Alan Moore es una montaña. Si te decidís a escalarla, el esfuerzo traerá sólo satisfacciones. Leerlo es como escuchar una sonata, o una armonía de una cadencia perfecta. Leerlo es ver el universo conectado en cada historia, en cada página, en cada viñeta.
La otra vez me preguntaba qué hubiera sido de la historieta si este buen hombre, con el enorme talento que supo demostrar, no se hubiese inclinado por un medio tan poco reconocido y que le traería seguramente menos reconocimiento que otros de mayor popularidad o respeto. Y la respuesta creo que es evidente: basta ojear los eventos que se hacen en las compañías mainstream de los últimos tiempos para ver cómo todavía el barbeta influye en las temáticas a elegir (Civil War, Identity Crisis, por nombrar sólo algunas). Basta meterse en el trabajo de los grandes autores actuales para descubrirles el uso de trucos y gambetas que el inglés inventó (recursos narrativos, puestas en página, etc, etc).
Y si encima te pasa que venís leyendo otro tipo de material… leasé Marvel clásico, por ejemplo (donde tenés que comerte esas descripciones redundantes, diálogos rimbombantes y escenas comunes tan sólo para disfrutar el dibujo de Kirby); si te pasa que venís leyendo eso, decía, y de repente, por alguna razón, te volvés a topar con Swamp Thing, por ejemplo, termina explotándote el cerebro. ¿Por qué? Por el nivel de sofisticación. Por el nivel de la historia. Por el nivel de cómo está escrita esa historia. Por los recursos narrativos que pela. Por el arte. Por la originalidad. Y porque todo eso pasaba allá por 1983, más o menos.
Una obra maestra adelantada a su tiempo se da cuando mirás todo lo demás que se venía publicando en ese momento y te das cuenta de la enorme distancia que una cosa le lleva a la otra. Si vas al cine, un gran ejemplo es Citizen Kane, de Orson Welles. El tipo era un pibe, nunca había filmado nada, no tenía idea de un carajo, y llevó el lenguaje cinematográfico a donde nadie lo había hecho antes (“where no man has gone before…” ¿dónde escuché eso antes?). La puesta en cámara, los recursos narrativos que usa… todo logra un cúmulo de transgresión, de frescura, de genialidad. Y la película se estrenó en 1941. Ponete a ver cualquier cosa de esa fecha y vas a notar cómo Orson Welles era el Neal Armstrong del celuloide.
Y lo mismo pasa con las obras de Moore. Miracleman, V for Vendetta, Swamp Thing e incluso la seminal Watchmen aparecen en un momento donde no había nada por el estilo. Está bien, quizás existían grandes obras que pululaban por ahí… pero no jodamos: ninguna es del calibre de las que acabo de nombrar. Todas han envejecido por alguna razón, y estas del barbeta no lo harán nunca. Tal vez podamos incluir a Frank Miller en la misma categoría de “vanguardista”, pero si bien es otro GENIO, anda unos escalones más abajo que el Mago de Northampton.
Personalmente fue Watchmen la que, para mi, abrió un camino en este arte del que nunca me alejaría. Si bien estaba cebadísimo con la liga de Giffen, o el Batman de la Bruja (leía lo que iba cayendo en mis manos), nunca había imaginado que el medio podía ser tan enorme antes de leer esa miniserie de 12 episodios, que empieza y termina, y que encierra un mundo en sus páginas.
Porque todo, TODO lo que necesitás saber de los personajes que en ella viven está ahí, desde sus principales motivaciones hasta sus creencias más íntimas. Rorschach, Manhattan, Ozymandias, viven, respiran, y son reales. Son aquellas ficciones que tienen alma propia, y que salen de la página para meterse en tu corazón y hacerlos parte de lo que sos.
Y ya diciendo esto de un autor, que pueda haber logrado UNA obra de tamaño calibre, agregar que lo ha hecho no sólo una vez, sino varias, es imposible de superar. Porque Moore tiene las que ya nombré, pero también tiene The Killing Joke, Top Ten, Tom Strong, Tomorrow Stories, Promethea, The League of Extraordinary Gentlemen, From Hell… ufff… Dios mío, me pesan los dedos. ¿Cómo puede tener tanto? ¿Cuándo se acaba la grandeza?
Está bien, sé que estarás pensando que también tiene bóñiga Imagesca de los´90. Pero el tipo se había jugado la vida en un proyecto que se truncó, sí (Big Numbers), y tuvo que salir a salvar los trapos. Pero también lo hicieron Gaiman, Morrison, Miller… Y es obvio que el tipo hizo esas bóñigas de taquito, sin ganas y para robar. Pero eso, ¿pone en duda su GENIO? No, en lo más mínimo.
El tipo es el pilar, la joya, la gema más alta de un medio con el que no se lleva bien (se fue a las puteadas de DC, jurando nunca volver luego de cómo lo cagaron… ¿no es loable su posición?).
Este medio de la historieta no sería el mismo si un tipo llamado Alan Moore no hubiese dejado su enorme talento en él. El tipo generó un antes y un después, y muchos de los grandes autores que conocemos se metieron también en esto luego de leer una de sus obras (Morrison lo confiesa en Supergods, Gaiman en cuanta entrevista le hacen, y así). Es un tipo jodido, difícil, combativo. Si lo ves en una foto, te da miedo: dos metros de alto, barba hasta el ombligo, mirada desafiante. Pero lo leés y te das cuenta que el tipo tiene una sensibilidad como pocas.
Hizo historias jodidas, grim & gritty, deconstructivistas, que hicieron mierda a muchos personajes, sí. Pero siempre levantando el listón de la perfección, del laburo detallista y maravilloso que sólo un genio como él puede crear. Y así como hizo esas obras obscuras y densas, también hizo Promethea, quizás el comic más luminoso sobre la faz de la Tierra.
No sé si algún día su fama saldrá del ghetto en el que estamos, sinceramente no lo sé.
Pero aquí y ahora, en este mundillo que frecuentamos vos, yo y cuatro locos más, el tipo es el fucking rey de todos los tiempos.
El totem insoslayable en el que todos debemos abrevar y del que todos debemos aprender.
La montaña de sabiduría que, si no viene a nosotros, deberemos alcanzar por nuestra cuenta. A fuerza de garra, pasión, inteligencia y maravilla.
No hay nada mejor que decir del trabajo de un hombre.
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