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NOTAS

Sebastián Gorza: Nociones de realidad

Te invitamos a descubrir una gema oculta de la época en que Pasqual Ferry la rompía todos los meses en las páginas de Zona 84.
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Martes 18 de noviembre, 2025

La zona del medio

Estamos en 1989, y Pasqual Ferry ni sueña con dibujar superhéroes para Marvel. Tiene un espacio todos los meses en Zona 84, la revista dirigida y editada por Josep Toutain, y mucha libertad para escribir y dibujar básicamente lo que se le dé la gana. En el nº58 (Marzo de 1989) finaliza su primera serie de éxito: Crepúsculo, muy influenciada por la obra de Frank Miller y otros autores de los que se dedicaban a deconstruir la figura del superhéroes. Al mes siguiente, empieza otra serie, totalmente distinta: en el nº59 de Zona 84 nos va a presentar a Sebastián Gorza/ Nociones de Realidad. Son apenas 44 páginas, realizadas a un ritmo muy rápido: para Agosto del ´89 ya estaba terminada y publicada en su totalidad en Zona 84. Sebastián Gorza nunca ocupó la portada de la revista ni recibió demasiada promoción por parte de la editorial, y mucha gente ni se debe acordar de haberla leído en aquella etapa de la famosa antología. Y aún así, estamos frente a una obra maestra.

Historieta fantabiográfica

Se supone que algo de lo que narra Ferry en esta historieta está tomado de su vida real. Vamos a darle el beneficio de la duda y a jugar a que esto es así, y no un mero truco para lograr una mayor identificación entre lector y personaje.

Las historias nos invitan a picotear en distintos momentos de la vida de Sebastián: la primera está ambientada en su niñez, y la última tiene que ver con su muerte, cuando ya es un anciano. Ferry no tenía ni 30 años cuando escribió esto, así que toda la parte de la madurez y vejez de Gorza difícilmente esté basada en sucesos de su vida.

Las historias plantean (a diferencia de Crepúsculo) un clima intimista, son intencionalmente chiquitas, privadas. Pero en todas hay misterios... que rara vez se resuelven. Hay algo en la realidad de Sebastián que parece distorsionado, extraño, y da pie a momentos más afines a los géneros fantásticos que a un retrato de la cotidianeidad. Vos me dirás "son elementos de ciencia ficción, porque estamos en Zona 84...". No, para nada. A Ferry no le importa en lo más mínimo aparecer en una revista de ciencia ficción. Las aventuras de Gorza son más bien realismo mágico, o drama poético.  

Continuidades y rupturas

Se supone también que equipo que gana no se toca, pero Ferry mete muchos cambios respecto de Crepúsculo. El más radical tiene que ver con el tono: Sebastián Gorza es una obra de perfil bajo, mucho más sutil que su antecesora... y para no pocos críticos, bastante mejor.

Pero mantiene esa onda esotérica, los personajes atormentados, la inevitabilidad del destino, los recursos cinematográficos, la planificación meticulosa y esas puestas en página que -sin reproducir la grilla de Watchmen- nos hacen acordar enseguida a la obra maestra de Alan Moore y Dave Gibbons. Y se ve todo más natural, menos forzado que en Crepúsculo, como si Ferry quisiera decirnos "ya demostré que puedo ser cool, que estuve leyendo los comics correctos, ahora déjenme jugar tranquilo". Acá hay menos pirotecnia visual, bastante menos acción y más elaboración en lo que tiene que ver con los diálogos y con el ritmo de las historias, dónde empiezan, dónde terminan, qué dejan sin resolver, cómo se vinculan entre sí.

Los breves relatos (todos tienen ocho páginas) son pequeños mecanismos de relojería, y todos tienen trucos narrativos sumamente ingeniosos que atrapan al lector, al mismo tiempo que le permiten al autor dibujar menos, y repetir imágenes como lo hacía por aquel entonces Keith Giffen.

A todo ritmo

Al estar realizada en tan poco tiempo, Sebastián Gorza no tiene ninguna chance de reproducir el nivel de dibujo que Ferry exhibió en Crepúsculo. Toda esa variedad de técnicas, todo ese virtuosismo, acá se reduce a un trazo muy funcional al relato, pero realizado de modo mucho más rápido, que hasta puede parecer un poco desprolijo. Algo que en Crepúsculo llamaba mucho la atención, que era la aplicación de los grises, acá desaparece en el tercer episodio y reaparece recién en el epílogo. Ferry se despoja de los grises y se juega todo a un claroscuro de alto impacto, que le queda bárbaro. Lo que pierde en despliegue técnico, lo gana en espontaneidad.

Pero felizmente el autor no mezquina su trazo. Cuando se tiene que matar para dibujar un fondo, se mata (y acá vemos algunos de los mejores fondos de la carrera del ídolo). Cuando tiene que experimentar con un esfumado, experimenta. El increíble manejo del claroscuro que muestra Ferry le permite hacer todas estas cosas sin desviar la atención del lector, ni confundir, ni agobiar con detalles innecesarios.  

 

Siempre es hoy

Si de casualidad conseguís hoy un ejemplar de Sebastián Gorza (o de Octubre, el libro editado en 2003 por Astiberri que reúne varias series realizadas en esta primera etapa por Ferry) te vas a encontrar con un comic que ni a palos parece estar hecho hace más de 35 años. Hay algo en esas historias, y en esa estética, que es atemporal, que no envejece, que conecta con el lector de la misma manera hoy que en 1989.  

¿Qué es? No sé, es un misterio más de los que no se resuelven en las aventuras de Sebastián Gorza. Pero seguro tiene que ver con el talento apabullante de Pasqual Ferry, un capo absoluto del Noveno Arte que lleva muchos años disfrazado de "penciller", insertado en una industria donde nunca va a poder exhibir la sensibilidad, la profundidad y el vuelo poético que vemos en este álbum. Por suerte, en la España de los ´80 había espacio para que un pibe surgiera de las inferiores (ese proceso está documentado en otro álbum tremendo de Ferry llamado Agorafobia), llegara a una revista popular como Zona 84 y, sin bajarse los lienzos ni colgarse de las tetas de cualquier pelotudez que en ese momento estaba de moda, conquistara en poquísimo tiempo a miles de fans. Ojalá quienes hoy siguen a Ferry en sus laburos para Marvel o DC descubran y disfruten estas gemas de su vida anterior.