitudes son demasiado evidentes para no verlas. Thompson fue el periodista al quien se le atribuyó la creación de una forma de periodismo que se conoce como “gonzo journalism”, una suerte de periodismo amarillista especulativo. El actor Johnny Depp interpretó a Thompson en dos películas, de las cuales la más conocida fue “Fear and Loathing in Las Vegas”, del director Terry Gilliam.
Los personajes secundarios que suelen acompañar a Spider son principalmente sus asistentes Channon (que renuncia al poco tiempo, pero luego vuelve como guardaespaldas) y Yelena. También está la mascota de Spider, un gato con dos caras, y el editor, Royce.
Por supuesto, Ellis no hizo la serie solo, y no podía quedarme sin mencionar al dibujante y co-creador, que acompaña a Ellis durante la mayor parte de la misma. Darick Robertson, a quien hoy en día todos conocen principalmente por su trabajo en el comic “The Boys”, ya demostraba en las páginas de ésta serie su gran capacidad tanto ilustrativa como narrativa. Spider Jerusalem es un personaje muy volátil, de humores muy cambiantes, y reacciones extremas e inesperadas, por lo que era necesario un artista que pudiera plasmar toda esa expresividad en la página, y Robertson lo consigue perfectamente. Además, de que como dibujante cuenta con un arsenal de recursos narrativos amplísimo, y aún los números más relajados, resultan visualmente entretenidos.
Al día de hoy, Transmetropolitan sigue siendo el título de autor más extenso escrito por Warren Ellis, con 60 números, dos especiales (“I hate it here”, y “Filth of the city”), además de dos historias cortas publicadas en la antología “Vertigo: Winter’s Edge”, y sin dudas, Spider Jerusalem es el personaje más icónico creado por el guionista.
Transmetropolitan se recopiló varias veces, y en distintos formatos. Hay dos ediciones de TPBs que reúnen la serie completa con sus especiales e historias cortas, con mínimas variaciones en la forma en que están ordenadas en los volúmenes. La gran excepción sería el volumen 0 de la primera edición, el cual no existe en la segunda edición de TPBs, y cuyo contenido se encuentra repartido en otros volúmenes. Luego hay una edición Absolute que reúne el contenido de los 10 TPBs en la mitad de los tomos.
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