Ahora sí, terminamos nuestra recorrida por los 100 hitos de estos 100 años de historieta agentina.

100 AÑOS DE HISTORIETA ARGENTINA – Parte 10

31/12/2012

| Por Staff de Comiqueando

5 comentarios

Ahora sí, terminamos nuestra recorrida por los 100 hitos de estos 100 años de historieta agentina. Y ahora sí, se puede discutir por qué está Tal y no Cuál. Polémicas aparte, la idea es que este trabajo (que tuvimos el privilegio de compartir con grandes especialistas invitados) sirva para rescatar del olvido a autores, personajes, revistas y editoriales que merecen más suerte de la que –hasat ahora- el destino le reservó a casi todos nuestros clásicos.
¿Qué mejor manera de despedir este año que alzando las copas para brindar por otros 100 años de historieta argentina? Salud!

CACHO MANDRAFINA
por Andrés Accorsi


Domingo Roberto Mandrafina nació en Buenos Aires el 2 de Noviembre de 1944. Alumno del Viejo Breccia en la Escuela Panamericana de Arte, en algún momento de los ´60 dejó sus estudios de Sociología para dedicarse a pleno a dibujar historietas, labor a la que se abocó profesionalmente desde 1969. Entre el ´71 y el ´77, Mandrafina se labra una reputación de dibujante sólido y confiable con colaboraciones en las revistas de Columba, Skorpio, Billiken, Turay, Top y varias editoriales extranjeras. Y en 1977 se convierte en uno de los nombres fundamentales de la historieta argentina al participar de la creación de dos clásicos: El Condenado (junto a Guillermo Saccomanno, en Skorpio) y Savarese (junto a Robin Wood, en D´Artagnan).

Durante los ´80, Mandrafina formará una prolífica dupla con Carlos Trillo (Historias sin Ruido, Ulises Boedo, El Husmeante, El Caballero del Piñón Fijo, la impactante Peter Kampf lo Sabía) y hasta dibujará Metrocarguero con guión de su amigo Enrique Breccia. A fines de esa década, lanzará una nueva creación junto a Robin Wood, la futurista Morgan, y creará junto a Trillo otro clásico fundamental: Cosecha Verde.

Luego de este hito, Trillo y Mandrafina producen una obra menor (Dragger), una gloriosa precuela de Cosecha Verde (El Iguana) y una extensa serie para los semanarios italianos de Eura: Spaghetti Brothers, y su secuela, Los Viejos Canallas. El último trabajo de la dupla fue La Guerra de los Magos, con el italiano Roberto Dal Pra como co-guionista. En paralelo a los trabajos con Trillo, desde mediados de los ´90 Mandrafina colabora con la editorial italiana Bonelli en la serie Dylan Dog. Ya en este milenio, se reencontró con Saccomanno para lanzar nuevas aventuras de El Condenado, con destino de publicaciones europeas.

Reconocido en todo el mundo por su estilo y su profesionalismo, Cacho Mandrafina es uno de los dibujantes más importantes que dio nuestra historieta en los últimos 40 años, capaz de combinar el trabajo popular y comercial con obras osadas y prestigiosas sin renunciar nunca a la calidad gráfica y narrativa. Un maestro.

EDICIONES DE LA URRACA
por Andrés Accorsi


Fundada por el gran dibujante y caricaturista Andrés Cascioli a mediados de los ´70, la editorial siempre apostó fuerte a la historieta. Mucho antes de su primer gran éxito (la revista Hum®) ya había publicado dos números de la revista de Sónoman, sin ir más lejos. A partir de 1978, con el lanzamiento de Hum®, La Urraca se convierte en el referente obligado para toda esa generación de dibujantes surgidos a principios de los ´70, en revistas como Satiricón y sus continuadoras: Tabaré, Grondona White, Ceo, Fontanarrosa, Viuti, Limura… A medida que el éxito crecía, se sumaron muchos más: Sanyú, Maicas, Cilencio, Rep, Fortín, Trillo y Altuna… La lista es virtualmente infinita. Hum® resistió con talento durante los años oscuros de la dictadura militar y la gente la premió sumándola a sus hábitos de consumo, un hábito que cambió gradualmente hasta extinguirse allá por 1999.

En paralelo, Cascioli experimentó con muchas otras publicaciones y en casi todas abrió espacios para la historieta: en Hurra publicó Marco Mono (de Trillo y Enrique Breccia), en el Péndulo mostró material de Bilal, Tardi y las primeras entregas de Las Puertitas del Señor López. Hasta que en 1981 salió a romper todo con una revista de historietas fundamental, pensada para cambiar la historia: SuperHum®. A este experimento le siguió Fierro (ver artículo) y más tarde Humi, SexHum® y SexHum® Ilustrado, otra publicación repleta de historietas, donde brillaron Maitena, Pancu, Spósito, Patricia Breccia, Oswal y Rep, entre otros. Ya en los ´90, lanzó las experimentales Raf y País Caníbal, la más clásica Hora Cero y una nueva revista humorística, La Urraca. Ninguna funcionó.

El último éxito de la editorial fue el comic-book Cazador (ver artículo), cuyas ventas alentaron a Cascioli a probar suerte con material más jugado como Megaman!, Bruno Helmet y Charly Bizarro, que tampoco prosperaron. Para la segunda mitad de los ´90, el declive de la editorial ya era marcado y cambió su nombre por «Buena Letra S.A.», para desaparecer a fines de 1999. Diez años después, llegaría a su fin la vida de Andrés Cascioli, el polémico e intrépido capitán de este inolvidable emprendimiento.

EDITORIAL ABRIL
por Gustavo Ferrari


Forzado al exilio en 1938 por las persecuciones antisemitas en Italia, Cesare Civita recaló, tras un largo periplo, en Argentina con un objetivo específico. Luego de un viaje por Sudamérica como representante de la Walt Disney Productions en busca de fabricantes y distribuidores para el merchandising y los productos de la empresa, decidió instalarse en Buenos Aires con la idea de crear una casa editorial propia. A fines de 1941 fundó la Editorial Abril junto a Alberto Levi y Paolo Terni. Según Civita, eligieron ese nombre porque «para nosotros los italianos, abril es un símbolo de primavera y de juventud –el ideal para una editorial dedicada a la infancia- y sobre todo porque no estaba registrado «. La primera publicación fue la colección Pequeños Grandes Libros, en la que personajes de historietas y dibujos animados eran presentados en un formato reducido de textos ilustrados.

Con el tiempo la editorial fue expandiendo sus posibilidades con revistas como Pato Donald, Salgari, Misterix y Rayo Rojo, dedicándose también a la divulgación en colecciones como Hoy y Mañana.

Uno de los grandes aportes de Abril a la historia de nuestra historieta fue la contratación del grupo de italianos que se instalaron en Buenos Aires a principios de la década de 1950, autores de relevancia como Hugo Pratt, Alberto Ongaro, Mario Faustinelli e Ivo Pavone (Paul Campani siguió colaborando desde Italia). El otro, la propuesta a un joven geólogo que escribía divulgación científica tentándolo a realizar historietas. Ese joven, Héctor Oesterheld, publicó sus primeros guiones en la revista Cinemisterio.

La década de 1950 fue una etapa de esplendor para la editorial, que diversificó sus publicaciones para apuntar a públicos segmentados de todas las edades, editando colecciones para los más chicos como Bolsillitos, Gatito y Diverlandia; para las muchachas estaba El Diario de mi Amiga; las clásicas revistas de historietas antes mencionadas para los jóvenes; y para el público femenino, revistas como Claudia o Idilio.

Los más importantes historietistas de la época trabajaron para la Editorial Abril. A Oesterheld y los ya citados italianos hay que sumarle nombres como Alberto Breccia, Carlos Roume, Francisco Solano López, Eugenio Zoppi, Carlos Freixas, Hugo Csecs, Carlos Vogt y muchos más. Artistas que realizaron obras como el Sargento Kirk, Bull Rockett, Misterix, Indio Suárez o Joe Gatillo, legados geniales de una editorial que marcó uno de los puntos de mayor calidad en estos 100 años de historietas argentinas.

EDITORIAL FRONTERA
por Laura Vazquez Hutnik


Entre 1957 y 1963, etapa de su fundación y declive, la empresa publica revistas en distintos formatos y periodicidades. Frontera sale al mercado en abril de 1957, Hora Cero, en mayo de 1957, Hora Cero Suplemento Semanal, en septiembre de 1957, Frontera Extra en abril de 1958 y Hora Cero Extra, en julio de 1958. Todas concluyen entre abril de 1961 y mayo de 1963. El logo de la editorial, dibujado por Joao Mottini, tiene un «guiño quijotesco»: en las tapas de las publicaciones se recorta la figura de un indio pampa parado sobre el anca de su caballo mirando hacia el horizonte. El diseño de logotipos y titulares estuvo a cargo de Pablo Pereyra, Director de Arte de Frontera y por entonces un prestigioso profesor en la Escuela Panamericana de Arte. Existía un sistema de retroalimentación entre las revistas: mientras que en una se anunciaba la salida de una serie, en la otra se ofrecían abundantes avances de los argumentos para cautivar al público. Las publicaciones fueron confeccionadas a bajo costo para economizar la impresión.

En el primer número de Frontera se presentan cuatro series en capítulos completos, todas con guiones de Oesterheld. Las ediciones mensuales ofrecen un contenido integrado por historietas autoconclusivas: «historias breves y contundentes en vez de interminables folletines por entrega». Después del éxito de las revistas mensuales, se comenzó a editar Hora Cero Semanal, adoptando el criterio de las novelas por entregas. La tapa de esta revista se realizaba a dos colores (por lo general, una ilustración en blanco y negro acompañada por algún rasgo destacado en color) y el cuerpo principal en papel obra. Aunque conservaba el formato apaisado de Hora Cero, disminuyó la cantidad de páginas y aumentó su tamaño. La relevancia de esta publicación, es que en ella comenzó a salir desde el número inicial: «Una cita con el futuro: el Eternauta; memorias de un navegante del porvenir» La historia sostuvo de un modo inédito la atención de los lectores; a tal punto que cuando la serie concluyó después de dos años de aparición regular, el semanario dejó de publicarse. Oesterheld adopta el sistema de seudónimos y bajo la firma de H. Sturgiss o C. de la Vega, por ejemplo, escribe decenas de historias para sus revistas. Desde su domicilio en la localidad de Béccar, redacta, diseña y da forma a cada una de las revistas. Durante esos años, su esposa Elsa y su hermana Nelly contribuían con el tipeado de los guiones y su hermano Jorge (quien firmaba como Jorge Mora) con el desarrollo de algunas de sus series. La idea de conformación de una cooperativa de trabajo, había atraído a los más prolíficos y destacados profesionales del momento, entre ellos: Francisco Solano López, Carlos Roume, Alberto Breccia, Ivo Pavone, Hugo Pratt, Carlos Vogt, Daniel Haupt, Eugenio Zoppi, Néstor Olivera, Julio Schiaffino, Leopoldo Durañona, Jorge Moliterni y Arturo del Castillo. Cabe destacar que una de las diferencias claves que marca Frontera con respecto a otras editoriales, es su compromiso de no retener los originales. La ventaja de colaborar en Frontera era doble. Por un lado, porque aseguraba una retribución más alta pero fundamentalmente porque el proyecto ofrecía a muchos la posibilidad de trabajar con mayor libertad creativa y en historias más idóneas y calificadas. Al surgir los primeros retrasos en los pagos y la acumulación de deudas financieras, estos optaron por realizar colaboraciones para revistas del exterior. Con las nuevas oportunidades de publicación, fundamentalmente en Inglaterra, a través de la agencia Fleetway, los dibujantes gradualmente renunciaron al proyecto.

ERNIE PIKE
por Gustavo Ferrari


Personaje central de una historieta sin personajes fijos, Ernie Pike es un corresponsal de guerra (inspirado en la figura real del cronista Ernest Pyle) cuyo objetivo era contar los pequeños hechos de heroísmo cotidiano de los soldados y mostrar la preeminencia de los sentimientos humanos aún en situaciones extremas como la guerra. Las historias narradas por el escriba Pike tuvieron la originalidad de romper con el maniqueísmo de presentar a los americanos buenos y los alemanes malos, destacando a la contienda bélica en sí como el peor de los villanos y ofreciendo al lector una visión más adulta sobre el tema, una vuelta de tuerca que en la cual las acciones humanas durante el conflicto no están predeterminadas por la pertenencia en particular a uno de los bandos en pugna sino por el conjunto de experiencias vitales propias de cada persona.

La serie comenzó en el número 1 (mayo de 1957) de la revista Hora Cero, con guiones a cargo de Hector G. Oesterheld y dibujada inicialmente por Hugo Pratt (quien tuvo a su cargo un total de 34 episodios). Luego casi todos los artistas que pasaron por la Editorial Frontera ilustraron historias del personaje, entre los más importantes (de un listado de más de 70 nombres) podemos destacar a Solano López, Alberto Breccia, Eugenio Colonesse, José Muñoz y Jorge Moliterni.

La serie tuvo dos desprendimientos, «Lord Crack», la historia de Bruce Auburn, un soldado voluntario, que empezó como un relato del cronista para luego cobrar vida propia. Y la serie de relatos «El cuaderno rojo de Ernie Pike» publicada desde el numero 11 (febrero de 1958) de la revista Frontera, basados en los apuntes que Pike escribia en su cuaderno de tapas rojas, historias cuyos protagonistas eran niños y adolescentes.

También llegó a tener su propia revista en 1960, llamada Ernie Pike, Colección de Batallas Inolvidables. Publicación en la cual, como su nombre sugiere, se narraba la historia de una batalla en cada número, combinando historietas, con fotografías de época y material documental de de diverso tipo, reconstruyendo los hechos no sólo desde la oficialidad con sus tácticas y estrategias sino también desde la mirada de quienes realmente peleaban y morían.

HISTORIETAS REALES
por Amadeo Gandolfo


Creo que la primera vez que entré a Historietas Reales solo estaba «Autobiógrafo» de Federico Reggiani y Fran López con sus personajitos casi sin rasgos y con extremidades de palito de la selva. Probablemente fue en el 2006. Y creo que nadie, ni siquiera sus propios impulsores originales podían esperar que se transformara en lo que finalmente se convirtió.

En un panorama prácticamente desierto, post crisis del 2001, post colapso casi total de la industria editorial de la historieta argentina, un grupo de artistas decidió tomar el toro por las astas y abrir un blog donde subir, semanalmente, tiras que en un principio debían ser todas autobiográficas. La primera oleada juntó a gente que venía de la experiencia fanzinera de los ´90 (el mismo Reggiani, Angel Mosquito, Clara Lagos, Caro Chinaski, Diego Agrimbau), quienes, junto con algunos nuevos autores que demostraban una verdadera vocación federal (Kwanchaing Kraneo, Mr. Exes, Fabián Zalazar) demostraron que se podía hacer historieta autobiográfica de las pequeñas cosas sin necesidad de que ella sea una reflexión contínua sobre lo ingrato que es la existencia, con una multiplicidad de estilos que podían ir desde la reflexión metaficcional de Kraneo hasta la simpatía colorida de Lagos pasando por las increíbles aventuras en el conurbano de Mosquito y mantener una calidad uniforme en todas sus series.

Y todo se pondría sencillamente más interesante con el pasar del tiempo. Porque a medida que la economía se recomponía, que algunas editoriales comenzaban a apostar a la historieta de nuevo y que el «blogcito» se comenzaba a popularizar como un reguero de pólvora gracias a las ventajas de la Internet, Historietas Reales se convertiría en una sucursal latinoamericana de lo mejor producido en el continente (con la excepción quizás esperada, hasta ahora, de Brasil). Entonces ingresarían desde el magnífico Joni B. con sus historias hurañas plagadas de cigarrillos hasta el lisérgico Marco Tóxico y sus imágenes de muerte, pobreza y locura, pasando por Power Paola y sus diarios de viajes surrealistas. La línea de trabajo del sitio se abriría por completo, dejando atrás la exclusividad autobiográfica para comenzar a serializar historias largas, exploraciones plásticas de una página, falsas aventuras de artistas famosos de San Nicolás.

Hoy en día Historietas Reales sigue al pie del cañón, publicando muy buenas cosas que luego alimentan a la industria editorial, ampliando continuamente su plantilla de colaboradores y enriqueciendo una hermandad latinoamericana muy pocas veces antes vista. Nada mal para un «blogcito» nacido de las cenizas.

LOS GAUCHOS
por Javier Hildebrandt


Aunque hoy haya pasado a la historia, o se incorpore como un elemento más en historietas de otros géneros, el gauchesco ha tenido un interesante desarrollo en las viñetas argentinas. En su vertiente más clásica toma como modelo la figura idealizada del gaucho matrero –aquél que era injustamente perseguido por un delito que no cometió- popularizada por la literatura de mediados y fines del siglo XIX (Martín Fierro, Santos Vega, Juan Moreira, entre otros).

Las dos figuras clave en este género son Enrique Rapela (ver artículo) y Walter Ciocca. El primero es quien da el puntapié inicial con «Cirilo, el audaz», publicada en el diario La Razón (cuna de gran parte la historieta gauchesca) a partir de 1939. La historia presenta la estructura que luego se repetirá en otras obras del autor: un hombre acusado de un crimen por error escapa de la justicia hasta que se incorpora a las filas de –en este caso- el ejército de Juan Manuel de Rosas. Años después, Rapela suma otras dos historietas relevantes y de muy similares características: «El Huinca» (en 1957 para la revista Patoruzito) y «Fabián Leyes» (en 1964 para el diario La Prensa). La popularidad de estos dos personajes los lleva a tener cada uno su propia revista, editada por Cielosur a fines de los años ’60. El principal mérito de Rapela reside en la minuciosa documentación con que ilustra las historias, proclives a resaltar el heroismo y el sentir patriótico de los héroes de la milicia en confrontación con el salvajismo de los indios.

En el caso de Ciocca, el aporte que realiza al género incluye una gran cantidad de títulos, entre los que se destacan «Hormiga negra», versión de la novela de Eduardo Gutiérrez publicada a partir de 1950 en La Razón, y «Lindor Covas, el cimarrón», también para el mismo diario a partir de 1954. La longevidad de esta última –más de ocho mil tiras en ventiseis años – permite que el personaje evolucione, y la trama se desplace de la narración histórica e incluya momentos de drama e intriga romántica.

Mención aparte, por último, para otros creadores que incursionan en el género: Raúl Roux, con la serie de episodios históricos «Fierro a Fierro» (en Patoruzito), Héctor Oesterheld, que suma a «Nahuel Barros» (en Hora Cero Semanal, con dibujos de Carlos Roume) y otra serie de sucesos históricos, «Patria Vieja» (para la misma revista, primero con Roume y luego con Juan Arancio), y más recientemente, José Massaroli con su versión de Juan Moreira, publicada en el diario La Voz entre 1983 y 1984 y recopilada en libro en 2010 por La Duendes.

OTRAS HISTORIETAS DE GARCÍA FERRÉ
por Javier Hildebrandt


Luego del gran éxito que obtiene con sus cortos televisivos, Manuel García Ferré inicia una no menos exitosa incursión en el mundo editorial. Y en el camino, por supuesto, lleva a sus personajes más populares a la historieta. El puntapié inicial se da en 1964 con la aparición de Anteojito, semanario dedicado a las actividades escolares que incluía entre sus páginas –además de la republicación de «Pi-Pío» (ver artículo)- la historieta «Anteojito y Antifaz». Aquí, el niño y su tío (cuyo uso contínuo del objeto que le da nombre se mantiene en un saludable misterio) viven aventuras en la imaginaria Villa Trompeta contra archi-villanos como Bodega y Rapiña, Dedo Negro y Pata Atá. Aparecen también los clásicos versos rimados al pie de cada viñeta y las historias culminan (felizmente, por supuesto) con el clásico remate «¡intríngulis chíngulis, uh uh uh!».

En 1967 el personaje de Antifaz se independiza y pasa a tener su propia revista, exclusivamente de historietas. Aquí se publica «El inspector Antifaz y Zanzíbar Joe», una parodia a los policiales de enigma, con el protagonista ataviado a la manera de Sherlock Holmes. Su Watson es Zanzíbar, un torpe ayudante uruguayo que no sale a ningún lado sin la pava y el mate bajo el brazo. Y el villano recurrente es el malvado Ratonius Ratus. En la misma revista se publica «La familia Panconara, una familia muy rara», donde asistimos a las desventuras del Sr. Panconara (inventor de estrafalarios e inútiles objetos) y su esposa, permanentemente hostigados por sus hijos, Panconita y Panconito. Aquí, al igual que en el resto de las historietas de la factoría García Ferré, en los diálogos son moneda corriente las rimas y las palabras inventadas. La revista Antifaz se publica hasta 1969, con un total de 44 números.

Desventuras de Larguirucho es la otra publicación independiente de este gran personaje, que comienza su andanada editorial en 1969. En sus páginas, el protagonista vive aventuras con sus amigos Oaky y Raimundo, siempre a caballo de su torpeza e ingenuidad. En los años ’80 la revista cambia su clásico formato apaisado, pasa a llamarse simplemente Larguirucho, y publica exclusivamente chistes y páginas humorísticas (las hoy clásicas «Larguiruchadas»).

Dejamos para el final a Hijitus, que tiene distintas instancias de publicación: primero en la revista Antifaz, a partir de 1969 en su propio título (Las aventuras de Hijutus) y, tras su cierre, en Anteojito. La historia es la que todos conocemos: ante una amenaza a la ciudad de Trulalá –generalmente provocada por el profesor Neurus y sus esbirros: Pucho y Serrucho- el protagonista se transforma en Súper Hijitus, y con ayuda de sus «amiguitus» Pichichus, Oaky, Larguirucho (que también suele cambiar de bando y colaborar con Neurus) y el Comisario, termina por derrotar a los villanos. Es para destacar el último episodio, donde pareciera que por primera vez la realidad de nuestro país (diciembre de 2001) irrumpe entre las viñetas: un Gold Silver en la ruina se va con Oaky a vivir a España, el Comisario es transferido a Corrientes, Pucho abandona a Neurus y se va de gira a Japón con su bandoneón, Larguirucho se convierte en una estrella de cine en el exterior y se olvida de sus amigos, y a Pichichus lo reclama su madre biológica, que se aparece de sopetón. Ante este panorama, a Hijitus no le queda otra que juntar sus pocas pertenencias, abandonar su «cañitus» y salir en busca de un rumbo –aún hoy- desconocido. Una lágrima.

Realizadas por un grupo muy numeroso y variable de colaboradores, estas historietas no llevan firma, pero en todas prevalece el objetivo de «educar y entretener» que García Ferré aspira a alcanzar con su obra. Tal vez la eterna intención moralizante ensombrezca los logros de este dibujante andaluz, gran creador de ambientes y personajes disparatados y de una gran imaginación. Con todo, le ha alcanzado para permanecer en el alma de miles de argentinos que aún hoy lo siguen recordando con cariño.

OTRAS HISTORIETAS DE OSWAL
por Andrés Accorsi


Hablar de Oswal y limitarnos a Sónoman es tan injusto como abordar a Muñoz y Sampayo y no salir de Alack Sinner. Es cierto, el superhéroe músico-mental será siempre el persaonaje más emblemático del prócer quilmeño, pero hay en su vasta trayectoria varias obras más dignas de ser destacadas entre los grandes hitos de nuestra historieta.

En los ´70, después de la primera etapa de Sónoman, Oswal trabaja en la revista Skorpio y dibuja al personaje homónimo, con guiones de Ray Collins. Y también en Ediciones Record tiene otras notables creaciones: Aquí la Muerte, junto a Carlos Albiac, y Galac-Master, nada menos que con Héctor Oesterheld. En 1974, se suma a la revista Chaupinela desde el primer número, y ahí crea en solitario a Mascarín, el Detective de los 1000 disfraces, un clásico que necesita urgente una reedición.

La obra que le abre las puertas al mercado español es Mark Kane, una de detectives, creada también en los ´70 junto a Linton Howard (pseudónimo de Osvaldo Freijomil). A partir de la publicación de Mark Kane en las páginas de Cimoc, Oswal se pondrá a producir varias joyas para la revista española, que luego se publicarían en toda Europa: la cautivante Big Rag (de nuevo junto a Albiac), la dura Buenos Aires, las Putas y el Loco (junto a Ricardo Barreiro) y la mejor de todas, los unitarios de temática histórica conocidos como Consummatum Est, con guiones de Yaqui (Patricio McGough). Mientras tanto, para el mercado argentino, aportó historietas a la efímera revista Bang!, a SexHum® (junto a Dalmiro Sáenz) y encaró junto a Albiac una historieta sobre los indios quilmes, que quedó inconclusa.

De los últimos 15 años, es imprescindible rescatar Lejos Pratt (otra historieta realizada para el público infantil, junto a Albiac), Tango en Florencia (un extraño policial con guión propio) y las historias cortas escritas por Enrique Sánchez Abulí, conocidas como «Relatos Negros» o «Historias Tremendas». Con todas esas grandes obras, más su labor como docente, podemos empezar a hacernos una idea de la fundamental importancia de Oswal en las últimas cinco décadas de nuestro Noveno Arte.

SUÉLTEME, EL TRIPERO, EL LÁPIZ JAPONÉS
por Amadeo Gandolfo


¿Qué se suponía que debía hacer toda una generación de historietistas después de que cerrase Fierro? La respuesta a esa pregunta, fundamental en los años 90s, era atomizarse e independizarse. Construir revistas de financiación caótica y periodicidad dudosa, pero realizadas con corazón, en donde una generación de historietistas sobrevivieron. De esas publicaciones, a caballo entre el fanzine y la revista «profesional», las más emblemáticas sin lugar a dudas fueron Suélteme, El Tripero y El Lápiz Japonés.

El primero en aparecer en la calle, y el más polémico, fue el Lápiz Japonés. Comandada por Sergio Langer, la revista salió a la calle en 1994 con una tapa calada que mostraba al emblemático cuáquero de la marca Quaker con su tradicional sonrisa. Uno levantaba la tapa y se mostraba que el hombre estaba siendo felado por una amable señorita. Esa tapa les generaría un juicio que dificultaría la publicación de una revista ya complicada por el panorama editorial hostil. En números de tapas duras y con un tono muy similar a la Raw de Spiegelman y Mouly publicarían el mismo Langer, Thomas Ott, Lucas Nine, Adanti y otros artistas con una línea entre lo más ácido del humor y el realismo espectral.

El Tripero, por su parte, fue fundada por los alumnos de Alberto Breccia luego de su muerte en 1994. Entre ellos se encontraban Ezequiel García, Julián D’Angolillo, Daniela Kantor, Frank Vega, María Delia Loupuzone. Su línea se vería mucho más influida, en los primeros tiempos, por el maestro, dedicándose a trabajar historietas con un profundo uso del claroscuro y la línea, a caballo entre la plástica y la historieta con tonos más realistas. El Tripero sería la más longeva de todas estas revistas, durando hasta la implosión del 2001. Hoy en día la mayoría de sus colaboradores se mueve entre la historieta, la plástica y el cine, en un camino que seguramente enorgullecería a su maestro.

Finalmente, Suélteme, «las mejores historietas del universo» sería la vidriera para unos desaforados Podeti, Parés, Adanti, Fayó, Sapia y Dani The O (entre otros). Empapada de tripas, vómitos, revistas underground de los ´60, cerveza barata, referencias a lo más trash de la cultura y un sentido del humor gigante, Suélteme cobijaría a muchos refugiados del suplemento Oxido de Fierro. Al mismo tiempo que burlaban de la policía, Dios, Batman y los afros, la volvían un festival de chistes absurdos y grandes personajes (como Agapito o Melvin Marvin) en números monográficos absurdos. La mayoría de sus colaboradores hoy en día son los que nos siguen haciendo desternillar de la risa repartidos en publicaciones más «prestigiosas».

Tres publicaciones diferentes que, deglutiendo corrientes distintas de la historia de la historieta argentina, mantuvieron su llama encendida en una década difícil.

Compartir:

Etiquetas:

Dejanos tus comentarios:

5 comentarios