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 identificación, y un humor que desborda acidez y sátira sin concesiones. Hace unos años le llegó la oportunidad de presentar su talento al gran
 público en una tira diaria, Lucha Peluche, que recientemente alcanzó su primera recopilación en libro. En este Mano a Mano nos metimos en la vida
 y obra de un grande que todavía se sigue creyendo un niño…
EL NIÑO RODRÍGUEZ
 Javier Hildebrandt: Bueno, arrancamos con la clásica. ¿Te acordás el momento, si es que lo hubo, en que dijiste “yo quiero dibujar toda mi vida
 y quiero vivir de esto”?
 Niño Rodríguez: No lo recuerdo porque fue de toda la vida. Desde chico dibujaba, y cuando me preguntaban que quería ser cuando sea grande, respondía
 “dibujante de historietas”. Nadie se acuerda que yo haya dicho alguna vez algo diferente. Para mí siempre fue un laburo viable. Yo empecé a trabajar
 de muy pendejo, alrededor de los 15 años, y siempre busqué lugares. Algunos me pagaban mejor, otros peor… a veces me daban canjes en un puesto de
 panchos, y yo me iba feliz a comer los panchos porque me los había ganado dibujando.
JH: ¿Qué cosas te gustaban en el momento en que empezaste?
 NR: Se te va acumulando desde lo primero que leés. Me acuerdo de Tintín, o algunas cosas de Billiken. Y después vas conociendo cosas nuevas, y de cada
 uno querés tomar algo.
JH: ¿Desde el comienzo te tiraste por el lado de la comedia y el humor gráfico?
 NR: Sí, la verdad es que nunca intenté hacer una cosa seria. Es que no me creo nada. Para hacer algo serio, como mínimo te tenés que creer el sufrimiento
 de los personajes, y yo no me creo ni el sufrimiento de la gente común, así que imaginate (risas).
JH: ¿Te acordás cuál fue tu primer laburo profesional?
 NR: Fue todo muy paulatino. No hay un equivalente a debutar en Primera. Tal vez cuando salí por primera vez en Fierro, pero ya antes había publicado
 algunas cosas en Humor y SexHumor. En El Tajo también. Era una época en la que había un montón de revistas, una fiesta que duró hasta el 91 ó 92.
JH: ¿Eran todos laburos bastante dispersos, sin continuidad?
 NR: Hacía lo que me chiflaba el moño. Un poco como toda la camada de aquella época: Fayó, Podeti, el querido Dani (the O). Y todos hacíamos humor, o historietas
 medio bizarras, con argumentos raros.
 JH: ¿Ahí empieza a aparecer Rolo Puente?
   
 
 NR: Sí. Era un personaje fácil de dibujar, y tiene un nombre que, por sí mismo, ya es gracioso. Hacés una secuencia con cualquier huevada, y al final aparece
 Rolo Puente y es gracioso. Es un recurso que después usó mucho Capusotto, o Cha-Cha-Cha, de bautizar a fulanito con el nombre de un famoso medio bizarro. Era
 un no-chiste, no había ni que explicarlo. Obviamente, nunca lo conocí. Una vez me ofrecieron presentármelo y yo no quise. Quería mantener la ilusión (risas).
 Tenía apariciones esporádicas, y después tuvo una participación más fija en Visite Nuevo México.
JH: ¿Por aquellos años, a principios de los ’90, es que empezás a meterte en animación? Me acuerdo de un corto, “Pamela”…
 NR: Sí. Había hecho otras cosas antes, pero eso fue el primer intento real de inventar un sistema de animación muy barato que sirviera para usar como micro dentro
 de un programa de televisión. Lo hice junto a Pablo Franza, y era re pedorro: todos recortes y superposición por croma. No había computadora, era todo analógico.
 Pero, más o menos, el estilo visual terminó siendo el mismo que pocos años después se empezó a usar en flash. Era el mismo concepto: recortes en movimiento.
 Estuvimos adelantados cinco minutos al flash, si hubieramos arrancado con el proyecto dos años después, ya lo hubiesemos hecho en compu. Además queríamos hacer algo
 barato, que fuera posible sacar uno o dos minutos por día de eso. Teníamos un stock de figuras, como títeres de papel. Recorrimos un montón de lugares, a todo el mundo
 le encantó pero nadie encontró cómo encajarlo en algún programa.
 Por esa época también hice muchísima publicidad, ilustración, creación de personajes, story-boards, packaging. Está buenísimo, aprendés un montón. Y se pagaba muy bien.
 Así que no tenía sentido seguir haciendo páginas para revistas que pagaban centavos (literalmente) contra lo que cobraba por hacer un laburo de publicidad que llevaba
 el mismo tiempo. Me acuerdo de reuniones con dibujantes en los que les decía “che, lleven carpetas porque pagan bien”. Pero muy pocos se engancharon, no era su onda.
JH: Más adelante hiciste los cortos del conejo Lars. ¿Cómo fue eso?
 NR: Esos laburos los hice con mi socio, Manuel Martí. En ese entonces queríamos entrar en una calesita de hacer cosas comerciales para que esa guita nos bancara los gustos, pero al final siempre
 terminábamos haciendo los que nos gustaba y nunca enganchábamos clientes. El primero de Lars lo hicimos para Telefé Cortos, y quedó entre los diez seleccionados. Y lo hicimos
 en un día, porque parte de la joda era parodiar al Dogma. Y lo hicimos el último día antes de que venciera el plazo de entrega. Si uno se divierte con el proceso, esa
 diversión queda en la obra. Y al corto le fue super bien. Nos invitaron a Alemania, lo presentaron en el Festival de Mar del Plata, en I-Sat lo tienen en el archivo y les
 dijimos que lo pasen cuando quieran. Además, como ninguno de los dos veníamos de alguna escuela de animación, no teníamos una formación académica, nos divertía hacer experimentos.
 JH: ¿Qué más hiciste durante los ‘90?
   
 
Bazooka Joe por El Niño Rodríguez (imagen tomada de eloficiodelplumin.blogspot.com)
NR: Bueno, hacía los chistes de Bazooka, ilustraciones en Olé…Ahí trabajé hasta el ’98, y era casi el único ilustrador.
JH: ¿No se te ocurrió presentar ahí una propuesta para tira?
 NR: No, porque no entendía un sorete de fútbol (risas). Y cuando propuse algo para la revista [Mística] era tan bizarro que no salió. Eran los mismos personajes con
 los que después hice Visite Nuevo México.
JH: ¿Ahí en Olé fue tu primera experiencia en un diario?
 NR: No, antes había hecho algo en Clarín, ilustraciones para la parte de infografías. Y un montón de dibujos para el Sí!, había muchos ilustradores laburando en esa época,
 que es cuando empiezan con el rediseño del diario. El estilo mío les servía a los que hacían las infografías, para que no fueran tan duras. Y de ahí me fui con parte de la
 gente del diario a hacer Olé.
JH: Ahí ya tenías un trabajo mucho más regular…
 NR: Sí. Hacía dos o tres ilustraciones semanales, más suplementos… Un montón de laburo. Pero a la quinta vez que tenía que dibujar Boca – San Lorenzo ya no sabía qué carajo hacer.
 Preguntaba, “¿cómo, otra vez juegan?” (risas). No entendía nada de fútbol. Después aprendí.
JH: ¿Cuándo arrancás con Visite Nuevo México?
 NR: En el ’98 empieza a salir la revista TresPuntos. Me llama Claudia Acuña, una de las directoras en ese momento. El jefe de arte era Alfredo Sábat. Les gustaba lo que hacía, y
 primero me empezaron a pedir ilustraciones, durante un año más o menos. Y después quisieron reforzar la revista con otras cosas, y me pidieron una página para el cierre. Ahí nació
 Visite Nuevo México: unos cuántos personajes que tenía sueltos los reuní en un solo lugar. A muchos les cambié el diseño, pero casi todos ya habían aparecido en algún lado. Y duró
 hasta el 2002, cuando cerró la revista. Era una página a color semanal –algo no muy común en ese momento. Tengo un archivo de 230 páginas, diseñado para que salga alguna vez en
 libro. Si alguna vez sale quiero que sea una sola cosa grande, única. En aquel entonces era un libro caro, hoy sí se podría hacer.
 JH: A mí me da la sensación cuando leo Visite Nuevo México –y que lo veo también ahora en Lucha Peluche- que transcurre en una suerte de futuro post-apocalíptico, en donde queda solo
 un desierto y una serie de personajes arquetípicos (El Sr. Rocamora, el periodista Tony Torres, las modelos, el conejo, los jinetes del Apocalipsis, el bar) que funcionan como símbolos
 del viejo mundo. No sé si tu idea original se acerca a algo de lo que digo…
   
 
 NR: No, pero sirve (risas). Está perfecto. Yo tenía todos esos personajes y quería cruzarlos. Y aprovechando mi estilo limpio, el desierto lo hacía con una línea. Eso lo inventó Fontanarrosa.
 Pero también es un espacio muy teatral, fijate cómo Inodoro Pereyra se ha adaptado un montón de veces al teatro. Porque todo sucede no en una locación, sino en un espacio abstracto. No
 solo gráficamente, sino conceptualmente. Tiene puntos de contacto con el teatro moderno: está Inodoro ahí parado y pasan un montón de personajes que se cruzan con él en un diálogo. Yo
 tenía un montón de personajes y me divertía investigar qué harían si se cruzaran, quá pasaba si La Familia Bolchevique se cruzaba con el periodista. O con Dios. Tienen sus capítulos de
 cruce y sus capítulos en donde están solos, pero me gustaba mucho que se crucen. De hecho, tengo armado un chart para saber quién se cruzó con quién, y cuándo (risas). Cuando no se me ocurre
 nada, me pregunto “bueno, ¿quiénes no se cruzaron?”, y con eso ya armo algo. Cada uno va con su visión del mundo, y chocan. Y ahora con la tira hago exactamente lo mismo, continuar con ese
 espacio más parecido a la Pampa, más verde, no tanto como Nuevo México. Varios de los personajes son los mismos.
 JH: Sí, otra cosa que veo en Lucha Peluche es que laburás mucho con la representación icónica de varios conceptos. Por ejemplo, el oficialismo es una serie de parlantes, la oposición son
 los gorilas. ¿Cómo vas laburando los personajes?
 NR: Van saliendo. Hay, sí, una intencionalidad clara de representar algo. No te puedo decir que es consciente, pero está. A mí me gusta mucho el diseño gráfico, es algo en lo que laburé mucho,
 y sé que mi trabajo les encanta a los diseñadores. De hecho, me invitan más seguido a dar charlas gente de diseño que gente de historieta. Y tiene que ver con que yo no me quedé solo con la
 historieta, hice mil cosas con el dibujo. Por ejemplo, hago dibujos para Ver para Leer, el programa de Sasturain. Hace cuatro años que hago todos los fondos. Ahí hago un laburo digital,
 la escenografía se combina con las personas en la edición, y para todos los capítulos hay que hacer una nueva, y hacerlo a Juan hablando con personajes. Es muy divertido, y la gente de Telefé
 es muy buena onda. Y también diseñé la escenografía para RSM, pero ahí fue distinto, porque era una sola vez para que la usen todo el año, y era corpórea. Pero también fue muy divertido, porque
 se coparon con los personajes que hice y les pusieron motorcitos para que movieran las cabezas. Fue un lindo trabajo, y eso es lo que me gusta a mí: hacer lindos trabajos, independientemente
 del medio. Me parece mucho más importante laburar con gente entretenida, que el medio en el que me desarrollo, me da lo mismo. Por eso hice historieta, tele, animación, radio, publicidad.
 Y siempre quiero hacer cosas distintas: volveré a hacer animación, volveré a la historieta y volveré a dejar la historieta también.
JH: Vuelvo, entonces, a Lucha Peluche ¿Cómo llegás con la tira a Crítica?
 NR: Casualmente, yo estaba dando una charla en Mendoza, en la facultad de Diseño Gráfico, y uno de los invitados era [Daniel] “El Sueco” Álvarez, director de arte del diario. Esto fue cuando
 Crítica todavía era un rumor. Me invitó a participar y yo me prendí. En ese momento no estaba haciendo nada de gráfica, estaba laburando en animación, en Supercarne! Y justo por esa época
 no teníamos ningún encargo. Ahí también a mi socio le ofrecen otro trabajo en Turner, y a los dos nos pareció copado que termináramos ahí y siguiésemos cada uno por su lado. Para mí la tira
 diaria era como pasar a jugar en la selección del dibujo. Eso sí que es ganarse los galones.
 JH: ¿Para cuando te llaman ya tenías algo más o menos armado?
   
 
 NR: No. Lo que sí venía haciendo en mi página web eran tiras sueltas con algunos personajes (el conejo, Tony Torres). Cuando yo empecé a laburar en animación, en esos años aprendí un montón.
 Y cuando quise volver a dibujar en gráfica me di cuenta que me había cambiado el dibujo. Yo ya no pensaba tanto el personaje en un sentido de plantado en página, sino como un plantado de pantalla.
 Es completamente diferente. Entonces se me ocurrió aplicar todo eso a una tira. Ahí me puse a rediseñar todos los personajes como si quisiera hacer animación. Por eso las formas y los cortes que
 tienen son en algunas ocasiones más planos, y en otros tienen más volumen. Es al día de hoy que mi proceso de producción está más cerca del dibujo animado que del método tradicional del que hace
 la viñeta en un papel. Yo no tengo originales. Dibujo a mano pero armo todo en la compu. Tengo a los personajes dibujados en diferentes hojas, los escaneo y convierto todo eso en una librería que
 uso bastante. Lo cual me permite también tener una tira con un nivel de detalle gráfico que pueda cumplir con los tiempos del diario. En este estilo de línea limpia y perfecta, si tuviese que
 dibujarlo de otra manera, no llego.
JH: ¿Siempre te planteaste hacer esta especie de continuidad de Visite Nuevo México?
 NR: Era lo que me salía, no se me ocurría algo muy diferente. Son esos personajes y el mecanismo por el cual se encuentran. El conejo tiene un rol más de opinador, es el que mira a cámara y tira
 alguna frase. Nació como un graffiti en la calle: como es fácil de hacer, me había comprado unos fibrones para dibujar y lo hacía en todos lados. Y siempre le agregaba un globo diciendo alguna
 huevada, por eso también el conejo es grafitero.
 JH: ¿Cómo estás viviendo la experiencia de hacer una tira diaria?
   
 
 NR: Y, al principio te querés morir, se te va todo el día en eso. No podés hacer otro laburo. Arranqué con veinte tiras adelantadas, y al mes ya estaba haciendo todo al día. Pero pasa también
 que yo hago chistes de actualidad –no aparece la actualidad, pero sí está contada por los personajes. Si hay un conflicto entre el gobierno y un periodista, no lo pongo a Kirchner y a Magnetto,
 pongo a Tony Torres y al parlante. Los protagonistas son locales, el conflicto es universal. Y a mí me gusta más hacer cosas universales. A lo mejor estoy contando lo mismo, pero no tengo ganas
 de poner la caricatura, en cinco años ya nadie se acuerda ni quiénes son. Me parece que les estoy rindiendo honor si los dibujo (risas). En otras secciones del diario sí hacía caricaturas, hasta
 que se presentaron los problemas y fui colaborando cada vez menos. Me gusta que la tira sea así: con una línea y un concepto limpios, casi yendo hacia la abstracción.
JH: Con todas las idas y vueltas que tuvo en el diario, ¿en algún momento te hicieron objeciones sobre temas que tocaste en la tira?
 NR: No. Jamás me dijeron ni “qué horror” ni “qué lindo”. Lo único malo que podía pasar era que no entregase a horario. Alguna vez, al principio, pregunté “che, ¿esto no será mucho?” y como me
 respondieron que no, después no pregunté más. Aparte yo estoy muy alejado del día a día del diario, porque trabajo desde mi casa y mando la tira por mail. Es muy aburrido el trabajo de dibujante,
 pueden pasar tres o cuatro días sin que salgas de tu casa. Es muy ermitaño, y yo no soy muy así, por eso me gusta hacer otras cosas, como publicidad, porque implica otros movimientos de gente y
 lugares. Me cuesta sentarme a dibujar, porque la idea es muy linda pero el proceso de producción me aburre. También por eso trabajo con un stock de imágenes, para ahorrarme tiempo. No me parece
 que un dibujo sea bueno solo porque estuviste 18 horas haciéndolo. Podés haber estado todo ese tiempo y que sea una garcha. Ni creo que algo sea mejor porque está hecho todo a mano…Un lápiz es
 una herramienta, igual que la computadora, con una tardás 25 horas y con la otra, 5 minutos. No sé cuál es la ventaja moral de elegir una herramienta por sobre otra. Pero para algunos, hay ciertas
 herramientas que son honestas y otras que son tramposas. Que no necesariamente está mal, yo estoy seguro que hay gente que aplica ese juicio cuando tiene que consumir arte. Algo hecho a mano –en
 realidad yo también trabajo “a mano”, no manejo el mouse con el pie- les resulta más valioso que algo “manufacturado”. Pero para mí son simples diferencias en el proceso de producción, no me parecen
 categorías aplicables. No se puede hacer un juicio ético sobre cuestiones estéticas.
 JH: ¿Por qué le cambiaste el nombre a la tira, de “Muy lindo todo” a “Lucha peluche”?
   
 
 NR: “Lucha peluche” iba a ser el nombre original. De hecho, cuando la publiqué suelta en otros lugares –como en Comiqueando– se llamaba así. Y al momento de salir el diario estaba entre esos dos,
 y no sé por qué elegí “Muy lindo todo”. Después me di cuenta que nadie se lo acordaba… le decían “Qué lindo todo” (risas). Además yo siempre seguí incluyendo el “Lucha peluche” en algunas tiras,
 porque me gusta poner el título del personaje que aparece. Con ese nombre aparecía siempre el conejo, que se llama Alejo. Pero tampoco es algo que me caliente mucho, hay personajes que ni siquiera
 tienen nombre. Hasta que en un momento le pido al diario de cambiarlo, y no me hicieron problema por nada. En ese sentido, es un diario super buena onda, por lo menos para laburar. Me parecía que
 “Lucha peluche” suena mejor, es mejor como marca. En el libro salió directamente con ese nombre, y “Muy lindo todo” como un comentario del conejo.
JH: De los personajes recurrentes, uno de mis favoritos es Toni Torres, el periodista. La frase que repite siempre ,“tensa calma”, me parece un hallazgo…
 NR: Eso está sacado de TN, yo no inventé nada (risas). Es un oxímoron, no dice nada. A ese personaje lo tengo desde Visite Nuevo México, y es claramente una sátira del periodismo, pero ahora, con
 todos los cuestionamientos que se le hacen a la prensa, cobra otra dimensión. En otro momento era más raro, la percepción del lector sobre el periodismo hace diez o quince años era de algo sacrosanto.
 Cosas que ahora son tema de debate, uno que labura en los medios las sabía, pero eran innombrables, y ahora se debaten en televisión. Qué sé yo, para mí está bien, todo lo que sea quilombo me divierte.
 No tengo problemas con los quilombos, al contrario, me he metido en algunos de puro aburrido que estaba (risas).
 JH: ¿En este momento tenés algún otro proyecto por salir? ¿Pensás seguir con la tira en otro lado?
   
 
 NR: Pase lo que pase con el diario, voy a seguir con la tira. Tal vez no con una periodicidad diaria, pero sí continuarla, ya sea por Crítica si sigue (ojalá que así sea), en otra publicación si la
 quiere comprar, o en internet. La mayoría de los lectores de la tira la leían en el blog, el diario en papel vendía muy poco. Entonces no veo por qué toda esa gente no va a clickear en otro lugar
 para seguir leyéndola. En su mejor momento, la página web del diario tenía 2 millones de visitas, y mi blog estaba arriba de 15.000/ 20.000 por mes, con una permanencia en la visita de 4/ 5 minutos,
 que para internet es una eternidad. Además, el RSS del blog era una garcha, ahora estoy haciendo una página propia, que la voy a manejar yo, así siga o no el diario. Había que ponerle las herramientas
 para compartir en redes, mejorar la parte de comentarios, porque sino parece un blog del ’99. Cosas que el diario en algún momento las quería hacer…Lo que voy a hacer es modernizar eso y subir el material
 anterior, menos lo que ya salió en el libro.
JH: Me das el pie para preguntarte por el libro. ¿Cómo te contactaste con Divinsky?
 NR: A él lo conozco de hace años, como todo el mundo. Pero yo no tenía material que se ajustara a lo que saca De la Flor. Tenía muchas historietas sueltas, y la editorial no suele hacer esa clase de
 recopilaciones. En cambio acá ya tenía un formato y un volumen mucho más interesante. Se lo propuse a Divinsky en una Feria del Libro, y en la Feria siguiente estaba en la mesa. Aparte él siempre está
 buscando gente nueva para renovar el catálogo. Esperemos que le vaya bien. Lo díficil de esto es que es algo nuevo, el diario tal vez circulaba poco y no lo conocen, o los que lo leían por el blog no lo
 vieron en librerías… La distribución es rara. Es un libro chico, del que por ahí quedan veinte en una estantería y nadie los ve, y a lo mejor veinte tipos que entraron a la librería lo hubiesen comprado,
 pero no lo ven. Es muy aleatorio.
 JH: Bueno, para ir cerrando, humoristas gráficos de ahora e históricos que leas y te gusten…
   
 
 NR: Me gustan todos. Todo lo que pueda comprar, me lo compro, incluso cosas viejas. El otro día conseguí la colección completa de El Tajo, que no la tenía. ¡50 pesos por 10 revistas! ¡El Tajo! Podeti,
 Fayó, Comotto… cosas mías que ni yo me acordaba. Me gusta todo, a todo el mundo le encuentro algo bueno, hasta al peor. El más choto, el que nadie quiere, algo bueno tiene. Y está bueno encontrarlo y
 tomar de ahí lo que te sirve. No estoy en contra de nadie…
JH: ¿Todo lo crítico y todo lo ácido que podés ser lo volcás en tus tiras?
 NR: Sí, mis personajes pueden decir algo en lo que yo estoy por completo en desacuerdo, Yo no estoy de acuerdo con Rocamora, por ejemplo, pero un empresario capitalista delirante tiene que decir esas
 cosas. O los comentarios de Mortadela, que son de una sumisión irritante. No suscribo a lo que dicen ellos, sino todos dirían lo mismo y no habría absolutamente ningún conflicto.
JH: ¿Para eso tuviste una tira en dónde vos mismo eras el personaje?
 NR: Sí, eso lo hice un tiempo y después me empezó a parecer medio falso. Era una versión de mí, y la verdad que… las mismas boludeces que decía yo las podía decir el conejo, o Mortadela, o cualquiera.
 Me parecía al pedo poner mi cara. Lo hice en un momento para experimentar, como hacen varios con la autobiografía. Pero no era yo, era un personaje basado en mí. Y cuando me empezó a resultar incómodo,
 lo corté. Y no perdía una vía de expresión de un gag, podía volver a estructurarlo alrededor de otro personaje y funcionaba igual. Mi presencia no era funcional a nada. Llegó un momento en el que eran
 todas quejas –ojo, yo soy re quejoso, recontra hinchapelotas- pero me dejó de parecer interesante, no tenía interacción con nadie. Hay otros a los que ese formato les sale super bien, y que inclusive
 encuentran público, a mí no me garpaba demasiado.
 JH: Tengo la sensación que en el campo del humor gráfico hay una línea que se diferencia de los esquemas tradicionales y va más por el lado de una sátira más aguda y una crítica más ácida –cercano,
 por ejemplo, al estilo de la revista Barcelona- que siempre estuvo muy ligada a lo under, y que de un tiempo a esta parte empezó a tener más presencia, a ser más aceptado. Yo inscribo a tu trabajo en
 esa línea.
 NR: Es el recorrido que tiene todo lo under. El under de los ’80 terminó en la tele de los ’90. Es el lugar en donde arranca algo y después, o evoluciona y pasa a otros lugares con más público o se
 queda ahí. La diferencia está en los canales de distribución, y en algunos detalles de terminación y exposición. Pero conceptualmente es un proceso evolutivo: el mensaje que encuentra receptores es
 tomado, replicado y luego encuentra otras vías. Y hay mensajes que no interesan, se apagan y mueren. Un meme no trabaja de diferente manera que un gene, son todos formatos de acumulación de información.
 Si encuentran un hábitat o un receptor, prosperan. Pero también hay muchas cosas del under que jamás llegaron a ser mainstream.
JH: Claro, pero tengo la idea de que ahora hay un público más abierto a ese tipo de humor, que hace algunos años.
 NR: Es que le llegó su momento. Y la gente que arrancó leyendo ese tipo de cosas ahora está en otros lugares. Los que hace veinte años éramos unos mugrientos desempleados trabajando en radio a las 3
 de la mañana, ahora estamos en FM Palermo. No es raro. Y dentro de veinte años seremos los viejos que hay que sacar de encima para renovar la página del diario. Nada de ese proceso está fuera de lo
 natural. Que el tipo que hace veinte años salía en pelotas en el Parakultural ahora esté en la tele, es algo totalmente natural.
 Descubrí más del Niño Rodríguez en su sitio web (http://www.elninorodriguez.com). Las nuevas tiras de Lucha Peluche y las anteriores
 se pueden leer en este link (http://www.luchapeluche.com/)
Cortos:
 Pamela: http://www.youtube.com/watch?v=hlUnkzMClJw&feature=related
 
 Dog Me!: http://www.youtube.com/watch?v=LxtwiCiVBDQ


