DE ROSARIO A CUBA, DE CUBA A BOLIVIA, DE BOLIVIA A LA INMORTALIDAD Y DE AHI, A TODAS PARTES. INCLUSO A COREA, DONDE EN 2005 SE EDITO ESTE MANHWA, QUE LUEGO FUE EXITO EN FRANCIA Y BRASIL, Y QUE SIGUE INCREIBLEMENTE INEDITO EN ARGENTINA.

Che: Una Biografía

08/02/2010

| Por Fabio Blanco

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Aprendimos a quererte

Una biografía del Che Guevara contada en forma de historieta quizás no asombre demasiado. Tenemos la de Oesterheld junto a Alberto y Enrique Breccia y una de Spain Rodríguez, pionero del comic underground. Pero cuando la editorial Daiwon le hizo un encargo semejante a uno de sus artistas, éste fue el primer sorprendido. Como muchos coreanos, Kim Yon-hwe conocía del Che apenas la imagen aparecida en los posters, los pins, las remeras y el merchandising de Rage Against the Machine. Y como cualquiera que se pone a investigar la vida de Ernesto Guevara de la Serna, quedó fascinado.

¿Pero cómo retratar la vida de alguien tan notable? Al comentar la edición francesa de Che: Una Biografía, el crítico Didier Pasamonik opinó que la historieta estaba planteada como una hagiografía, es decir como la vida de un santo. No lo decía como un halago, pero la observación era adecuada.

Una escena de infancia de las primeras páginas define el carácter estoico del personaje: los hermanos Guevara juegan a los indios, corren y gritan. De pronto, Ernesto se detiene y les pide que lo acompañen a la casa. Allí se planta ante el padre y le pide la habitual inyección de antihistamínicos. Ya en la cama, con una sonrisa, les dice a sus familiares “no se preocupen, pronto me voy a recuperar”.

Desde la histórica altura

El tiempo pasa, Ernesto juega rugby, decide ser médico y acompaña a su amigo Alberto Granado en un largo viaje a través de Sudamérica, el de los ahora famosos “Diarios de Motocicleta”.

En Bolivia visitan una mina y suben en el ascensor de una chimenea a 96 metros de altura. Desde arriba ven las casas lujosas y los campos de golf de los dueños de la tierra y las pobres chozas de los trabajadores. Ven también miles de tumbas de mineros que han muerto trabajando. Se van asqueados cuando saben que ninguna viuda recibe resarcimiento por esas muertes.

En Perú, Ernesto y Alberto trabajan en un leprosario del norte donde hay más de mil enfermos terminales. La última noche de su estadía allí, los pacientes les organizan una fiesta: “La persona que tocaba el acordeón, no tenía ningún dedo, y para sustituirlos, ató un palito a cada muñeca. El que cantaba era ciego, la mayoría tenía algún impedimento. Imagínese la escena: puede parecer salida de una película de terror, pero la voy a recordar como una de las más lindas que he visto nunca” le escribe Guevara a su madre.

Detrás de cada capítulo de su novela gráfica, Kim Yon-hwe agrega dos o tres páginas de notas explicativas donde se representa a él mismo y a los personajes en estilo “superdeformed” y define términos como la “teoría de la dependencia” o el imperialismo. Con esa estructura logra unificar al menos tres historias de aprendizaje: la del autor, la del lector y la del propio Guevara. Es un lindo toque pedagógico, que al Che le hubiera gustado.

Tu amor revolucionario


En un momento de su segundo viaje por América, Ernesto le comenta a Alberto Granado que resulta irónico estar hablando acerca de la explotación de los agricultores mientras usan como transporte un camión de la United Fruit Company. Una simple anécdota que se relaciona con un hecho posterior, el de los aviones que bajo órdenes de la CIA bombardean Guatemala para deponer al presidente Jacobo Arbenz. La excusa era “infiltración comunista”, pero la razón era el miedo a una reforma agraria que perjudicaría a la empresa multinacional.

Cuando ocurre, Guevara hace rato que vive en aquél país. Allí conoce a Hilda Gadea, que será su primera esposa, a Raúl Castro y a otros cubanos sobrevivientes del ataque al Cuartel Moncada. Allí también llora la muerte de una nena, víctima del ataque aéreo. Meses después, en México, estrecha la mano de Fidel Castro y acepta la invitación de ir con él a Cuba para pelear en la guerrilla contra el gobierno de Fulgencio Batista.

Ahora no hay vuelta atrás. Pese al asma, después de un viaje accidentado en el yate Granma, el Che atraviesa la sierra cubana. No pasa mucho antes de que el ejército les tienda una emboscada. Bajo el fuego cruzado, se le ocurre recuperar un botiquín. Pero la visión de sus camaradas muertos y sus propias heridas lo hacen tomar la ametralladora y contraatacar. Todo parece perdido, pero llega al rescate el legendario Camilo Cienfuegos a quién luego le explicará: “Creo que estaba decidiendo entre el camino del médico y el camino del guerrero.”


En Sierra Maestra no todo son combates. Son pocos guerrilleros, las armas son las que les sacan a los soldados. Pero el héroe de nuestra historia le propone a Fidel integrar a campesinos y soldados a través de la educación. Los hombres luchan de día y estudian de noche, porque según el Che, no se puede pelear si no se sabe por qué. Y así el personaje le da al lector un pequeño curso sobre el significado de la guerra de guerrillas. Entre combate y combate se inaugura Radio Rebelde, se organizan panaderías y centros de salud y aparece la que será la segunda esposa del Che, Aleida March.

Vemos entonces una estrategia que triunfa en Santa Clara y el apoyo de estudiantes y campesinos en la larga marcha hacia La Habana. Al fin, frente al pueblo que festeja un guerrillero le dice a otro “Se acabó: hicimos la revolución”. “No”, dice el Che “lo que se acabó fue la guerra, la revolución comienza ahora”.

La entrañable transparencia

Kim Yon-hwe se apega a la historia pero también al espíritu de su relato. No endulza el carácter del J.F. Kennedy que ordenó sanciones económicas y el ataque a Playa Girón. Como embajador, Guevara descubre que la única ayuda vendrá de la U.R.S.S. pero que para los soviéticos Cuba es apenas una carta a jugar en la Guerra Fría. Cuando intenta llevar la revolución a Bolivia, el Partido Comunista no lo apoya, el pueblo lo denuncia, y la CIA lo asesina.

Sin embargo, esa “querida presencia” sobrevive, insólitamente a través de un dibujante que poco antes de empezar no sabía casi nada sobre él. Uno cierra estas páginas y como lector, sabe que el Che acaba de ganar otra batalla.

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