A veces Mario
Ahora que se está hablando un poco más de él, probablemente a raíz de su reciente novela gráfica que tiene entre sus protagonistas nada menos que a Eva Perón, me pareció interesante desempolvar el álbum con el que conocí a Ramón Boldú.
Mario Gamma «el Griego» es un libro finito, de apenas 48 páginas, publicado por La Cúpula a principios de 1991. Las historietas que incluye habían aparecido desparramadas entre varios números de El Víbora, a partir del 116 (de 1989) y hasta pasado el nº 130. De esto se deduce que Mario Gamma «el Griego» no era una de esas series que estaban fijas, en todos los números de El Víbora, sino que aparecía de vez en cuando. Y no está mal, porque no se trata de una historia extensa cortada en fetas, sino que en cada entrega Boldú contaba una historia con principio y fin, excepto en la historia de «Mario y Melanie», cuyas primeras tres páginas salieron en un número y las cinco restantes en otro.
Irresistible
Yo intuyo que la escasa regularidad de Boldú tiene que ver no con la velocidad a la que dibujaba, sino con el tiempo que le tomaba colorear las historietas. Mario Gamma debuta en una historia de cuatro páginas en blanco y negro, pero al toque se empieza a publicar a todo color… y ahí es donde saca la diferencia. Las historias pueden ser básicas, groseras, obvias, poco inspiradas, machirulas, lo que quieras. Pero el tratamiento del color que propone Boldú, con una mezcla exquisita y puntillosa entre tintas, lápices, acrílicos y acuarelas, hace que Mario Gamma «el Griego» resulte visualmente irresistible, y a la vez hace razonable que el autor se tomara bastante tiempo entre una entrega y la siguiente.
Este es un salto bestial respecto de sus historietas anteriores, ese ciclo autobiográfico (ponele) que más tarde se recopiló en libros llamadas «Bohemio pero Abstemio», donde el dibujo de Boldú (en blanco y negro) quería parecerse al de Gerard Lauzier. En Mario Gamma eleva tanto el listón, que por momentos se parece a Lorenzo Mattotti.
Macho alfa
Los guiones de Boldú para esta serie son bastante limitados. Tanto, que la ilustración que realiza para la portada del álbum explica todo lo que vamos a ver adentro: Mario Gamma es un banana que se cree mil, al que le gusta andar en moto y levantarse minas. Cualquier cosa con tal de ponerla, y sobre todo de no laburar. Y eso es lo que vamos a tener en cada historia: situaciones bizarras que involucran garches y petes, y un protagonista al que le cuesta encontrar algún atractivo en las mujeres por fuera de lo meramente carnal. A veces con esta consigna Boldú logra generar momentos muy graciosos, a veces más violentos, y a veces Mario se pasa tanto de rosca en su destrato hacia las minas con las que coge, que llega a ser más perturbador que gracioso.
Como cualquier personaje poco empático, 100% jugado al combo sexo-moto-rockanroll, Mario no está pensado para caernos bien. De hecho, algunos de los mejores momentos del álbum llegan cuando peor la pasa el protagonista, que sufre accidentes, secuestros y violaciones… por supuesto en un plan de «esto es en joda y no va a generarle ningún trauma real a nadie». Si bien el dibujo de Boldú por momentos se esfuerza por transmitir realismo, siempre queda claro que las aventuras de Mario son en joda y que parte de la gracia reside en cómo el autor se va al carajo en cada una de las tramas.
De tal palo
En un momento, Boldú desplaza el foco de la acción de Mario a su hijo Daniel, un pibe de 17 ó 18 años, que también va a protagonizar peripecias sexuales, y también va a soportar (en un contexto de comedia) cosas terribles como ser empomado por varios muchachones (que tienen las caras de los personajes de otras series de El Víbora) o encontrarse a su mamá en la cama con un desconocido.
Sobre el final, parece que Daniel y Mario se van a reencontrar, pero eso nunca sucede. Por algún motivo, Boldú cierra la serie de manera un tanto abrupta, con un par de páginas en las que combina ilustraciones y textos. Aquí nos narra que Mario se fue a África con su moto, se puso un palo que casi le cuesta la vida, y ni bien se recuperó, se dedicó a hacer cornudos a unos cuantos negros que se la tienen jurada.
Ahora no
Felizmente, Boldú nunca se alejó demasiado del mundo de las historietas. Tuvo (como casi todos los autores asociados con El Víbora) años en los que se refugió en la ilustración editorial, o en el comic 100% pornográfico, pero siguió activo y hoy produce novelas gráficas que suele publicar Astiberri.
Del material de su etapa más contracultural, lo que se republica suele ser «Bohemio pero Abstemio», mientras que las aventuras de Mario Gamma, que a nivel temático envejecieron mucho peor, quedaron en el terreno de la arqueología comiquera. Difícilmente alguna editorial actual quiera republicar una serie tan corta, y sobre todo tan incorrecta en su humor, en lo extremo de las situaciones y en la forma de retratar las relaciones sexuales y afectivas. El día que Boldú se ponga de moda y venda lo que vende Paco Roca… y bueno, ahí vemos. Por ahí le reeditan hasta las primeras incursiones en fanzines. Pero mientras tanto, Mario Gamma «el Griego» existe solo desperdigado por las páginas de El Víbora o compilado en este librito de 1991, que por ahí hasta se consigue en oferta (en España, obviamente).
Si te interesa descubrir a un autor catalán medio despelotado para narrar, pero con un manejo alucinante del color y una extraña habilidad para combinar en un mismo estilo la impronta realista y la grotesca, esta puede ser una buena puerta de entrada al mundo de Ramón Boldú.