Mundo Morrison

Para defender a esta obra, que está a años luz de los buenos trabajos del ídolo, hay que ser un Morrisonzo nivel omega.

Sebastian O

02/08/2022

| Por Andrés Accorsi

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RCO031_1477984748Para defender a Sebastian O hay que ser un Morrisonzo nivel omega. Esta es una historieta realmente muy floja, que compré y leí cuando salió en 1993, porque en aquel momento uno era talibán de Vertigo y además el sello recién empezaba y tenía pocos lanzamientos por mes. Esta miniserie de tres episodios era uno de esos proyectos creator-owned que Art Young estaba desarrollando para la línea de comics adultos que iba a publicar Disney (Touchstone Comics) y que finalmente se desactivó, y terminó por integrarse a Vertigo cuando Karen Berger lo llamó a Young y le dijo «venite con todo lo que tengas en carpeta, que acá DC le da luz verde». A Young le servía para sacar a flote esos proyectos y a Vertigo para darle diversidad y frescura a la línea, que no fueran todas versiones retorcidas de antiguos conceptos heredados de DC.

Así es como Sebastian O pasó de novela gráfica a miniserie de tres episodios, siempre con los guiones de Grant Morrison y los dibujos de Steve Yeowell, el mismo equipo creativo que había colaborado en Zenith, una extensa serie que publicó la revista 2000 A.D. a partir de 1987 y que significó el primer éxito del guionista escocés. Yeowell no es un dibujante virtuoso, ni mucho menos. En general, es apenas cumplidor, y a veces no llega ni a eso. Su problema no está en los fondos: dibuja hermosos paisajes, vehículos y edificios de cualquier época que le toque en suerte. Donde falla es en la figura humana: los rostros son irregulares (algunos están bien y otros son horribles), faltos de expresividad, rígidos. Y los cuerpos suelen verse estáticos, o moverse con cierta torpeza. En Sebastian O no se sufre tanto como en The Invisibles, en parte porque Yeowell se entinta a sí mismo y en parte porque realmente deja la vida en las secuencias mudas, que por suerte son unas cuantas.

RCO016_1477984748¿Este comic sería mucho mejor con otro dibujante? Creo que no, que lo que tira para atrás a Sebastian O va más allá del talento (o no) de Yeowell. No solo la aventura que nos narra Morrison es fría, chiquita y predecible: ni siquiera el personaje principal es carismático o atractivo. Sebastian Alfred O´Leary, concebido como el pibe perfecto, el ser humano que condensaría todas las virtudes habidas y por haber, es un aristócrata pedante, canchero, y sin el menor escrúpulo a la hora de matar a cualquiera que ose enfrentarlo. No es heroico, no se preocupa ni por impartir justicia ni por ayudar a quien tiene menos. Simplemente avanza hacia un combate final con un tipo bastante más jodido que él, Lord Theo Lavender, y ahí también sale vencedor. Sebastian es un pibe astuto, rápido para tomar decisiones, y con la agilidad suficiente como para esquivar tiros, cuchillazos y demás agresiones físicas.

Según Morrison, el hecho de que Sebastian sea un dandy es su forma de homenajear al Jerry Cornelius de Michael Moorcock «Como pude leer sus libros cuando tenía diecisiete años y no tenía muy decidido cómo quería ser, poco después de que empezase el punk empecé a vestir con levitas de terciopelo y con camisas de volantes, porque nadie más lo hacía. Me sigue gustando la moda y estoy obsesionado con la apariencia, por lo que Sebastian O fue mi intento de convertir todo eso en un estilo de vida y en una estética, al igual que hacían los chicos de 1890″, declaró alguna vez.

RCO008_w_1477984906Si hay algún atractivo, algo que haga llevadera la lectura, es la ambientación. Morrison imagina un lustro final del Siglo XIX en el que por lo menos Inglaterra cuenta con una tecnología muy superior a la que realmente poseía en el mundo real durante aquel período. Por supuesto no está al alcance de todos, sino de los pocos que la pueden pagar. Y funciona como condimento para la aventura -sencilla y por momentos ramplona- de Sebastian O. La Inglaterra de fines del Siglo XIX viene con el habitual bagaje de sofisticación, por lo menos en los estratos sociales a los que pertenecen Sebastian y su némesis. Pilchas elegantes, mansiones, palacios y carruajes, adornan un mundo de gente culta, educada, y que da la sensación de ser sexualmente muy abierta.

Cuando Sebastian O se recopiló en TPB (año 2004, cuando Morrison ya era una especie de Rey Midas), el guionista agregó unos textos que recorren la historia previa de la familia del personaje, y del propio Sebastian, hasta llegar a 1895 que es cuando (supongo) se inicia la aventura que narra el comic. En estos breves textos que inventa para este línea de tiempo, Morrison desparrama ideas mucho más gancheras y divertidas que las que cuenta la miniserie. Una pena que nada de eso se haya dibujado ni convertido en otros arcos argumentales para el personaje.

La verdad que entre la abundancia de escenas sin diálogo, lo breve de la historia y la chatura de los personajes, es muy poco lo que hay para contar acerca de Sebastian O. En general uno no asocia a Morrison con este tono tan frío, tan desapasionado. Así que nada, imposible recomendarle esta obra a nadie que no sea un fanático termo de Grant, y que quiera leer o comprar cualquier cosa que lleve la firma del escocés. Sin ser una falta de respeto, Sebastian O está a años luz de los buenos trabajos del ídolo, y sirve para recordarnos que Morrison también tiene guiones flojitos y que Vertigo también publicó cosas que no nos convencían en 1993 (cuando todo era novedad y promesas de gloria infinita) y siguen sin convencernos hoy, casi 30 años después.

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