Finalizado el recorrido por los comics de Star Trek, nos quedamos en IDW y el mágico mundo de las franquicias para hablar de una gema, no tanto de la carrera del Maestro Byrne, sino del universo historietístico del Parque Jurásico.
Cualquiera que se haya tomado cinco minutos (más sería desperdiciar el tiempo) para mirar alguno de los comics de Jurassic Park, habrá notado que su calidad en la mayoría de los casos es de regular para abajo. Son comics donde se suceden los dibujantes chotos con los guionistas medio pelo, para dejar a la franquicia a la deriva y a los fans ávidos de consumir mas productos de la misma, con un horrible sabor de boca. Pero por suerte existe John Byrne.
A principios del 2011 sale esta miniserie de cuatro números que -sin grandes aspiraciones y con una historia bastante lineal- crea un spin-off perfecto de la saga y nos hace olvidar un poco de la nefasta Redemption que había visto la luz el año anterior (con guiones de un poco inspirado Bob Schreck y dibujos de Nate Van Dyke). Byrne elige la fórmula de cuatro viñetas apaisadas por página, como si de la pantalla de un cine se tratara y se pega a la misma para romperla sólo en un par de momentos, en lo que se despacha con una doble splash-page que por lo general muestra a los antagonistas de la historia (léase los dinosaurios), como por ejemplo al final del primer episodio.
Y ya que estamos en el primer episodio, lo que consigue el maestro en este número es increíble: crea un suspenso en base a algo que los lectores ya sabemos, lo cual es muy difícil de lograr. No me caben dudas que si la revista no llevara el Jurassic Park en la tapa todo este número seria mil veces mas atrapante.
La historia es bastante sencilla, y arranca cuando un pibe llega buscando al sheriff de un pequeño pueblo rural porque su padre encontró descuartizadas a 15 cabezas de ganado. Obviamente cuando regresan a investigar que paso ya no hay rastro del padre del muchacho. De esta manera empieza una investigación del sheriff y su alguacil, que descubren que no se encuentran ante depredadores normales. La trama se complica cuando el cuerpo sin vida del padre del niño es encontrado fuera de los límites del estado y el FBI toma cartas en el asunto. Mandan unas huellas que encuentran a analizar a la universidad y un par de paleontólogos se suman al equipo de búsqueda, al descubrir que se trata de animales prehistóricos. Ahí va una pequeña mención al tiranosaurio que apareció unos años atrás en San Diego (en la película Lost World) y para el final descubrimos que están lidiando con unos pteranodontes muy parecidos a los que abandonan la isla al final de la tercer película. O sea que Byrne no solo hace magia al escribir un buen comic de Jurassic Park, sino que encima lo hace utilizando elementos de la peor parte de la saga y sin recurrir a ninguno de los bichos icónicos de la franquicia.
De esta manera comienza la búsqueda y cacería de las criaturas por el medio del desierto de California, obviamente la movida llega a oídos de la gente de InGen, que inmediatamente toma cartas en el asunto para tratar de recuperar los pteranodontes sin que llegue a involucrarse la prensa. Y acá se produce una magia que sólo alguien iluminado como el gran Byrne puede conseguir, que es hacer el link perfecto entre la tercera película y Jurassic World, años antes de que ni siquiera se pensara en realizar este largometraje. Porque cualquiera que la vio recordara que Vic Hoskins (el personaje de Vincent D’Onofrio) menciona que participó en la captura de los bichos fugados de la “pajarera” en la isla de Sorna.
Por desgracia el final es un poco abrupto y si bien involucra la lucha del pteronodonte con un oso polar, los hechos se precipitan demasiado, dejando algún que otro subplot de desarrollo de los personajes colgado sin que uno termine de entender para qué estaban ahí en primer lugar. Pero más allá de eso, la mini se disfruta y es una bocanada de aire puro en ese océano fétido que son los comics Jurassic Park. Nuevamente gracias, maestro, por salvar una franquicia que al menos en historietas nos venía torturando desde hacía años y parecía que no podía ofrecer nada bueno.
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