La historia de Verano Indio (Tutto ricominciò con un'estate indiana) ocurre en Nueva Inglaterra en el Siglo XVII. A orillas del Atlántico, dos jóvenes indígenas de la tribu de Squando violan a Sevah, la sobrina del peregrino Black, y son inmediatamente ajusticiados por Abner Lewis, hijo bastardo de Abigail con el padre del mencionado peregrino, el reverendo Black. Abigail lleva en el rostro una marca de fuego con la L de Lilith por haber tenido un hijo bastardo; la verdad es que ha tenido tres. En la puritana Nueva Inglaterra de 1700, y a diferencia de lo que habría pasado con la mujer adúltera que Jesucristo presuntamente salvó de ser lapidada, el adulterio femenino es un delito grave, castigado con marcas corporales y destierro.

Abigail ha creado con sus hijos bastardos un hogar disfuncional donde el incesto y lo que hoy en día se conocen como trastornos de la personalidad son cosa de todos los días. El pueblo de New Canaan, del que han partido deshonrados, no les ha dejado mayor opción. Y cuando el joven Abner toma justicia por mano propia sobre el honor de la bella Sevah, se desencadenará una guerra sin cuartel entre indígenas y colonos. Ambos bandos de culturas tan disímiles comparten a regañadientes tierras y pasado. Algunos han crecido juntos, hay indígenas mestizos y vivencias compartidas; quienes aprendieron a cazar juntos ahora tendrán que volverse enemigos y asesinarse mutuamente. Los indígenas llevarán a cabo una venganza que no disfrutarán, y entre los colonos pagarán justos por pecadores las consecuencias del fanatismo y la hipocresía religiosa.

Hay en la historia de Verano indio influencias del Fenimore Cooper de El último mohicano, del Nathaniel Hawthorne de La letra escarlata, y similitudes con un libro —y una película que Hugo Pratt acaso no vio—: Marketa Lazarová. Verano indio es una reconstrucción histórica que no escatima detalles turbios, crueldad extrema y un fresco muy oscuro de la colonización de América.
En los años en que empezó a publicarse en la revista Corto Maltese ya existía una tradición en el comic europeo de ambientar historias en lugares y épocas lejanas. Pero lo que surgió como una tradición narrativa de evasión, en Pratt es algo mucho más profundo. Con la experiencia inmensa fruto de su trabajo en los increíbles libros de Corto Maltés, sus historias históricas tienen constantes claras: la colonización europea de otros pueblos y el reconocimiento de que estos pueblos ya tenían su propia historia y su razón de ser. Y de ahí la afirmación tácita de que las razas superiores no existen.

Pratt pone a sus personajes a disertar y discutir sin que suenen como intelectuales, pero logra plantear al lector dilemas complejos. También es bueno para crear escenas de acción espectaculares: tiroteos, persecuciones, peleas. Todos estos elementos se encuentran en este Verano indio que solo escribió, no dibujó. Su dominio narrativo le permitió concebir, a inicios de los años´80, esta historia de 150 páginas que se lee de un tirón y que, aunque transcurre a lo largo de dos días, a través de digresiones viaja al pasado de los personajes y de esa América incipiente. Una América donde la presunta superioridad cultural de los colonos puritanos esconde una filosofía intolerante y misógina, donde los religiosos son seres malvados que someten, humillan y violan a mujeres indefensas, a las que luego etiquetan de adúlteras. Donde los indígenas, con sus defectos y errores, están más cerca de la naturaleza y saben incluso ser mejores detectives para descubrir un crimen, sus motivos y su modus operandi.
Pratt escribe una historia compleja, llena de simbologías, en la que despliega un vasto conocimiento de la historia universal y mantiene siempre la mirada inteligente de un narrador que no juzga, pero expone con solvencia un choque cultural trágico.

Por su parte, el veronés Milo Manara es en ese momento el artista de comic más exitoso de Italia. Ha emprendido una obra autobiográfica y experimental hoy olvidada, Giuseppe Bergman, y una serie de comics eróticos que le han generado ventas millonarias en toda Europa (ElCclic). Con el guion de Pratt, Manara hace tal vez el mejor comic de toda su vida. En cualquier caso, las primeras 13 páginas de Verano indio —la violación de Sevah y la ejecución de sus violadores por parte de Abner— pueden ser el inicio más impresionante jamás dibujado hasta entonces para un comic.
Manara es un dibujante preciosista, heredero de la tradición de ilustradores como Gustave Doré y Arthur Rackham, y tributario también de toda la cultura pictórica italiana del Renacimiento. En Verano indio, además de dibujar las mujeres hermosas que lo hicieron famoso, cuida con rigor la ambientación histórica: ropas, peinados, armas, el contraste entre los bosques salvajes de Nueva Inglaterra y las casas del poblado puritano. Y además de las mujeres, los hombres —blancos e indígenas— están ejemplarmente retratados, especialmente el despreciable peregrino Black, convertido en un ser monstruoso, despreciable, sí, pero memorable.

Aún cuando se trata de uno de los comics más hermosos que existen y una de las historias más elaboradas de Hugo Pratt, Verano indio no es exactamente una obra maestra. Es demasiado excesivo, no tanto en su violencia descarnada, sino en su retrato del sexo, presente en toda la historia, pero a veces plasmado con una explicitud que le resta al conjunto. Los encuadres directos de genitales femeninos resultan más fetichistas que narrativos y, duele decirlo, no han envejecido del todo bien. No obstante, es complicado criticar un libro tan hermosamente bien escrito y dibujado.
Pratt aún continuaría con su Corto Maltés por unos años más. Manara con su Giuseppe Bergman y otras obras eróticas, para luego decantarse en desiguales adaptaciones literarias, El Asno de Oro, El nombre de la Rosa. Su dibujo se iría más hacia lo plástico, a lo pictórico, y abandonará un poco la línea fuerte y agresiva de Verano Indio, acaso retomada un poco en su reciente Caravaggio, que si no es su mejor trabajo seguramente es el más personal, al punto de que el Caravaggio renacentista se parece físicamente a Giuseppe Bergman y por ende, al propio autor.

De regreso en esos lejanos años ´80, el Verano Indio es aún hoy una obra en la que un maestro del storytelling creó una de sus mejores historias, y que un obsesivo y talentoso dibujante, uno de los mejores del mundo, hizo todo lo que pudo por ilustrarla ejemplarmente, aunque haya tal vez abusado de la libertad que se le otorgó para entretenerse con sus hermosas mujeres dibujadas. Lo que pasa es que, en su desafuero, Verano Indio, sigue siendo un libro increíble que rompió barreras del lenguaje del comic que quizás nadie haya superado hasta hoy.


