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NOTAS

Rapsodia Húngara

Nos vamos a principios de los ´80, de la mano del maestro italiano Vittorio Guardino.
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Martes 23 de septiembre

Vittorio Giardino es un autor absolutamente inusual. Nacido en Bolonia 1946, un día abandonó una carrera como ingeniero electrónico para dedicarse a lo que más le había gustado en la vida desde que era niño: los comics. A finales de los ´70 empezó a publicar en la revista "Il Mago" el personaje Sam Pezzo, dibujado y escrito por él. Se trataba de un detective tributario de los de la serie negra clásica americana de los años ´30, al estilo de Dashiel Hammett y Raymond Chandler. Esta era una vertiente muy apreciada en los años ´70, en relecturas, en el cine y, específicamente en Europa y Argentina, también en los comics. Esto podía deberse al aire nostálgico de estos anti héroes taciturnos de aquella California americana de los ´30, y porque sus autores habían plasmado un retrato sociológico de la América de la prohibición y la depresión, imbuido en cierta atmósfera de denuncia social, de mostrar personajes que habían caído hasta lo más bajo por causa de una sociedad que no los aceptaba y les negaba oportunidades. Los detectives que desnudaban esta realidad eran personajes un tanto cínicos, casi siempre alcohólicos, que al final no podían desligarse de la amargura de las situaciones en las que estaban envueltos. San Pezzo es una mezcla de homenaje y parodia a estos personajes. El énfasis de ser un anti héroe lleva a Pezzo a recibir varias palizas en cada episodio y a no quedarse nunca con la chica. Asimismo, las historias revelan una conciencia social del autor muy marcada, y fueron el espacio ideal para que Giardino se desarrollara como dibujante y guionista. Las aventuras de Sam Pezzo se sucedieron en un periodo de no más de dos años en los que Giardino produjo varias historias breves, de máximo 20 páginas, ambientadas en una Bolonia irreal, que a veces se parece a San Francisco o a Nueva York, plagada de personajes entrañables. Una mezcla de Italia con Estados Unidos, que se supone que ocurre en la actualidad de los ´70, en la que Italia estaba asolada por los actos terroristas de la de las Brigadas Rojas y la mafia rampante. Las primeras aventuras de Pezzo cuentan con un dibujo caricaturesco que se va tornando realista. La figura humana es cada vez más lograda, los encuadres son cada vez más cinematográficos, las expresiones más elaboradas y se siente un tono añejo, nostálgico, no solo por la temática sino por la gráfica que algo tiene de art deco, de recordarnos décadas pasadas. Acaso el punto más alto de la serie, que dista de ser perfecta, es cuando Pezzo intenta ayudar a unos inmigrantes ilegales de Eritrea, ex colonia italiana en Africa, pero por su actuación los deja peor que como estaban. Una vez más, el hombre blanco, creyendo tener la última palabra en materia de derechos humanos, lo arruina todo.

Tras lograr un discreto éxito con su comic, Giardino corre un riesgo más grande y se embarca en una nueva aventura creativa. Ahora en la revista Orient Express, con un nuevo personaje, una nueva franquicia, Las aventuras de Max Fridman. Se trata de un ex agente de la inteligencia francesa "La Firma" que, a finales de los años ´30 se ha ido a vivir a Suiza, donde tiene una más o menos pujante empresa de tabaco. Un día, como el Ulises de la guerra de Troya, es convocado por La Firma para una misión en la que no quiere participar. Pero la agencia lo presiona, lo coacciona amenazándolo con destruirle su tranquila vida de comerciante de tabaco y dañarle la estabilidad que ha conseguido como padre viudo de una hija de diez años. Friedman se ve obligado a viajar a Budapest a esclarecer la muerte de todos los agentes del grupo Rapsodia, sección de espías de La Firma que han sido diezmados en un solo día, y donde solo se ha salvado la joven Ethel. Fridman llega a la capital de Hungría, ciudad que a Giardino le fascina, y a la que convierte en un personaje más de la historia. Budapest es un nido de espías, sí, de facciones enemigas, de punto de encuentro de las potencias mundiales que se juegan el destino del planeta. A diferencia del eclecticismo y el tono paródico de Sam Pezzo, aquí la ambientación histórica es absolutamente precisa, tanto en lo gráfico, los vestuarios, los peinados, la arquitectura, como en todos los elementos de la trama, hasta el uso de las canciones, de conversaciones casuales que solo pudieron ser sostenidas en esa época, en ese lugar. Rapsodia Húngara es el primer gran comic de espionaje que existe, mucho más cercano a las novelas de Graham Greene y de John Le Carré (en algo Max Friedman nos recuerda al agente Smiley), que al muchísimo más ligero James Bond de Ian Fleming. Max Friedman es un agente tranquilo, un hombre reposado de más de 40 años de edad al que no le gusta la violencia, y que carga un estrés postraumático por haber sobrevivido explosiones en la Guerra Civil Española. Friedman, con su andar refinado, su barba cuidada, su bata japonesa y su elegante sombrero, parece todo menos un héroe de acción, aunque eventualmente se ve obligado a disparar y a matar.

Rapsodia Húngara es una intriga de espionaje en Budapest en la que los rivales son la Abwer, la organización de inteligencia de los nazis y el NKVD de la Unión Soviética, y Friedman debe descubrir qué es lo que está pasando sin hacer mucho ruido. Rápidamente se ve envuelto en intrigas complejas, en fiestas decadentes, visita campamentos gitanos y viaja con marineros griegos, rodeado de personajes curiosos e interesantes como el barón Von Kluberg, la hermosa y enigmática Cleo, el violinista judío, y comunista, Simon Roth y la joven y aparentemente inocente Ethel. Con todos ellos, Friedman vive relaciones complejas, no nos termina de quedar claro quiénes son amigos, quiénes enemigos. Friedman debe hacer uso de toda su sangre fría y su temple para poder sobrevivir en Budapest y llevar a cabo una misión que acaso puede resultar completamente inútil, ya que lo que se cierne es el mayor conflicto bélico de la historia, y ni Friedman ni el complejo ensemble cast que lo rodea lo podrán evitar.

Rapsodia Húngara está increíblemente bien dibujada. Puede hablarse de influencia de la línea clara franco belga, de ese estilo creado por Hergé para Tintin, llevado al extremo por Jacobs en Blake & Mortimer, y que entre los ´70 y los ´80 fue muy cuidado por dibujantes franceses, belgas y holandeses, ya que le daba a los comics un aire sofisticado, asociable con las tendencias de la posmodernidad. Giardino logra un trazo exquisito afín a esta tendencia, pero sus personajes tienen un aire más realista que la mayoría de los dibujantes de la línea clara. Sus historias son ambiciosas y profundas, mientras que los autores de la tendencia mencionada solían quedarse en lo estético sin desarrollar historias demasiado ambiciosas. Giardino presenta personajes muy variados, mujeres bellísimas, gente de todas las razas, para convertir a Budapest en un punto de encuentro entre rusos, húngaros, turcos, griegos, alemanes  y gitanos que fluctúan en una historia que por momentos recuerda a la película Casablanca y en la que Giardino demuestra el gran autor que es. La obra tuvo una mediana acogida en la revista Orient Express y fue recogida en libro en una pequeña edición de mil ejemplares.

El problema es que, si bien es un trabajo bellísimo y valioso, era un tipo de comic muy difícil de hacer, dibujos con muchísimo detalle, muy elaborados y con colores aplicados a mano. Las ganancias que dejaba una publicación mensual y una edición pequeña no la hacían viable. Giardino quería seguir en esa vertiente pero intercaló la continuación de Max Friedman con la última aventura de Sam Pezzo, Shit City. Intentó vender el comic en el mercado francés, que era más grande que el italiano, y se enfrentó con el problema de que Francia manejaba álbumes de 46 páginas y la Rapsodia duplicaba esa extensión (porque era, ya lo podemos decir, una novela gráfica). El editor Glénat corrió el riesgo de publicarla y Giardino cuenta que temía que si el libro era un fracaso en Francia abandonaría los comics y regresaría a la ingeniería. Afortunadamente fue un éxito absoluto, con ventas masivas, premios, el merecido reconocimiento para Giardino como un gran autor, y la aceptación de que el comic era un espacio donde podían caber historias sumamente complejas.

A partir de ahí, Giardino tuvo una gran carrera. A continuación de Max Friedman creó la serie de relatos cortos policiales Vacaciones fatales, que es genial, y llegó incluso a hacer la precuela de Friedman en la Guerra Civil Española ("No pasarán"), ya consagrado como uno de los autores más importantes de todo el comic. Su Rapsodia Húngara es una obra maestra y un pilar fundamental que abrió muchas puertas para que se pudieran hacer más y mejores comics en Europa en esa década que empezaba y que vio el surgimiento de obras y autores muy valiosos.