Palomar y Después

Lazos familiares y asesinas a sueldo en una extraña gema de Beto, en colaboración con Tini Howard.

Assassinistas

30/01/2025

| Por Gonzalo Ruiz

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En Diciembre de 2017, las comiquerías yankis recibieron el nº 1 de Assassinistas, una miniserie de seis números escrita por Tini Howard y dibujada por nuestro homenajeado Gilbert Hernandez. Esta mini es el último trabajo largo (hasta la fecha, al menos) donde el quía colabora únicamente con su dibujo. Nuevamente, quien se encargó de unir a este binomio fue Shelly Bond, quien en Agosto de dicho año fundó el imprint Black Crown dentro de IDW, después de renunciar a Vertigo. Dicho subsello duró poco, puesto que su cierre se dio en 2019 tras publicar un puñado de miniseries con fresca impronta y nombres gloriosos (hace no mucho se reseñó en el sitio Kid Lobotomy, de Peter Milligan).

Tini Howard supo reconocer la influencia de Bond en su vida. Sin ella, contó en una serie de preguntas y respuestas en Reddit, no sería guionista. Ella, hasta ese momento, escribía para Top Cow (ganó un “Talent Hunt” organizado por la editorial en 2013) y en Oni Press, donde realizó historietas de otras IPs como Rick and Morty. Bond la contactó después de leer su participación en la antología de Dark Horse “The Secret Loves of Geek Girls”, y le propuso trabajar en Black Crown, con la posibilidad de formar equipo ni más ni menos que con el bueno de Gilbert. Vale repetir que es la segunda vez que Bond emparda a Hernandez con otro guionista, ya que de ella nació la asociación con Peter Bagge que pergeñó “Yeah!”. Para Howard, ser editada por una grossa que encima es su ídola y encima tener un guion dibujado por una leyenda viviente del underground, era tocar el cielo con las manos. De acá arranca la carrera meteórica de Tini que la llevó a trabajar en Marvel y DC.

Pero vamos a Assassinistas, miniserie que muchos críticos catalogaron como “si Kill Bill fuera dirigida por Wes Anderson”. Y la comparación no podía ser más acertada: tres chicas rescatadas de un culto asesino que devienen en, justamente, un trío de asesinas a sueldo que trabajan para Carlos, quien las agrupa y termina por enamorarse de una de ellas, Octavia. La narrativa impuesta por Howard oscila entre el pasado y el presente (sin especificar una época, pero intuímos que el pasado transcurre en los ´80 y el “presente” en unos dosmiles poco claros), con el desarrollo de la amistad de Octavia, Charlotte y Rosalyn, y lo que pasa con ellas en la “actualidad”. La acción la dispara el secuestro del hijo de Charlotte por alguien que se hace pasar por Rosalyn bajo su alter-ego Blood Diamond, lo que despierta ciertas pasiones entre las chicas separadas.

Hasta ahí, la cosa Kill Billesca (de hecho las chicas son una negra, una rubia y una asiática). ¿Y lo Anderseano? Está en cómo Tini elige contar las cosas. La acción tiene una pata preponderante en la historia, pero al final del día lo que vemos es la historia de un grupo de chicas que vienen de un lugar difícil y tratan de hacer lo posible para encajar en la sociedad. Las tres arrastran un “trauma” con respecto a la idea de ser madres con un pasado de asesinas a sueldo. Un dato curioso: esta historia se le ocurrió a Howard cuando se enteró que su mamá tenía un “seguro de secuestro”, debido a que su padre (el abuelo de Tini) era un agente de alto rango en la CIA, y si bien nunca les pasó nada, el riesgo latente estaba. La idea le quedó boyando a la guionista el tiempo suficiente como para usarla de cero en una historia sobre relaciones entre asesinas, gente que uno creería que es más fría y calculadora y menos sentimental. En los comentarios del tomo recopilatorio, Tini siente que ella y su mamá no son como Octavia y Dominic (el hijo de Octavia y Carlos), aunque siente que su profesión como escritora freelancer es de tanto riesgo como ser una asesina. Chistes aparte, para ella la gracia está en que “el peligro real nos hace anhelar la normalidad del mismo modo que la normalidad nos hace anhelar la aventura.”. Así como su mamá y ella tuvieron una vida normal, Octavia y Dominic no la van a tener.

Y el eje de la cuestión, más allá de los asuntos pendientes del trio de asesinas, pasa por los ya repetidos Octavia y Dominic. Ella, la única que parece no haber abandonado su “profesión”, escondida como una aseguradora medio pelo. Él, un joven homosexual que trata de no seguir agobiado por la extraña (e insegura) vida de su madre, que trata de tener los pies en la tierra con su nuevo novio pero no lo consigue. En la misión de rescatar al hijo de Charlotte, hay todo el tiempo un pase de factura familiar, que en definitiva hace que la historia se mueva más allá de los tiroteos.

Hablando de tiroteos, Beto Hernandez: la parte más grossa de su corpus, como sabemos, está en Palomar, con historias más reflexivas y contemplativas que con acción. Y si bien hablamos acá de sus momentos artísticos más agitados, hay que volver a destacar lo mismo: lo bien que están hechas las escenas de acción, los tiroteos. Gilbert, al igual que Jack Kirby, opta por combates más estáticos, sin líneas cinéticas, donde todo es más posado, en lugar de un movimiento continuo imaginado por el efecto del arte secuencial. Si bien su dibujo no es tán logrado como en el pasado, acá tiene todas las pilas puestas, ayudado por el color de Rob Davis.

Assassinistas es una rara avis, porque es una obra por encargo, algo que se nota que no está pensado por dos cabezas y cuatro manos. De hecho, Tini Howard colaboró mucho en el diseño de los personajes. Sin embargo, es una muestra de un Gilbert “moderno” (aunque la mini vaya a cumplir ocho años a finales del 2025), con una impronta muy distinta a la que vemos incluso hoy en Love and Rockets. El trade paperback no es fácil de conseguir, pero sí los seis números individuales, lo cual hace de esta rareza algo fácil (y necesario) de rescatar.

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