Volver a leer algo luego de cierta cantidad de años, puede ser una sorpresa absoluta. Como la gran mayoría de los argentinos, mi primer acercamiento a Rumiko Takahashi fue a través de Ranma ½ en la pantalla del canal Magic Kids. En la época donde la internet no estaba al alcance de nuestras manos, la información nos llegaba a partir de revistas de información. Las locales como Comiqueando o Lazer, y las importadas de España como Dokan o los especiales de Neko.

No recuerdo si fue en Entelequia o en Camelot que compré un especial sobre Rumiko, y se abrió ante mí el mundo diverso y vasto de esta mangaka. Lamu, la extraterrestre que se paseaba en bikini atigrado, Maison Ikkoku, la historia de una residencia en el Tokio suburbano, pero la que más me llamaba la atención era One Pound Gospel: una historia de amor entre un boxeador llamado Kosaku y una novicia llamada Angela. Qué clase de delirio era este.
Buscando y buscando, encontré en las bateas argentinas el nº 3 de una edición de Planeta de Agostini, en esos tomitos espejados de 100 páginas. Una historia de cinco capítulos, autoconclusiva y que poco me aportaba. Mis dudas del orígen y el desenlace de esta historia seguían sin ser resueltas, y por lo poco que sabía suponía que cuando consiguiera los tomos que me faltasen iban a terminar la historia. Pero nunca los conseguí, y así el mundo del púgil Kosaku y la hermana Angela se alejaba de mis manos para adentrarse en el olvido. Sin principio ni final.

Por suerte la digitalización avanzó rápido, y menos de diez años más tarde la internet me dió revancha. Era el año 2005 y conseguía a través de descargas piratas, los primeros (en ese momento únicos) tres tomos de esta historia. Los devore sin compasión y página a página pude descubrir y descifrar los vaivenes de esa pareja que nunca terminaba de concretar. Ella no se decidía a dejar los hábitos, él no tenía la perseverancia para ser un campeón del boxeo pese a su talento. Dos ovejas perdidas en el camino del Señor, sin un rumbo claro, condenados a vivir una vida como la nuestra. A superar los días de a uno. Al llegar a las últimas páginas me di cuenta que la historia no tenía un final, pero también me daba cuenta que Rumiko no me estaba hablando a mí. La ternura de los personajes no me enternecía, y las situaciones cómicas me resultaban básicas. ¿Era realmente esto lo que había estado buscando por años? La desilusión no era inmensa, pero One Pound Gospel no había estado a la altura de las expectativas. Mejor volvamos a Ranma me dije, y di por terminado el capítulo.

Resulta interesante destacar que a Rumiko Takahashi le tomó varios años poder cerrar esta historia. La publicación fue muy irregular: comenzó en 1986, se frenó en 1989, para luego retomar a mediados de los ´90 y recién tuvo un cierre en el 2006. Tres etapas distintas de la vida de Rumiko, la de Urusei Yatsura, la de Ranma y la de Inuyasha, con tres formas distintas de contar historias. El romance, la comedia, y el drama.
Así como a ella, a mí también me tomó tiempo poder darle un cierre a One Pound Gospel. Veinte años para ser precisos. En el 2025 incursioné en las ediciones italianas de manga. Un mercado hermoso donde se publica todo y a precios amistosos. Luego de reeditar todos los relatos cortos del Rumic World en dos libros, la editorial Star publicó One Pound Gospel también en dos libros de unas 400 páginas cada uno. No lo dudé y me lo llevé a casa. Esta historia que había abandonado con sabor a poco volvía a mis manos y tenía muchas ganas de dedicarle una relectura. Hacía tiempo ya que le dedicaba un gran porcentaje de mi tiempo al maravilloso mundo de las relecturas, y sentía que esta iba a ser una buena oportunidad para encontrarle otra faceta a este clásico.
Para mi sorpresa descubrí que en 2006, unos diez años más tarde, Rumiko había retomado la historia para darle un cierre, así que incluso había material inédito esperándome. Ella, como yo, había necesitado una pausa para dedicarle el tiempo que sus personajes requerían. La relectura comenzó lenta pero la rampa de velocidad creció exponencialmente, y el segundo tomo me lo leí de un tirón. Cosas que antes no me tocaban, ahora me parecían de una profundidad superlativa. Las motivaciones no solo de Kosaku y Angela, sino de los rivales dentro del ring, eran de un nivel de realidad absoluto.

Perseguir una pasión sin futuro, la frustración de abandonar tus sueños, dedicarle el tiempo a cosas que realmente lo necesitan.
Diálogos y puestas en página que me dejaban estupefacto, que mostraban la cruel cara del boxeo y la capacidad que tiene esta mangaka de girar de un género al otro sin problemas. One Pound Gospel pasaba de una esquina olvidada a convertirse en el heredero vigente de Ashita no Joe, en la otra cara del spokon.

Una historia joven, fresca, con situaciones sencillas y cotidianas, pero reales. Con dramas a la altura, sin llegar a ser empalagosos. Y con un desenlace que sabe dejarte un sabor dulce en la boca, el sabor de que a veces lo bueno se hace esperar.


