Si leés la etapa de Grant Morrison en Batman, hay muchísimas cosas a destacar. Primero: la absoluta maravilla de una historia cíclica, que empieza y termina con los mismos antagonístas, y que es como el arco que describe una flecha en un cielo de majestad. Arranca con Talia, termina con Talia.
En el medio, el escocés crea a Damian, quizás el mejor Robin de la historia. ¿Por qué? Porque funciona: ya no es el pibe por el cual todos pensamos “no, pará, ¿cómo va a meter un pibe para luchar a su lado?”… no. Este mocoso tiene entrenamiento, la Liga de Asesinos lo curtió desde que nació y el chabón no puede respirar sin cortarle la cabeza a algún villano que se le cruce.
El pibe es duro, engreído, soberbio… muchas de las cualidades de su padre, seguramente. Llega de improviso y debe ganarse (aún a regañadientes) la confianza y el respeto de aquellos que ahora integran su nuevo mundo. Muchas veces renuncia, arrancándose la R del pecho y diciendo que va a laburar mejor solo, pero siempre logran convencerlo de que vuelva.
Con quien mejor labura es con Dick Grayson, donde Morrison subvierte la lógica “Batman-Robin” por un genial “Robin-Batman” en donde el pibe es el conflictuado y el murciélago el que tira chiste tras chiste. Pero cuando vuelve papá, la cosa se desintegra rápido y no le queda otra que laburar con él. La relación es áspera, difícil, y termina (spoiler alert) con la muerte del pibe mientras lo llama a gritos, mostrando por primera y única vez no solo miedo, sino la necesidad de que un padre lo proteja.
No menos compleja es su madre, Talia. Morrison la convierte en una super-criminal: inteligentísima, sutil, silenciosa y que piensa cada movimiento hasta lo imposible. Y tira un concepto genial: Talia intenta deconstruir a Bruce desde lo psicológicamente erróneo de su locura. Es decir: ¿no es Batman la respuesta de un nene enojado y dolido a un mundo cruel donde la vida de sus padres es arrebatada tan terriblemente? ¿No es algo infantil vestirse de murciélago, habitar una cueva con un dinosaurio gigante, y exhibir mementos de batallas pasadas y trajes antiguos? Muchas veces le habla como si se dirigiera a un tipo que no creció, a un pibe que se escondió detrás de una capa y capucha para no afrontar y asumir lo que no podrá cambiar nunca. Despechada, rechazada, pega donde más duele y donde el mismo Batman sabe que está meando fuera del tarro: en su razón de ser.
Es decir, Morrison usa contra el héroe el villano más mortífero de todos: la razón.
Talia intenta quitarle el sentido a su lucha, vaciar de contenido su forma de ser. Y casi lo logra, al final. Pero “siempre habrá un Batman y Robin”, y Bruce termina prevaleciendo.
Jezebel Jet (otra de las villanas de esta etapa) intenta lo mismo. En la seminal “RIP”, está a un pelo de hacer tambalear al amigo Wayne con los mismos argumentos, hasta que “Zur En Arrh” lo salva. Pero Jet es parte del plan maestro de Talia, es tan sólo uno de los peones que utiliza para derrotar al único que se le ha negado. Su papel es menor en el esquema de las cosas y tan sólo sirve para distraer al héroe en un momento en el que todo parece resquebrajarse a su lado.
Aunque justamente será una mujer (la tercera en cuestión) la que lo termina salvando. Y se debe quizás a que ella también comparte la obsesión por los trajes, ya que no hablo de otra que de Batwoman (la original), Kathy Kane.
En la etapa de Morrison es medio un misterio quién es esta mujer, a qué organización secreta pertenece, o en qué círculos se mueve. Pero está siempre en la periferia, observando, hasta que decide intervenir en el último momento posible poniendo una bala en la cabeza de Talia, quien había ya (casi) vencido a su oponente. ¿Por qué? ¿Para qué? No se sabe. Lo hace y desaparece. Quizás sepa que “siempre debe haber un Batman”, y funcione como un “deux ex machina” que baja justo en el momento correcto para desechar un concepto de continuidad que no estaría funcionando. Talia no puede matar a Batman. Batman no puede morir. ¿Quién lo salva? Una mujer.
Pero, como dije, es la única (en esta etapa) que no se ríe del personaje, que no lo considera un nene con sus batibúmerangs, su batimóvil y su bati repelente de tiburones. Es la única que se maravilla con la idea, con el concepto de un bati-tipo que caga a trompadas a los criminales intentando purgar una furia interna que nunca tendrá fin y que necesita, también, el “glamour” de un bati-traje blanco para los ambientes sub-zero.
Y así como llega, como una madre que protege a su hijo, desaparece (a lo Keyzer Söze). Y Batman termina recuperándosé, volviendo a empezar.
Como dice Alfred “aprende, persevera, comienza otra vez”.
Quizás sea cierto que la existencia de un Batman es pueril, infantil. Pero algo tendrá de trascendente si durante tantos años, tanta gente se ha identificado con el personaje y ha querido, en cierto punto, ser él. Quizás no.
Lo cierto es que más allá de qué pienses al respecto, de si estás o no de acuerdo con estas palabras, sería bueno que consiguieses esta etapa (bastante larga, por cierto, desde su comienzo pasando por RIP, Final Crisis, Batman & Robin (con Dick y Damian), The Return of Bruce Wayne y el maravilloso Batman INC) y te zambullas en él, e intentes buscar más y más capas de sentido en una historia que, como cada buena obra maestra, es diferente en cada relectura.
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