El Manel más raro
Manel Fontdevila (no me canso de repetirlo) es uno de los mejores autores que dio la historieta española, en toda su historia y en todos los estilos. Habitualmente asociado al humor costumbrista o la sátira de géneros con tintes bizarros, a mediados de la década inaugural del milenio Fontdevila invirtió todos los ratos libres de casi dos años de su vida para trabajar en una historieta extraña, absolutamente experimental, cuya gracia se limita al título. Súper Puta (2007) no se parece en nada a lo que te imaginás. No es la versión española de The Pro (aquella joyita de Garth Ennis y Amanda Conner), ni nada por el estilo. Se llama así porque el autor quería un nombre potente, directo, que fuera al choque. Pero podría llamarse tranquilamente “Pantera”, “El Hada Amarilla” o “Sombreros Mexicanos”.
Súper Puta tampoco se parece en nada a los otros comics del inmenso Manel. En principio porque no es la recopilación de material serializado a lo largo de varias entregas de una revista semanal o mensual, pero la particularidad de Súper Puta va más allá. Aquí el autor suelta el lápiz y la rotring y se lanza a dibujar más de 100 páginas directo con pincel, sin boceto previo y además… sin guión!
¿Qué es esto?!?
Para esta obra, Fontdevila adopta el estilo de los surrealistas, la escritura automática (o psicografía) que utilizaba André Breton, y se lanza a contar una historia extensa y compleja… sin tener la menor idea de qué iba a suceder en la página siguiente. Cada vez que se le ocurría una idea de cómo continuar la historia, la anotaba… para NO usarla! Por supuesto hubo un filtro, y terminó por rehacer o tirar a la mierda entre 20 y 30 páginas que no lo conformaban. Pero la historia se armó a base de improvisar todo, de dejar fluir dibujos y textos hacia donde soplara el viento del subconciente del autor.
Como te imaginarás, el resultado se pasa de críptico. Algunas escenas se extienden demasiado, otras directamente no se entienden y hay puntos importantes de la trama que casi no tienen explicación. Aún así, y aunque parezca mentira, la historia llega a una especie de desenlace bastante coherente y los personajes son consistentes con sus roles, no hacen una cosa y después todo lo contrario. De todos modos, Súper Puta entra en la categoría de “delirios de un autor al que le chupa un huevo laburar de espaldas al público” y sólo por eso, no se lo puede recomendar a los que no somos fans a muerte de Fontdevila.
Ver y leer
Lo más raro que tiene esta novela es la forma en la que están integrados el dibujo y los textos. Estos últimos aparecen manuscritos por Fontdevila y además ocupan un porcentaje muy alto del espacio en la página. Hay poquísimas viñetas sin texto y muchísimas que sólo tienen texto. O sea, hay muchísimo para leer. Buena parte de lo que escribe Manel no va a ningún lado, son juegos retorcidos con el idioma, que le sirven a su vez para jugar con las tipografías que –repito- crea él mismo con su puño y letra. Dentro de ese caos, hay textos de gran nivel literario, profundos, elevados, muy interesantes, más allá de su ínfimo aporte a la trama.
Y el dibujo es -como siempre- sublime. Incluso sin boceto, incluso resistiendo en las márgenes de páginas invadidas por ingentes cantidades de texto, el dibujo de Fontdevila es excelente, de punta a punta. Cerca del final hay una secuencia (rarísima) en la que abandona su estética habitual, limpita, ideal para la comedia, tributaria de la Escuela Bruguera y de la línea franco-belga más cercana a André Fraqnuin, y pela unas imágenes oscuras, ominosas, en las que reverberan Igort, Blutch y José Muñoz. Es uno de los momentos visualmente más logrados dentro de esta extraña exploración por la mente del maestro catalán.
Poder y responsabilidad
Cuando hay un personaje principal con superpoderes y un antagonista claro, que se comporta como un villano, uno empieza a pensar que está frente a un comic de superhéroes. O aunque más no sea, frente a una sátira a las convenciones de este género. En Súper Puta, Fontdevila no hace ni una cosa ni la otra. Pantera (que así se llamaba la heroína antes de adoptar el nombre de Súper Puta) no opera según los códigos de los superhéroes, no está pendiente de la responsabilidad que conlleva tener el poder de -por ejemplo- hacerse gigante. Se rige más bien por la lógica del capricho, y si hay una búsqueda, tiene más que ver con el placer que con la justicia.
Por eso me animo a postular que Fontdevila le puso el título al libro solo para llamar la atención, como una provocación más, como un guiño dadaísta más. Y que el hecho de que la protagonista tenga poderes es apenas una bizarreada más de las tantas que nos esperan en estas páginas. Y tampoco es que Nicomedes Gómez asuma el rol del villano por una cuestión de maldad intrínseca o de ambición desmedida: son esos caprichos (de la protagonista y del guion) los que lo ponen en el rol del antagonista.
Comics para joder
Con Súper Puta, Manel Fontdevila se dio el gusto de escribir y dibujar una historieta no pensada para agradar a las masas que lo seguían semana a semana en El Jueves, sino creada para joder, para probar cosas nuevas y muy limadas. El gesto es, sin dudas, loable. El comic en sí, sin ser un desastre, necesitaba un andamiaje más sólido a nivel guion para sostenerse todas esas páginas. Si lo ves en oferta, no dudes en comprarlo. Sólo con los alucinantes dibujos de Fontdevila, se recontra-justifica la guita que gastes.