Invitados: Osamu Tezuka, David Hume, Jean-Paul Sartre, Michel Foucault y otros amigos.
Soy. ¿Quién soy? ¿Qué y cuánto conozco de mí mismo?
El conocerme ¿es un punto final, una llegada? ¿Se trata más del proceso que del destino?
La identidad ¿nos define de forma única y cerrada sobre quiénes somos?
Bienvenido, tu búsqueda terminó: Detrás de esta cortina vas a encontrar quién sos realmente… y luego una puerta, que al atravesarla te lleva al día después de tu descubrimiento.
¿Qué vas a buscar después de que hayas terminado la búsqueda de vos mismo?
Osamu Tezuka, el dios del manga, el rey de la viñeta, el grosso del lápiz, el maestro del guion… ¡es un gran embaucador! Si todavía estás acá leyendo y no te fuiste directo a los comentarios a putearme (con razón) y encima muy amablemente te bancaste ese pedorro comentario que solo busca futilmente generar intriga o incomodidad (como si fuera el título de un video con cero contenido interesante en YouTube), te invito a que reflexionemos sobre cómo es que este hombre, cuya obra es inabarcable (y que hace chivar al concepto de “infinita”), puede generar guiones tan políticos y con tantas preguntas filosóficas o personales bajo la apariencia de unos diseños (intencionalmente) infantiles en el dibujo.
Como siempre, podríamos encarar desde muchos lados. Uno de ellos es sin duda el que considera a la identidad como aquello inmutable en nosotros, algo que se repite dentro nuestro y que no cambia nunca. Arrancar así nos generaría muchas más problemáticas de las que podríamos asumir (¡más preguntas sin respuesta!… qué divertido) porque de por sí, en una realidad postmoderna, capitalista, cientificista y sobre todo, cortoplacista, el concepto de inmutable en cuanto a lo humano, es ya casi un chiste muy estirado. Pensarnos de este modo, está muy emparentado con el llamado “Principio ordenatorio», aquel que le sirve al poder para agruparnos o clasificarnos, por características sexuales, etarias, geográficas, políticas, ideológicas, y un eterno etc., pero aunque parezca contradictorio, sobre todas las cosas lo que termina por hacer es alienarnos de las posibilidades que tenemos para con nosotros mismos.
“Es que ir con lo que dice la mayoría es lo más fácil… Aunque últimamente me quedo embobado pensando, como si no fuera yo mismo… Como si alguien me estuviese manejando…”
Fragmento de “Grand Dolls”
Pero el día de hoy Jean-Paul Sartre, un tipo que se ha cagado en el esencialismo, aquel que postula que “cada cosa es lo que es, y no otra cosa”, se abraza a Tezuka diciendo que la existencia precede a la esencia, que sería algo así como que la identidad no es algo fijo, sino que es algo que se crea continuamente a través de nuestras acciones. Acá es donde uno de los mangakas de mayor producción de la historia se prende fuego (políticamente hablando) y genera en unas 230 páginas toda una serie de cuestionamientos sociales y filosóficos de una calidad exquisita en la obra Gran Dolls.
Con un punto de partida hiper-conocido, donde todo arranca en el cliché de “los usurpadores de cuerpos”, aquellos que clonan tu supuesta identidad y te reemplazan en la vida en sociedad (como en la peli del mismo nombre… la del 1978 es por lejos la mejor versión). Un tema que a los yankis los ha perturbado más que a un pastor presbiteriano la idea de la virginidad de su hija, y lo interesante es cómo desde otra cultura, pero en una época similar, a algunas personas de Japón les ocurría el mismo pánico, ya sea por el avance del comunismo (para unos desde Rusia, para otros desde China) o también como lectura válida, el avance del imperialismo norteamericano post Segunda Guerra Mundial.
El autor sigue algunos de las ideas de David Hume o John Locke, y vuelve a pegarle al tema de lo inmutable en cuanto a la identidad, ya que tanto para los filósofos como para nuestro protagonista, el tema de la identidad es encarado desde la búsqueda, tal vez, de un destino al que debemos arribar, pero que paradójicamente, la experiencia individual es la que va definiendo y redefiniendo nuestra propia concepción de la personalidad.
Como en tantas otras grandes obras, la elección de la ciencia ficción como género para enmarcar la historia, creo yo se debe a que es un elemento que libera al autor de las ataduras de la ideología (cualquiera sea). Las mismas ataduras que no nos permiten a nosotros entender o incorporar ciertos cuestionamientos que inquietan al Poder (en lugar de ataduras, Slavoj Žižek diría que son como unos lentes que nos bloquean la visión).
“¿No te pasa que piensen lo que piensen alrededor tuyo, siempre estás de acuerdo? Esa es la principal característica de los Grand Dolls. Tenés formas de actuar y de pensar robóticas, siempre hacés lo que te piden.”
Fragmento de “Grand Dolls”
Desde las primeras páginas, Tezuka se para a mirar su propia obra desde la óptica de la filosofía del poder, y siempre da a entender que el concepto de la identidad trata de algo que le permite a un grupo dominante desarrollar, sobre todas las cosas, orden dentro de un grupo dominado. ¿Para qué? Para cumplir sus designios, necesidades o voluntades a través nuestro.
El “dios del manga” juega con este concepto y sus artilugios en forma de muñecos doppelganger, así como un niño que domina a sus muñecos, juega con ellos para que el relato que se imponga sea el que se le ocurra (o necesite) en su cabeza. Imagínense lo que podría suceder si quién está en el poder es alguien con mente de niño que juega a los soldaditos subiéndose a un tanque…
Tetsuo, nuestro protagonista, recorre toda la historia preguntándose “¿Priorizo lo que me constituye y me alejo de lo que no soy?”, una pregunta que genera indefectiblemente que pensemos sobre las fronteras de donde empieza y termina lo que hay en mi que no sea de otro.
Ahora bien, en esta búsqueda, en este estar siempre en constante transformación, estamos una y otra vez buscando dentro nuestro aquello que es fijo, sin saber cuánto de eso somos nosotros, y cuánto es lo que otros nos dicen que somos o desean que seamos.
– No queda otra que luchar vos y yo contra ellos.
– ¿Luchar?¿Y cómo pretendés ganarle a ese ejército?
– Es cuestión de desobedecerlos, de crear nuestras propias convicciones.
Fragmento de “Grand Dolls”
¿Qué creen que pasaría si lográramos desidentificarnos, es decir, sacarnos de encima, de la mente, del cuerpo, de nuestra postura profesional, social y sexual todas esas etiquetas identitarias que nos encierran en diferentes cajones sociales para que podamos pertenecer a uno u otro lado?
Quizás se trate de preguntarnos menos por quién somos, y un poco más por quién podemos ser. Aristóteles decía que somos siempre potencia, siempre en movimiento, siempre en transformación. ¿Pero todos podemos ser todo? Si te preguntás sobre si Grand Dolls se identifica como un manga de entretenimiento o como un grito desesperado de lo que otros pueden hacer con nosotros mismos… simplemente te invito a abrir la primera página y dejarte llevar por la magia del eterno maestro japonés.