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La consigna de esta columna es que se armen debates, sugerencias, se comparta y se disfrute la obra y vida de uno de nuestros mayores ídolos: John Byrne.
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Sabado 10 de enero, 2015

Hace dos años se pactó que iba a empezar a escribir una columna para la Comiqueando (Intertextos), con un Andrés Accorsi y un Lucas Ferrero en cuero y chivando (estábamos jugando al ping-pong, mal pensados). Hace unos meses lo mismo volvió a ocurrir pero esta vez yo le comenté a mis interlocutores que quería cerrar Intertextos pero no sabía si quería seguir con otra columna. “Si no es de libros de historieta, ¿De qué más voy a hablar?” dije. Nuevamente fue Lucas Ferrero quien se iluminó y dijo: “Y… hablemos de Byrne” (una frase de cabecera de un grupete de amigos que idolatramos al canadiense). Nos miramos los tres y nos dimos cuenta que había nacido una nueva columna para la Comiqueando: “Hablemos de Byrne”.

Alguna vez Robert Downey Jr. le dijo a Gwyneth Paltrow: “¿No querés estar en una película que vea todo el mundo?”. Así la convenció se sumarse a Iron Man. Un poco eso me propongo con “Hablemos de Byrne”. Me encantó escribir Intertextos, pero quiero salir del intra-nicho. Quiero el hitazo. Quiero bardo. Quiero que en esta columna opine toda la monada y se armen debates, sugerencias, se comparta y se disfrute la obra y vida de uno de nuestros mayores ídolos: John Byrne.

John Lyndley Byrne nació en West Bromwich, Inglaterra un 6 de Julio de 1950. Junto a sus padres emigró a Canadá a los 8 años. Aprendió el concepto de Superman a los 6 años en Inglaterra viendo los seriales protagonizados por George Reeves, y es también en 1956 cuando el futuro artista tomaría un anual en blanco y negro del Hombre de Acero que cambiaría su vida para siempre. John Byrne descubría los comics. Ya nada sería igual.

Luego pasó a poseer reimpresos australianos, que con el título de “Supercomics”, recopilaban historias de Superboy, Johnny Quick y Batman de la DC. Byrne reconoce que inicialmente Batman fue su personaje favorito hasta que en 1962, ya mudado a Canadá y con acceso más directo a todos los comics publicados en EEUU que llegaban al país vecino, cayó cautivado por los comics de Marvel. El ejemplar de Fantastic Four n°5 fue el que atrajo la curiosidad de Byrne quien vio en Marvel cosas que en DC no había. La influencia de Jack Kirby como dibujante favorito de su infancia y como modelo a seguir en la adultez es uno de los pilares más destacados de la vida de Byrne.

En 1970, mientras estudiaba en el Alberta College of Art and Design, Byrne lanzó su primer historieta (auto gestionada) donde había un prototipo del personaje de Snowbird de Alpha Fligh” (en la ACA Comix n°1 de 1971).

En 1973, Byrne abandona sus estudios sin graduarse y comienza a publicar pequeños relatos (por ejemplo en la revista FOOM de Marvel de 1974, en la revista de terror en blanco y negro llamada Nightmare, y en otros trabajos freelance para la Charlton Comics).

Una historia hecha con sus amigos Roger Stern y Bob Layton (pavada de amigos) para una revista que sacaban entre los tres (Contemporary Pictorial Literature) fue la que llamó la atención de la Charlton para ofrecerle más trabajo a un Byrne de 24 años. Con su personaje Rog-2000, Byrne publicó historias cortas (con guiones del también editor Nicola Cuti) que funcionaban como back-ups de las aventuras del comic titulado E-Man.

Oficialmente se considera que el primer trabajo de Byrne es su primera historia como dibujante de Rog-2000 en el n°6 de E-Man (una historia titulada “That Was No Lady”). Sin embargo, el autor considera que su primer trabajo profesional es también una historia corta pero que vendió a Marvel, llamada “Dark Asylum” y publicada en el n°5 de Giant-Size Dracula, en Junio de 1975.

Luego de algunos trabajos más para Charlton (incluyendo la serie de ciencia ficción post-apocalíptica llamada Doomsday + 1, con guiones de Joe Gill), en Noviembre de 1975 John Byrne publica el n°3 de Doomsday + 1 de Charlton y el n°1 de Iron Fist para Marvel. Este último firme paso (y su enorme talento) le abrirían las puertas de Marvel Comics de par en par.

Ok, ¿Pero por qué nos gusta tanto Byrne? Porque pasó por títulos importantísimos (X-Men), porque inventó personajes que se volvieron populares (Sabretooth), porque definió la génesis de personajes inolvidables (Alpha Flight), porque se cargó airoso la redefinición de personajes en los que muchos han fallado (Superman o Namor), porque ha mostrado un despliegue de narrativa en la puesta en página que muy pocos han logrado (Iron Fist), porque ha tenido apariciones breves pero inolvidables (Captain America), porque ha elevado a personajes secundarios a tener la maxi.chapa (Wolverine), porque ha roto paradigmas con un humor inigualable (She-Hulk), porque todo lo que tocó el barba el los ´80 fue de oro y porque lo seguimos bancando hoy con algunas comissions que hace (y nos hace llorar sangre de alegría). Por eso y por mucho más es necesario que hablemos de Byrne.

Ya está diagramado el primer año de cada una de las etapas de las que voy a escribir del canadiense, pero nada está escrito en piedra y espero les divierta el abordaje cargado de nostalgia y reconocimiento a uno de los creadores fundamentales del medio.

Nos vemos el mes que viene con la primera parte: John Byrne en su primer gran trabajo: Iron Fist, en Marvel Comics.

¡Hasta la próxima!