Historieta a Martillazos

Manu Larcenet nos ofrece una hermosa historia sobre los lados menos luminosos de la vida.

Los Combates Cotidianos + la Angustia

05/11/2024

| Por Pablo Jiménez

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Invitados: Manu Larcenet, Martin Heidegger, Søren Kierkegaard, Albert Camus y otros amigos.

Cuando sentimos angustia, ¿se produce por un factor externo o por algo que se dispara desde mi cabeza?
¿Cuál es la incomodidad insoportable que siente mi cuerpo a causa de mi mente?
¿Porque la ansiedad es el socio perfecto para esta realidad que parece angostarse sobre mí?

Buscar la superficie nadando con una mochila llena de piedras, querer escapar hacia adentro de mí o buscar esconderme en el espacio más abierto posible. Querer detener el tiempo, desear volver hacia atrás, pensar en las múltiples consecuencias de haber hecho otras elecciones…
No elegir, el imposible perpetuo.

Hace no tanto en esta columna, planteamos la imposibilidad del pensamiento humano sin un lenguaje que lo ordene, que lo habilite a desplegar todo su potencial. Y si algo de conocimiento hemos logrado en toda nuestra historia, la mayor de las veces fue buscando la respuesta a alguna pregunta, a la que le encontramos una respuesta posible, y ya pudimos sentirnos más grandes que Messi, que el Papa, o que Alan Moore (en cualquier orden).

Pero hay preguntas que no tienen respuesta, que no tienen cierre y que el comprender esa falta de certeza nos devuelve a nuestros límites, a nuestra realidad finita. Finitud, “Fin”, una palabra que algún twittero pedorro (devenido en figurín mediático-político) utiliza como latiguillo, es quizás el hilo conductor de aquella opresión que parece divertirse siempre corriéndonos desde atrás: todo algún día va a terminar.

– Voy a dejar de venir a terapia… Pero ¿Cómo definiría usted mi estado actual?
– Como su psicoanalista no podría limitarlo de tal manera… pero ya que pregunta, diría que tiene comportamientos profundamente obsesivos y diversos tipos de neurosis. ¿Lo veo el viernes?
Fragmento de “Los combates cotidianos”

Aunque no hayamos leído algunas historias, uno sabe lo preparado que hay que estar antes de entrar en “Maus”, en “Adolf” o incluso en “Arrugas”. Pero hay principalmente dos obras de todas las que leí en mi vida, a las cuáles subestimé enormemente por el estilo cartoon de su dibujo, y en ambos casos me comí un gangbang comiquero por parte de su guionista: La primera de ellas fue “El Síndrome Guastavino”, una de las formas más jodidas de conocer a Carlos Trillo y Lucas Varela. La otra de ellas es “Los combates cotidianos”, de Manu Larcenet (como artista integral). Nada tienen que ver entre sí estas dos maravillas, pero no se dan una idea lo que uno agradece el “dibujo amable” para contar una historia con tanto peso en sus espaldas.

A no confundirse: esto no es los horrores de la guerra, las aberraciones de la dictadura o la tristeza de la decrepitud, sino que se trata de un hermoso slice of life, contado de una forma tan sincera y auténtica que mientras nosotros atravesamos el libro, los capítulos nos atraviesan a nosotros de principio a fin. Larcenet nos mete el dedo en el cu… en la llaga, por medio de la vida de Marco, un fotógrafo de guerra con una capacidad enorme para reflejar los horrores del mundo, pero que se siente totalmente abrumado frente a las anclas sociales que nos ofrece la vida actual: la familia, la pareja, los hijos o la cuestión laboral.

“Quiero a mis padres, pero nuestra relación es un completo fracaso. Creí que era la fuente de mis tristezas y mis angustias, hasta que comprendí que mi niñez solo fue un malentendido. Y de ese malentendido no se puede culpar a nadie.”
Fragmento de “Los combates cotidianos”

Dudo que la angustia sea la oposición directa a un estado de felicidad, porque estaría errado empatar felicidad con “falta de problemas”. La condición humana es problemática desde su concepción, ¿será que la angustia tiene más ver <<la posibilidad>>?.
La posibilidad de que, como proponía Albert Camus, nada en nuestra existencia tenga un sentido (o no lo encontremos) y nuestra búsqueda por encontrarlo se vuelva un absurdo, una tarea que termina donde comienza, de manera cíclica, vacía e inútil. La posibilidad, en palabras de Martin Heidegger, de que hayamos nacido para morir, teniendo la conciencia última del vacío inherente de la existencia, porque recordemos que hay, entre el ser y la nada, pudo no haber habido nada, pero hubo. Y nos tocó “haber”, nos tocó “ser”. Qué cagazo que da pensar en todo, absolutamente todo, lo que podría no haber existido, así como en todo lo que tampoco está existiendo ni va a existir.

Manu elige distintos recursos narrativos, excelentes todos, para que conozcamos tanto los espacios mentales y reales donde Marco es atacado de manera abrumadora por el vacío existencial que supone su futuro, así como las reflexiones más íntimas de su vida y su pasado. La ansiedad es posiblemente una de las formas más manifiestas de la angustia que atraviesa un sujeto; y no hablamos un meme para adolescentes con un perrito que dice “me da amsiedad», hablamos de esas ganas de salir corriendo a ningún lado, de ese encierro que se siente en la libertad y de esa presión que sentimos en la previa de la obligación de tener que elegir.

Tan bien está reflejada la ansiedad en la historieta que elegimos, que cuesta mucho pensar en que no tenga tintes autobiográficos. Pero lo que sí puedo asegurar es que Larcenet sabe muy bien de lo que está contando, y lo transmite de manera perfecta al lector. La angustia de Marco no es solo el resultado de lo que ha visto a través de su lente, sino también de lo que no puede ver: un futuro claro, una razón para seguir adelante, una luz al final del túnel. Es la angustia de saber que la vida sigue, implacable, incluso cuando uno se siente atrapado, incapaz de moverse.

– Marco… Me gustaría tener un bebé. Hablo en serio.
– ¡Ni siquiera podes decirme por qué querés un hijo!
– Hay cosas que escapan a la razón, y por eso no dejan de ser razonables. ¿De qué tenés miedo?
– ¡Del bebé mujer! ¿Por qué no podemos disfrutar de que las cosas sigan como están ahora?
Fragmento de “Los combates cotidianos”

En tiempos donde la palabra «libertad» se utiliza sin siquiera reflexionar cinco minutos sobre las sombrías intenciones de ciertos actores sociales, es interesante traer nuevamente a Søren Kierkegaard, el filósofo danés que propuso justamente que es la propia libertad, combinada con la existencia y la obligatoriedad de elegir, lo que nos produce esa sensación de vértigo en la previa a nuestra elección. ¿Por qué? Pues porque al optar por una u otra opción (incluyendo en ese abanico al no-optar, como diría Jean-Paul Sartre), esa libertad absoluta de nuestras decisiones viene acompañada de una responsabilidad de igual magnitud. Al elegir, podemos elegir mal, y al ser conscientes de nuestra propia finitud, elegir mal significa desperdiciar la existencia.

Es en esta angustia por la verdadera libertad de nuestro protagonista donde reside también su mayor incertidumbre, su lucha diaria con la propia responsabilidad de ser el dueño de sus elecciones, de su vida. Larcenet no da golpes bajos uno tras otro, al contrario: nos regala muchísimos momentos de risa y alegría para nosotros y para el protagonista, pero tampoco titubea en ningún momento ni maquilla el sufrimiento.

Esta hermosa historia sobre los lados menos luminosos de la vida, nos demuestra que nuestro combate cotidiano no es un conflicto heroico o glorioso, sino que se trata más bien de una apuesta diaria, día a día, por intentar ser la mejor versión que podamos de nosotros mismos.

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