Palomar y Después

Zombies, tiros, violencia y descontrol en esta miniserie de 2012, publicada por Dark Horse.

Fatima: The Blood Spinners

28/05/2024

| Por Gonzalo Ruiz

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Todos sabemos que a Beto Hernandez le encanta el cine de género y/o bajo presupuesto. Lo dice en entrevistas y lo traspasa al papel en personajes como Fritz, la hermanastra de Luba que en un momento de su vida corta su carrera como psicóloga para convertirse en actriz todoterreno, sin hacerle asco a películas filo-pornográficas, sci-fi, drama, etc. Dentro del contexto de Palomar no había mucha cabida para pensar historietas con ese tinte, entonces aprovechó para convertir algunas películas en novelas gráficas para sacarse el gusto de hacer comics de esa índole. De todo eso ya hablamos en la mega-nota sobre Love and Rockets que está en el nº8 de la Comiqueando Digital. Ahora nos toca ver cómo llevó ese fanatismo por lo extremo en otras obras, sin las ataduras del universo Palomar.

En 2012, Gilbert volvió a Dark Horse para entregar una miniserie de cuatro números (entre Junio y Septiembre) llamada Fatima: The Blood Spinners, centrada en un mundo postapocalíptico zombie. La trama se puede simplificar de la siguiente manera: aparece una droga llamada Spin pensada para fortalecer a las personas, pero de manera contraproducente quienes la consumían se volvían zombies, lo que generó la creación de una organización paramilitar dedicada a boletear a estos bichos mientras se busca una cura. La persona que está en el centro de acción es, por supuesto, Fatima, una agente letal y efectiva en el uso de armas.

Hasta acá, todo bien. Una gran historieta de acción donde nuestro querido Beto se divierte (me imagino) con escenas muy over the top en cuanto a gore y tiros, y nada del clásico erotismo Hernandiano que se ve en Palomar y en otras obras, repletas de minas en bolas y tipos garchando. Acá el placer carnal desaparece aunque igual se da el gusto de dibujar mujeres de curvas pronunciadas. Pero claro está, que el atractivo no pasa por ese tipo de historias intimistas (apenas hay un romance que se resuelve en un par de viñetas) si no por lo desbocado del guion y dibujo.

De todos modos, lo mejor de Fatima radica en el guion. Beto usa a la perfección sus cuatro números para presentar una premisa básica, dos giros que dan paso al segundo y tercer acto respectivamente, y un final. Para ponerle un poco más de onda sci-fi al comic, a mitad del segundo número, resuelve que dos agentes paramilitares (Fatima y Jody) se congelen durante 100 años, con la intención de poder reconstruir el mundo en caso que la epidemia se termine. Sin embargo, la criogenización falla, despiertan siete años después en un mundo totalmente colapsado y con zombies evolucionados. Otra cosa interesante es que la droga Spin, al principio de la miniserie, es presentada como una droga recreativa. Es decir, la gente se convertía en zombie voluntariamente (excepto claro, por aquellos que eran atacados). Que los zombies logren evolucionar es algo conocido en el género (vean sino Day of the Dead, de George Romero), aunque ciertamente no muy usado. Ahora, que la expansión de la epidemia haya sido en parte porque mucha gente eligió usar la droga ilegal, me parece de lo más original y le suma cierto grado de angustia a cómo se desarrolla la historia.

De los comics que tenemos para mostrar de Beto, probablemente este sea el más descerebrado y divertido de todos. Repito: todos sabemos que a él le encanta este mundo y en ciertos aspectos, supo aplicarlo a su aporte en Love and Rockets. Pero verlo trabajar sin ese manto de solemnidad y drama para realizar una miniserie donde más de la mitad de la página son dibujos de zombies y bichos bien cagados a tiros, es todo un placer, o al menos lo es si te gusta este tipo de aventuras. Una historieta que abraza el caos, los tiros y la sangre en cantidades copiosas, que no tiene miedo de mostrarse tímida frente a la acción y el splatting. De nuevo, la sangre es todo.

Un punto flojo, eso sí, es el dibujo. El Beto del Siglo XXI es un Beto minimalista, de pocas viñetas, fondos y que no abraza el detalle como caracterización principal. No es que lo haya sido siempre, pero uno puede observar que su “evolución” consistió en simplificar el dibujo y ablandar el trazo. Se nota la herencia Kirbyana: la acción es bastante estática, repleta de poses. Pero no abunda mucho la imaginación, no hay una exploración en cuanto a las estructuras, armas, uniformes… Hay un par de momentos donde aprovecha para dibujar chicas con poca ropa, classic Hernandez, pero que en cierto punto desentona con el resto del comic. No digo tampoco que el dibujo sea categóricamente malo, incluso lo que tiene a favor es que se nota lo bien que la pasó Gilbert al momento de dibujar zombies tiroteados.

Sin entrar al podio de obras de Beto por fuera del canon de Palomar pero sin tampoco convertirse en un comic menor para leer de completista, esto funciona como una muestra de la gran diversidad que encierra el artista, fan de muchas cosas y que las puede representar en su medio favorito sin ningún problema o miedo al ridículo. Es simplemente la “historia de zombies” de Gilbert, un gusto que se dió y que sus fanáticos disfrutamos mucho. Más aún si encima te gusta el género, como es mi caso.

 

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