En 1995, mientras los Hermanos Hernandez estaban por terminar el primer volúmen de Love and Rockets para Fantagraphics, Chuck Dixon y Gary Frank (jugadores de ligas mucho más grandes que la editorial de Gary Groth, se sabe) hicieron el one shot Black Canary/Oracle: Birds of Prey, que dio inicio a este supergrupo de heroínas. Cuatro años después, debutan en su propia serie, con Dixon como guionista hasta el nº 46. Del 47 al 49, los textos quedan en manos del autor independiente Terry Moore, creador de la mítica Strangers in Paradise y que venía de militar como coordinador en Homage, uno de los subsellos del estudio WildStorm, aquel que armaría Jim Lee y que posteriormente vendería a DC.
Y sí, por supuesto que el sucesor de Moore es Gilbert, que toma las riendas de la serie durante seis números (o sea, del 50 al 55, Febrero a Julio del 2003) hasta que, en el número siguiente, venga Gail Simone a renovar el título por completo. Todo esto debido a que Moore había aceptado el trabajo pero no podía quedarse más tiempo por asuntos de agenda, y todavía faltaban unos meses para que Simone pueda terminar sus asuntos en Marvel y así agarrar “Birds of Prey”. Cabe aclarar que estos números son los únicos aportes del ídolo al Universo superheróico de DC, más allá de su participación en las antologías Bizarras curadas por Joey Cavalieri y una historia corta dividida en dos, publicada en la antología “Sensation Comics Featuring Wonder Woman” del 2014.
Por más autor todoterreno y de impronta personal que pueda ser, al hermano Hernandez le costó un poco hacerse cargo de un título superheroico que -como bien sabemos- está atrapado en lógicas más complejas que las de una historia más suelta. En una entrevista, Gilbert comentó que «la última vez que lo comprobé, el mayor amor de Black Canary, Green Arrow, estaba muerto (en referencia a Quiver, de Smith y Hester). Luego volvió a la vida. Batgirl, ahora llamada Oracle, está en una silla de ruedas y vive en un universo donde la ciencia podría remediar este problema en un segundo. Incluso aunque sea por arte de magia, es un mundo de fantasía, pero donde la fantasía es selectiva». Desafíos aparte, el bueno de Beto tomó las riendas junto al dibujante Casey Jones (con colores de Hi-Fi y tapas de Phil Noto) para dejar su huella en uno de los universos más importantes del mundo comiquero. Otro dato es que en Marvel no hizo nada salvo una aparición en Strange Tales (la “Bizarro Comics” de la Casa de las Ideas), sin mojar en la Tierra 616. Es para debatir si Beto tuvo ganas o no de establecerse por mucho tiempo en el mainstream.
¿Qué hace Beto en su debut dentro del universo central de DC? Homenajear a la Silver Age, por supuesto. Por un lado, las historias paralelas que arma para Barbara y Dinah involucra a viejos personajes. Por su lado, Oracle se tiene que enfrentar a un resentido Killer Moth, en un gran callback a la primera aventura de Barbara Gordon, allá lejos y hace tiempo. Mientras que Black Canary se involucra en una aventura con el querido Rex Mason, Metamorpho. Dicha aventura tiene que ver por supuesto con Simon Stagg y su hija, que quedaron fusionados en una única persona compuesta de energía alla Rebis. Dicha fusión también afectó a Rex, que adoptó la forma del sirviente simiesco Java, personaje que Gilbert aprovecha para que, en su primera aparición dentro del nº 50, tenga el aspecto de gorila cibernético del IRS que diseñó para su serie Girl Crazy (también medio homenaje al robot que aparece en la tapa fanzinera de Love and Rockets nº1).
Estas aventuras ocupan los primeros tres números (50-52), un mini-arco que da pie a “Girls’ Night out” (nº53), un unitario muy lindo en el que Gilbert aprovecha para mostrar sus dotes de dramaturgia: las chicas se toman unas breves vacaciones en un hotel lujoso para aflojar las tensiones de los números previos. Allí, Dinah se levanta a un chongo, pero comienza a pesarle el fantasma de Ollie y la que termina interesada en este muchacho de nombre Tom, es Barbara. Fricciones, pasadas de factura y un par de momentos de gracia (más un par de páginas de machaca) hacen de este numerito una pequeña muestra de las capacidades que tiene el guionista para emocionar y atrapar con lo que cuenta, algo que quizás ya sabían los que leyeron Love and Rockets en su momento, pero no el público en general.
La tensión generada entre las chicas explota en los dos números siguientes. Black Canary busca sacarse la bronca cagándose a piñas con malos, e interviene en combates de Metamorpho (se nota que es de los personajes favoritos de Gilbert) y de Nightwing, que aprovecha para preguntarle a Dinah por qué Barbara no le está dando cabida. Poco sabe él que ella anda de levante con Tom. A la par nos enteramos que el hermano de este último muchacho es un súbdito de Felix Faust (más Silver Age no hay) que busca a Barbara con intereses un poco más maléficos que el del romance.
En solo cinco números, Gilbert Hernandez condensó todo lo que lo forma como artista: la Silver Age superheroica, los diálogos mordaces pero tiernos de mujeres que todavía buscan saber quiénes son, cierto amor por lo ridículo y la diversión. El acompañamiento de Casey Jones le queda bastante bien, excepto por el nº 53 donde hay un cambio de entintador que no lo beneficia ni en pedo. La huella, quizás hoy borrada y olvidada, que dejó Hernandez tiene todos los ingredientes que esperamos del maestro, que además, vale decir, no habrá dejado ningún número memorable, pero no por ello hay que ningunearlos. Son cinco números simpáticos, bien hechos, que vale la pena rescatar, incluso sin ser fan de las Birds of Prey.
Dejanos tus comentarios:
Tenés que iniciar sesión para poder comentar.