JH: Hablando de colectivos heterogéneos y divertidos, entrás en Historietas Reales con Los Resortes Simbólicos, en 2006, que hacés hasta el 2009. Visto a la distancia de estos pocos años, ¿cómo recordás esa experiencia? Porque en Los Resortes… tenés una manera de contar que no desarrollaste en otros trabajos tuyos.
MA: Hace poco estuve revisando Los Resortes… porque anda por ahí una posibilidad de re-editarlo en un tomo único. Me parece que es un poco difícil replicar eso en otra cosa y que no resulte un mohín. Que no me transforme en mi propio Danger Four. Lo que yo intento es ser honesto, y me parece que Los Resortes… fueron eso, y es una forma de relato que a mí me gusta. Pero ninguno de los proyectos que abordé después tienen que ver, requieren otro timing, otras cosas. Los Resortes… remite al policial negro –por la presencia muy fuerte del relato en off- pero también a cierta retórica del tango más existencialista. Remite al jazz en esta cosa de que no está muy claro por dónde se está yendo. Es una improvisación semanal. Vas escuchando y descubrís que ese fraseo funciona y lo empezás a usar. Pero en las primeras partes del tema no lo había encontrado. Incluso gráficamente se nota que es una improvisación. Hay determinados momentos en que se estabiliza, pero es una cosa muy –si se pudiera lograr- entre tanguera y jazzera. Hubo un momento en Los Resortes… en donde no tenía mucho de qué hablar, tenía que volver sobre lo mismo. Está ahí, me gusta, me siento orgulloso de haberlo hecho. Incluso con las cosas que no me gustan. Y no es un orgullo asumido como artefacto, sino como algo de una honestidad corajuda. Todo lo que trajo Historietas Reales alrededor es otra historia. Me da mucha alegría, pero no me siento orgulloso. Es como si no hiciera nada y se enamorase de mí la mina que me volvía loco. Y no sé si tengo que estar orgulloso porque no tengo claro qué hice para que la mina esté muerta conmigo.
JH: ¿Cómo ves HR ahora? Porque pasaron muchos años desde el comienzo, cuando se conformó de una forma más orgánica y se convirtió con el tiempo, si se quiere, en un espacio de legitimación. Ahora aparece más disperso, aunque vos seguís colaborando con los guiones de “Control de Plagas”, que dibuja Jok. ¿Cómo ves hoy el lugar que ocupa HR dentro del medio?
MA: HR, de manera absolutamente fortuita, si se quiere, estuvo en el lugar exacto en el momento justo. Arrancó con la honestidad y legitimidad de un encuentro de tipos que hacen un asado. Y de golpe y porrazo sucedió algo que nadie tenía en mente: se transformó en un montón de gente entrando, el público siguiéndonos. Y a tal punto no teníamos dimensión de eso que cuando Martín [Casanova] nos propone sacar el libro, lo hacemos y lo vamos a presentar acá cerca [La Dársena], no habíamos terminado de pegar unos cuadritos horribles en la pared y ya había gente esperando en la puerta. Y después nos pedían autógrafos, los comentaristas se identificaban. Creo que nos sobrepasó por completo a todos. Extrañamente, para bien y para mal, no nos superó en el lugar de la pedantería. Eso, en algún punto, también nos jugó en contra, porque no supimos valorar qué era lo que estábamos haciendo. Nosotros siempre nos pusimos en duda. En líneas generales somos una generación de historietistas que, hasta HR, perdimos todos los partidos. Y de pronto metimos un gol, metimos otro, y el segundo fue de rabona, no fue con la rodilla. Pero decíamos “no, debe ser el arquero que no estaba mirando”. Por otro lado sucedió que, así como estuvo en un momento y un lugar indicado, y haciendo una cosa concreta que era la autobiografía, sufrió el impacto de los blogs ante el avance de otras redes sociales; el género autobiográfico cansó, como pasa con cualquier cosa, y además –para bien- dejamos de ser la isla que estaba andando y empezó a aparecer otra gente, incluso de una generación posterior. Eso, sumado a Fierro –que todavía no estaba-, Comic.ar, Cuadritos, la vuelta de Comiqueando también tuvo que ver. Fue todo muy acelerado, y esa situación coyuntural que teníamos todos como autores, que estábamos más o menos en un lugar parecido, en HR o por fuera de HR, hizo que dejemos de estar parejos. No en calidad, pero sí las diferencias que se fueron suscitando hicieron que la valoración y la relación con el blog cambie. Nosotros nos dimos cuenta que la autobiografía quizás estaba agotada, y cuando tomamos la decisión de que fueran historias con continuará, quizás no fue la mejor, aunque Cena con Amigos dice lo contrario. Entonces es medio raro. También es cierto que HR fue un colectivo absolutamente horizontal. Eso hizo que logre todo lo que logró y que no logre todo lo que no logró. Pero consiguió, por ejemplo, que Tute me leyera y se me presente a mí como lector. Una cosa absolutamente loca.
Lo que hoy sucede con HR es que ocupa un lugar como podría ser La Portuaria (risas). No en la época de “Selva”, pero estamos. Y no está mal ese envejecimiento. Ahora, como “chas-chas” propio, de mi participación, que trata de ser lo más honesta posible con el lector que está del otro lado, es que hay una realidad: después de haber comido el dulce de que te dejaran un montón de comentarios, sembrar en el vacío es un esfuerzo. Y hay gente que ha entablado un vínculo afectuoso con el blog, y otros colaboradores que han entablado un vínculo fáctico. Que es muy válido también. El vínculo fáctico se mueve según el viento de la necesidad del artefacto de HR para que le genere algo. Y el afectuoso no se mueve por ese lado solamente. Uno lo quiere a ese espacio porque le dio un montón de cosas, desde lo afectivo, desde lo profesional. Y hoy lo que se ve es que esa cosa fáctica no está funcionando de la misma manera que cuando era el validador. Y entonces, si uno se fija en la botonera de HR, lo que ve es una mala salud editorial. No porque lo que se publica sea malo -muy por el contrario- sino porque no se publica con la responsable asiduidad y constancia, cosa que antes no sucedía. Si tengo que hacer un análisis, me parece que luce menos, pero, guarda, porque de la segunda camada de autores que se suman aparece Power Paola con “Virus tropical”. En eso tiene mucha responsabilidad Ernán y su curiosidad perpetua por los autores latinoamericanos. Eso te permite ver qué pasa más allá de Argentina. Acá tenemos tanta cantidad y calidad de autores, que a veces no vemos para afuera. Se verá. Como dice Elliot “no desapareceremos como un estampido, sino como un quejido”.
JH: Después –mucho después- de que Tute se te presenta como lector, entrás a La Nación. Y lo hacés con la tira que ya tenías desde hacía mucho tiempo, la primera casi. ¿Jim, Jam y el Otro siempre fue tu única opción?
MA: No, para nada. Cuando voy a la muestra de Parés del Sr. y la Sra. Rispo, se me aparece un tipo y me dice “mucho gusto, Tute. Me encanta lo que hacés”. Nos quedamos ahí charlando un rato. Luego él me invita a la presentación de su libro en el Recoleta. Charlamos otro rato más. En esa época arreglo con Domus para sacar el libro de “Los resortes simbólicos” y lo invito a Tute a la presentación. El negro pasa –mi relación con él era lo que te había contado antes y nada más- temprano porque se tenía que ir rápido, me trae el libro Tute de bolsillo y yo le doy uno de Los Resortes… Yo estaba re contento con la presentación del libro, iba a cantar unos tangos con mi familia, había un montón de gente de la tribu que arrastraba HR. Y él me cuenta,”mi jefe me preguntó a quién podía recomendar, porque están buscando una tira para La Nación. Yo les recomendé a Parés y a vos. ¿Te animás?”. (Pone cara de sorpresa) “¡Sí!” le digo yo. “Bueno, listo, hablamos en la semana, no te preocupes”. De ahí en adelante, el resto del evento no entendía nada. A los dos o tres días me llama Tute, me da el teléfono de su jefe (ahora el mío también), y me dice “dale, que está esperando tu llamado”. Llamo a Carlos Guyot y lo voy a ver. Le llevo varias propuestas entre las que estaba Jim, Jam y el Otro, por una cuestión de obviedad. Tenía una selección de 70 tiras que más o menos le podía llevar. Pero yo lo había dejado de hacer en 2005, lo consideraba una etapa agotada. Incluso le llevé una adaptación de “Los resortes simbólicos”. Sucede que en la conversación con Guyot, encontramos que los dos éramos fanáticos de Seinfeld y él empezó a encontrar esa referencia en la tira. “Dejame que lo voy a revisar” me dijo, me acompañó y me fui. Me acuerdo que después lo llamé a Tute para invitarle una cerveza. Más allá de lo que pasara con el diario, me sentía agradecido de que este tipo que ni me conocía haya tenido conmigo la deferencia de recomendarme en el diario. Nos juntamos en un bar, nos pusimos a cantar un tango del que no nos acordábamos la letra y terminamos en el cumpleaños de Jaime Torres a las 4 de la mañana. Cualquiera. Y nos hicimos amigos. Hasta que un día me llama Tute, pensando que ya me habían avisado del diario y me da la noticia. Por lo tanto me reúno y ahí arranco. Creo que tuvo que ver con que le llevé la tira que estaba buscando ese editor. Yo descreo mucho del “no, me contrataron a mí porque mirá lo que hago”. Con la cantidad y calidad de humoristas gráficos que hay, esas no deben ser las razones por las cuales se toma solamente una decisión.
JH: ¿Por ahí les cobrás barato?
MA: No (risas). Se dio, era la tira que estaban buscando. Creo que Carlos tiene mucho mérito de esa página y tiene una cabeza de editor muy clara. Queda como que hablo bien de mi jefe, pero bueno, va fangulo.
JH: ¿Cómo la ves desde que arrancó hasta hoy? A mí me pasa que, con el correr de los años, veo cómo los personajes empiezan a ganar cada uno una identidad propia. Hay cosas que le pasan solo al pelado, o al alto, y que no pueden ser de otra manera. Al principio los veía como más intercambiables.
MA: Es bastante acertado eso. Pasa algo: cuando uno arranca una tira, intenta como en cualquier laburo planificar sobre qué mapa va a avanzar. Y trata de ponerle reglas, y cuantas más tiene más asequible parece. Es mentira, es una fantasía. La mayoría de los trabajos que uno hace como dibujante tienen un comienzo y un fin. Yo puedo hacer Dago durante veinte años, pero cada episodio empieza y termina. La tira no, es un continuado, aunque tenga un comienzo y un fin cada una. En realidad, lo mejor que te puede pasar es que no se termine nunca, porque te quedás sin trabajo. Entonces, sobre ese parámetro sobre el cual no trabajé nunca, yo había armado una tira semanal y que tenía determinadas características. El primero, desde lo formal, era que derivara hacia la historieta. Había una decisión estilística de ponerle “rosca” historietística en angulaciones, fondos, etc. Otra era poner personajes que en realidad fuesen uno solo, tripartito. Parto de la anécdota de Larry Davis, en donde le reclamaban que los personajes de Seinfeld eran muy parecidos, y el decía “si no fuesen parecidos no serían amigos”. Todo suena muy lindo, hasta que llega un momento donde eso no te funca más. Porque te das cuenta que una tira semanal tiene 52 entregas en un año y en una diaria con eso no llegás a dos meses. En una semanal, vos podés intentar que todos los goles sean de palomita y alguno de puntín, ninguno con algún costado del muslo. En una diaria, lo importante es hacer un gol, como sea. E incluso le da una buena salud a la compilación que no todos los goles sean de palomita. Eso genera un clima de difícil lectura. Ahí me di cuenta que si por alguna razón [Charles] Schulz le había puesto a cada personaje algo estereotipado y Quino había hecho lo propio, yo necesitaba hacer eso.
Pero por otro lado buscar la manera de que la tira y el verosímil fuesen lo suficientemente flexibles como para poder incorporar cosas nuevas. Como pasa, por ejemplo -y salvando las distancias- con el último Inodoro Pereyra, donde se aleja de la parodia y entra en un mundo propio donde puede aparecer un fakir, He-man, un marciano y es como un consultorio donde llega gente, pero sin dejar de ser Inodoro Pereyra. En función de esos elementos empecé a buscar artefactos que me sirvieran. Lo primero que descubrí es que además de poder darle determinada particularidad a cada uno de ellos, necesitaba sumarle co-equipers. Y necesitaba separarlos, salvo cuando son viejitos, o cuando son nenes. También hay una presencia de que uno está publicando una tira en el segundo diario de mayor tirada del país y eso es un mochilón que en un momento dado –porque nadie puede estar constantemente pensando en eso- se afloja y uno empieza a tener cierta soltura de cuerpo que le hace bien al trabajo. Uno tiene que ser lo suficientemente permeable como para ir abriendo la cancha a qué se puede hablar y de qué se puede hablar. Y además por una cuestión de que en el mundo masculino de tres amigos hay un momento dado en que no tiene más jugo. Sin embargo, si yo pongo a uno que tiene problemas de laburo, a otro con problemas de pareja y a otro con problemas de padre, si se quiere –aunque no es con el hijo sino con el sobrino- la cosa se enriquece.