En 1998, en el paréntesis entre la primera y la segunda etapa de Love & Rockets, al maestro Gilbert Hernández se le ocurrió coordinar una antología de historietas aptas para todo público en la que la estrella sería Venus Martínez, la hija pre-adolescente de Petra y- por consiguiente- sobrina de Fritz y más o menos sobrina de Luba.
De alguna manera, consiguió que Fantagraphics le diera luz verde al proyecto, y así, en la Navidad de 1998, apareció el nº1 de Measles (paperas), una revista que duraría ocho entregas en formato comic book, hasta extinguirse sin pena ni gloria a mediados de 2001.
Que juegue la banda
Para hacerle la segunda, Beto reclutó a sus hermanos, Jaime y Mario. El primero participó de los nºs 2, 3, 4, 5 y 8, con una historieta de superhéroes en joda, titulada (en castellano) «Los Super Sónicos». En el nº5 aportó también una breve historia centrada en una versión «alternativa» de Papá Noel. Algunas de estas historietas son muy cortitas, de hecho alguna vez Los Super Sónicos ocuparon solo la contratapa de Measles (lo cual está bueno, porque los pudimos ver a todo color). Mario, por su parte, aportó historias cortas (sin personajes recurrentes) a los números 1 al 4 y 6, y estoy en condiciones de afirmar que fue lo mejor que dibujó en su vida. Ojalá hubiera continuado haciendo historietas en ese estilo.
Y después, la antología (recomendada por la editorial «para lectores a partir de los seis años») se iba a nutrir de las colaboraciones de otros autores muy asociados al comic indie de los ´90, que solían aparecer en las antologías para adultos de Fantagraphics, o en sus propios comic books. Así, por las páginas de Measles vimos desfilar a Jim Woodring, Rick Altergott, Johnny Ryan, Ariel Bordeaux, Sam Henderson y hasta al inmenso Peter Bagge, quien trajo de vuelta (para una historia cortita) a Girly Girl, uno de sus personajes más neuróticos. Fuera de los hermanos Hernandez, el autor que más páginas aportó a Measles fue Steven Weissman (también conocido como «Ribs») que dio vida a Olaf Oedwards: Kid Firechief, un personaje muy copado cuyas aventuras aparecieron en los ocho números de la antología, a veces ocupando más espacio que las de la propia Venus.
Para reforzar un poco más la propuesta, el recordado Kim Thompson (uno de los dueños de Fantagraphics, especialista en historieta francófona) consiguió los derechos de Les Petits Riens, de Lewis Trondheim, que aparecieron en los nºs 1 y 3, y entre los nºs 5 y 8 serializó (traducida por él mismo) «Un Journal Phénomenal», el álbum infanto-juvenil que Joost Swarte lanzara en 1995, conocido en nuestro idioma como «Algodón y Pistón». En Measles, la historieta apareció en blanco y negro, con el título «Hector and Dexter».
Destino: Venus
En cuanto a la labor de Beto como historietista, el amterial que realizó para Measles está bueno para verlo hacer cosas que rara vez hace en sus otras obras, esas llenas de tragedias, sordidez y delirios dignos de David Lynch. Las historias de Venus, además de cortitas, son clarísimas en todos los sentidos. En el de su fácil comprensión (están perfectamente pensadas para nenas de 9 años) y en su grafismo, en el que Beto se controla muchísimo para meter muy pocas masas negras, dosis moderadas de rayitas finitas de pincel, y muchos espacios blancos. Aún así, con menos elementos de los habituales en cada viñeta y con una grilla fija de seis cuadros por página, el ídolo se las ingenia para presentar páginas bien equilibradas, composiciones de cuadro hermosas (sobre todo en las viñetas con las que abre cada historieta) y una narrativa sin fisuras, que fluye a la perfección. Sólo la última historieta, que narra un sueño muy raro de Venus, se pasa un poquito de crípitica y pela imágenes de esas que nos encantan a los que leemos a Beto hace mil años, pero que deben resultarle bastante alienígenas a los lectores ocasionales, sobre todo si son chicos.
El resto, es tranqui, familiar, divertido. A la musculosa Petra y a la tetona Fritz no se las empoma nadie, ningún chico padece enfermedades degenerativas y no hay bajada de línea sobre la explotación de los pobres, la miseria y la injusticia. Los conflictos son chiquitos, pequeñas escenas de celos entre Venus y su amiguita-rival Glinda González, algún coqueteo de ambas con los chicos más lindos de la clase. Lo más intenso, donde aparece un mínimo atisbo de violencia, es un partido de futbol en el que Venus y Glinda juegan para equipos distintos. Y después, todo es mucho más suave, repleto de situaciones de comedia, con secuencias que nos invitan a pasear por los sueños, fantasías y travesuras de una típica nena de 10 años, hasta llegar a un episodio (casi indignante para los fans del Beto Hernández áspero, perverso y malalechístico) en el que Venus aprende que la Navidad tiene un montón de cosas más importantes que la nieve.
Con o sin paperas
En 2012, Fantagraphics publicó el libro The Adventures of Venus, que recopila las historietas que Beto estrenó entre los nºs 2 y 8 de Measles, más una inédita, llamada «The World of Venus», que funciona muy bien a modo de presentación del personaje. Como bizarreada incomprensible, la reedición no es en formato comic book, sino que cada página de este libro (en formato cuadrado, con innecesarias tapas duras) equivale a dos tercios de una página de las aparecidas en Measles, ahora publicadas un cachito más grandes.
Ya sea que busques los ocho números de Measles o que solo te copes con The Adventures of Venus, acá te vas a encontrar con este genio muy enchufado, cebado por la posibilidad de crear una atmósfera distinta, con toques de humor limpito y efectivo, y con un dibujo con poquísimo que envidiarle al de sus mejores obras. Papita rara, fina, y con la que además de divertirte un rato, podés llegar a traer al lado oscuro de la Fuerza a nenes y nenas que no tienen idea de lo infinitamente grosso que es Beto Hernández.
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