Seguimos repasando los trabajos de John Byrne sólo como guionista, y sin irnos de Marvel, en esta oportunidad nos metemos de lleno con una novela gráfica bastante particular.
En 1983 la Casa de las Ideas tenía su propia colección de graphic novels. Pensemos que eran otros tiempos, el formato no estaba tan establecido como hoy día y la idea de una serie de volúmenes autoconclusivos con más páginas, formato más grande y mejor calidad de impresión y de papel, era algo poco habitual. Así fue como por la colección Marvel Graphic Novel desfilaron obras que hoy son emblemáticas, como la muerte del Capitán Marvel, X-Men: God Loves Man Kill, Dreadstar o Killraven. También hubo varias menores, en muchos casos, estimo que por problemas de agenda y la necesidad de darle periodicidad a algo que no lo necesitaba. Pero como sea el caso, así fue como en el número 8 de la colección se publica SuperBoxers, este título creado en su totalidad por Ron Wilson.
El origen del proyecto -según conto en entrevistas el propio Wilson- surgió cuando salió de ver Star Wars con unos amigos boxeadores. Ahí tuvo la idea de hacer una historia que mezclara su pasión por el boxeo con la ciencia-ficción. Después de esto se pone a trabajar en el desarrollo de un argumento que le muestra a Tom De Falco y a Jim Shooter, que le dan el visto bueno. Por esa época Wilson y Byrne estaban trabajando juntos en la serie de The Thing (de la que vamos a hablar en la próxima entrega) y como el dibujante no estaba muy acostumbrado a escribir guiones, y un poco también como gancho (dada la trayectoria de Byrne que ya se estaba forjando un cierto renombre), nuestro querido barbeta echó mano al plot de Wilson y lo transformó en la historieta que este después dibujaría, con tintas del dominicano Armando Gil, su colaborador habitual en esos años.
La historia es bastante lineal y básica: Max, un boxeador de los bajos fondos en un futuro con una onda cyberpunk, es llamado por una corporación para pelear en su nombre y enfrentar al campeón de una corporación rival, en una pelea en la que se juega el futuro de ambas empresas. Una especie de Rocky meets Blade Runner. Y la verdad que no se entiende muy bien cómo esta historia llego a compartir cartel con obras del calibre de las que mencionamos antes, o cómo carajo hizo Wilson para hacerse un lugar entre tipos como Walter Simonson, P. Craig Russel, Jim Starlin o Chris Claremmont, por nombrar algunos de los que lo habían precedido. Posiblemente la presencia de Byrne debe haber sido un factor, o la amistad del autor con el editor Jim Shooter, con quien compartían la pasión por el boxeo, al punto de que ambos en algún momento de su juventud se habían planteado dedicarse profesionalmente al mismo. Quizás Shooter le haya querido dar una chance a su amigo para despegar.
Como fuere, la historia se queda a mitad de camino. El dibujo de Wilson es correcto por decir lo mejor, pero no trasmite ni la adrenalina, ni la furia que debería en las secuencias de las peleas y el guión es flojo. Por ahí es que Byrne no podía hacer mucho con las ideas de Wilson, o capaz no supo cómo manejarlo, pero en cualquier caso hay un abuso de los cartuchos de texto, con explicaciones infinitas, las relaciones de los personajes están mal definidas y en muchos casos forzadas, alcanzando una mera explicación para justificarlo todo. La verdad que uno no termina de entender muy bien cómo es que esta obra llego a tener un lugar entre tantas gemas pero -por algún motivo- así fue.
En conclusión, una obra menor en la carrera de Byrne, pero quizás el punto mas alto en la de Wilson, ya que conservó los derechos sobre todo el universo que creó para esta historia. No sé, pero capaz si lo hubieran continuado, algunas cosas se podrían haber desarrollado mejor y quizás hoy alguien la recordaría. Pero la realidad es que quedó esto: una obra bastante olvidable, que sólo vale la pena verla en un afán completista de la carrera de Byrne.


