Hora de sumergirnos en un bellísimo pozo séptico de mala leche, perversión y sordidez. Bradherley no basha (traducida al castellano como Los Carruajes de Bradherley) es una obra extraña y fascinante dentro de la magnífica producción de Hiroaki Samura, mundialmente famoso por ser el autor de La Espada del Inmortal. Se serializó entre 2005 y 2007 en Japón, en una revista llamada Manga Erotic F., de la pequeña editorial Ohta Shuppan, y el tomo recopilatorio apareció en Japón también en 2007. Cabe aclarar que la revista Manga Erotic F, pese a su título, no es una revista de manga porno, si no que se dedica principalmente al manga para adultos, sin acotarse al sexo explícito.
Los Carruajes de Bradherley nos llegó a los hispanoparlantes a través de la única edición de la que tengo conocimiento por fuera de la japonesa: en 2008 fue editada por Dolmen en un tomo de 216 páginas, que en su momento costaba 8,95 euros y ahora… andá a saber. Este manga está descatalogado hace años: hace tanto tiempo que no circula que ya no se encuentran ejemplares a la venta en ningún lado. No hay forma de saber cuánto se pide por un ejemplar de Los Carruajes de Bradherley en español, porque en ninguno de los sitios de compra-venta de Internet hay gente ofreciéndolo.
Dolmen se retiró hace ya varios años del negocio de la edición de manga en España y las probabilidades de que alguna vez reedite esta obra son ínfimas. Es más probable que un jubilado o un maestro puedan pagar la luz, el gas y el agua y aún así llegar a fin de mes comiendo todos los días. Así es como esta edición de Los Carruajes de Bradherley se convirtió en una pieza rara, muy buscada por los coleccionistas. Algo similar pasó durante varios años en Japón, ya que Ohta Shuppan dejó que la edición original se agotara y recién en 2016 la reeditó, sin cambios visibles.
Para que te des manija, te cuento que Los Carruajes de Bradherley está compuesto de ocho relatos, hilvanados por una trama en común, que es la siguiente: en el año 1899, se produce un violento motín en una cárcel de un país europeo que bien podría ser Inglaterra. Como respuesta, un poderoso miembro de la cámara de los lords, ingenia un plan que es aprobado sin mayor oposición: mediante un elaborado engaña-pichanga, se llevan chicas jovencitas de los orfanatos y las meten en los penales durante varios días, para sosegar a los presos condenados a prisión perpetua, que tienen con qué divertirse. Nadie reclama a las chicas (porque no tienen familia y las compañeras del orfanato creen que van a vivir una vida de lujos y cuidados, e incluso que van a triunfar en el mundo de la ópera), los presos no van a contar lo que pasa porque, al estar condenados a perpetua, van a morir en las penitenciarías, y los carceleros tienen prohibido abrir la boca. Por supuesto, luego de cinco o seis días de ser sometidas a todo tipo de abusos sexuales por decenas de reclusos, las chicas mueren y se las entierra en el mayor de los secretos.
Con esa consigna tremenda, infinitamente heavy, Samura empieza a indagar, a buscar variantes, una más shockeante que otra. Las historias son espectaculares, devastadoras, maravillosamente perturbadoras y construyen un tapiz en el que cada una le da un poco más de sentido a la anterior. En la última, ya con la Primera Guerra Mundial como telón de fondo, reaparece una chica de la primera historia, y en una historia de tragedia y redención, el macabro operativo sale a la luz, justo cuando un bombardeo destruye la mansión de Lord Bradherley.
Todo esto, dibujado como la hiper-concha de Dios por un Samura sencillamente genial, inspiradísimo en los detalles, con ese trazo que parece lápiz sin entintar, con un trabajo de tramas mecánicas insuperable, una narrativa ajustada y cristalina y muchísimos recursos para des-enfatizar el morbo, el gore y el indescriptible escozor que producen las secuencias en las que un turba de presidiarios le hacen un gang-bang atroz a una chiquita de 13 ó 14 años. Samura transita sin el menor esfuerzo de esos climas de abisal sordidez, a los majestuosos palacios y teatros de principios del Siglo XX, donde todo es lujo y sofisticación. Y de ahí a los orfanatos, donde todo es ingenuidad pastoril, ilusión y sueños que veremos destrozados en mil pedazos.
Hoy que estamos todos tan sensibles con el tema de la violencia de género, Los Carruajes de Bradherley cobra especial relevancia, principalmente porque no se queda en el aspecto morboso de los horrores que narra. Si tenés el librito de Dolmen, ni se te ocurra prestarlo. Y si no, estate atento, y si aparece alguno por ahí, tirate de cabeza.
Como dijo el Más Grande, no me unió el amor, sino el espanto. Será por eso que me gustó tanto…
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