Dado vuelta
Alfredo Pons (1958-2002) fue uno de los autores más identificados con la primera etapa de la mítica revista EL Víbora, un poco porque estuvo desde el principio, y un poco porque cultivaba un estilo y desarrollaba unos temas que lo hacían casi imposible de publicar en las otras revistas. Militante del under barcelonés más feroz desde la segunda mitad de los ´70, Pons se especializó en contar historias breves, de alto impacto, ubicadas en las márgenes de esa vida urbana que renacía a partir del fin de la larga dictadura de Francisco Franco y la llegada de los vientos democráticos y modernos. De hecho, su propia vida transcurría de noche, en ese Lado B de la ciudad en la que el pulso lo marcaban las prostitutas y los vendedores de todo tipo de drogas. Con la vida y las costumbres dadas vuelta, Pons se nutría para realizar sus historietas de ese mundo alternativo, marginal, donde el delito y la violencia siempre estaban ahí, demasiado cerca, demasiado reales.
A lo largo de varios años, Pons nos llevó a recorrer ese submundo inquietante, en historias cortas, casi siempre sin personajes recurrentes, hasta que ya para 1983 se dedicó a desarrollar una serie (las aventuras de Sarita) junto a un equipo integrado por Marta Guerrero (su esposa) y el dibujante José Luis Galiano. La saga de Sarita se va a extender durante muchos años y se va a recopilar en varios álbumes distintos (Internas, Las aventuras de Sarita, Lumis y Cómplices), pero en el medio, Pons va a seguir aportando historias cortas a El Víbora, aunque en algún momento va a empezar a ambientarlas no solo en Barcelona, sino también en las grandes urbes de Estados Unidos.
Cuatro noches con María
Pero bastante antes de encontrar a Sarita, y cuando todavía realizaba él solo los guiones y los dibujos de sus historias, Pons encontró a María Lanuit, una chica que cantaba y bailaba en bolas en un cabaret y hacía horas extras como prostituta, cuando alguno de los que la veía bailar se excitaba lo suficiente como para hacerle propuestas indecorosas. Metida de lleno en un ámbito noctámbulo, en el que nunca faltaban la cocaína, el whisky, las navajas y los chumbos, María se presentó en El Víbora nº13 (Dic.1980) con una historieta de seis páginas llamada «Affaire Virus-13». El argumento que urde Pons para esta historia es tan complejo, que se podría haber desarrollado perfectamente en 40 páginas… y al apretarlo en seis, el resultado termina por defraudar un poco.
La segunda historieta («Rito Sangriento») ya tiene ocho páginas y un argumento más acorde a esa extensión. Y la tercera historia (sin título) es donde Pons encuentra la fórmula imbatible: una anécdota más chiquita, con menos pretensiones, con espacio para generar muchísima tensión, pero que se presta perfectamente para ser desarrollada en cuatro páginas, con menos viñetas que en las dos primeras entregas.
Sin embargo no la va a volver a emplear. La cuarta y última aparición de María Lanuit es en una historieta de una sola página (con viñetas como para ocupar dos), que cuenta una anécdota mínima, sin esa veta dramática, de peligro y suspenso, que tenían las tres primeras.
Delitos menores
¿Por qué Pons no continuó con el personaje? No tengo la menor idea. Probablemente tenga que ver con su estilo de vida caótico, que le impedía quedarse mucho tiempo en un mismo lugar, y mucho menos repetir una fórmula mes tras mes a la hora de crear sus historietas.
Lo cierto es que solo existen 19 páginas de historieta de María Lanuit. Por eso en 1984, cuando La Cúpula decide recopilarla en álbum, le termina agregando otra historia de 20 páginas que apareció serializada «en fetas» a lo largo de varios números de El Víbora, una historia corta inédita (la magistral «Solo»), y un rejunte de otras historias sórdidas, de ambientación urbana, con sexo, drogas y pésima leche, entre las que se destaca muy por encima del resto una gema titulada «El Pianista».
En 2017, cuando La Cúpula ya se volcó al circuito de librerías y dejó atrás los álbumes de 64 u 80 páginas en favor de tomos más voluminosos, todo el material que había aparecido en 1984 en el álbum «María Lanuit y otras historias» se integró al libro «Alta Tensión». Acá aparece todo lo que vimos recién, mezclado con otras historietas cortas de Pons, algunas con ideas originales y otras en las que el barcelonés adapta relatos de distintos escritores. Desde entonces, el nombre de María Lanuit dejó de verse en las portadas de los álbumes que recopilan los trabajos de su creador.
Vicios y virtudes
El trazo de Pons es ideal para retratar estos vicios, estas perversiones, estos ámbitos seductores y peligrosos al mismo tiempo. Y lo vamos a ver evolucionar muchísimo a lo largo de la primera mitad de los ´80. Su incapacidad de quedarse quieto lo va a llevar a experimentar con distintas técnicas: puntitos, crosshatchings, tramas mecánicas, línea más despojada, casi sin presencia de la mancha negra, línea más densa, con gran protagonismo de la mancha negra aplicada con pincel, grises aplicados con aguadas… Sin salir del blanco y negro, Pons probó de todo y no le hizo asco a nada, como las putas de sus historietas.
Y si bien nunca fue un virtuoso del dibujo, su fuerte fue siempre el ritmo de sus historias, la forma en la que te atrapa y te sumerge en estos relatos oscuros y desangelados. A medida que se afianza en el armado de las secuencias, en la elección de la cantidad correcta de viñetas para cada página, Pons se convierte en un autor de una personalidad arrolladora, un narrador implacable, que no da ni pide tregua.
Como ya dije, Alfredo Pons falleció en 2002, y sus trabajos dejan de aparecer con asiduidad en El Víbora bastante antes, alrededor de 1988, o sea que no es una obra tan gigantesca que resulta imposible de abarcar, y menos cuando La Cúpula reeditó en libros prácticamente toda su producción. Seguramente volveremos a visitar otros trabajos suyos en esta columna.
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