A 90 años de su creación, DC Comics ha pasado por muchas cosas y se ha enfrentado a muchas tomas de decisiones. Si bien por haber subsistido hasta hoy, uno podría pensar que la mayoría de sus disyuntivas fueron resueltas correctamente, es claro que cuando metieron la pata lo hicieron con todo. En esta serie de notas armamos un podio con las que entendemos son las diez peores cagadas que se mandaron, las diez veces que sus decisiones resultaron una poronga. Algunas les parecerán menores, otras son terribles; algunas apenas trascendentes para un guion, otras hubiesen cambiado el curso de la Historia. Las cagadas aquí postuladas no están ordenadas por su magnitud, sino por la fecha en que fueron mandadas. Hoy recorreremos una estupidez gravísima que hubiese cambiado el rumbo de la Historia: cuando DC subestimó a Marvel.
Así como la década del ’40 fue generosa, pródiga, fundacional y hasta demasiado condescendiente con el género de superhéroes, los ’50 fueron más mezquinos, bastante mala leche, monótonos y represores. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, los superhéroes comienzan su inexorable y vertiginoso declive hasta su casi extinción, de la que solamente se salvarán algunos pocos títulos de nuestra ubicua National Periodical Publications.

Martin Goodman
La Timely de Martin Goodman se había contraído a un empleado fijo (su pariente, Stan Lee) y unos pocos artistas freelance, para reconvertirse y en vez de avechuchear con los superhéroes, llamarse Atlas y tratar de subirse a cuanta moda diera un mango en el mercado de los comics: cowboys, romances, monstruos, crímenes, lo que fuera. Pero este Goodman tenía muchos negocios paralelos de los cuales los superhéroes eran apenas un kiosquito menor. Mientras Stan quisiera seguir peleándola, a él no le movía el amperímetro cuánto vendía, en tanto y en cuanto no perdiera plata.
Ahora bien, cuenta la leyenda, que para cuando DC mete un gol con el nuevo Flash y decide apostar una vez más a la expansión de los superhéroes, Martin Goodman era asiduo jugador de golf junto a Jack Liebowitz, uno de los capos de la editorial de Superman y Compañía, ya millonario y pedante como pocos. En una charla entre hoyo y hoyo, Goodman deslizó la posibilidad de venderle su editorial con todos sus personajes a la opulenta DC Comics. Liebowitz no demostró mucho interés, pero le siguió el juego. Trató de convencer al dueño de Atlas/ Timely que, como los superhéroes ya habían pasado de moda, no eran negocio. Goodman sabía del mercado y sabía que por lo menos, el Capitán América era una propiedad muy interesante, aún después de la guerra y los fracasos en su editorial. En un alarde de avaricia, miseria y estupidez, el dueño de la National le ofreció a Goodman diez mil dólares por todo su fondo editorial. Diez mil dólares. Para Goodman, diez mil dólares eran poco más que un vuelto y por diez mil dólares no iba a entregar las propiedades que tanta guita le dieran en la década pasada. Creo que esa cifra ni le compensaba la pelea con su esposa por dejar al joven Stanley sin trabajo.

Jack Liebowitz
Diez mil dólares ofreció el muy sorete, por Human Torch, Namor, Captain America, Red Skull y las miles de páginas publicadas por la Timely hacía unos años. Por supuesto, Goodman se le cagó de risa, se lo tomó como un chiste de mal gusto y dejó a su pariente al frente del sello editorial. Es decir, que por la tacañería ridícula de Jack Liebowitz, DC Comics se perdió la oportunidad de meter en su Universo a los personajes de Marvel de la Golden Age y evitar así la existencia de su rival más poderoso. Es claro que con el diario del lunes todos sabemos qué hacer, pero diez mil dólares, qué rata. Para tipos como Goodman y Liebowitz, diez mil dólares más o menos no les cambia el balance. Si este avechucho hubiera ofrecido un poco más… otra sería la historia.
Pero la estupidez de DC no termina acá. El hecho se torna mucho más grave cuando en otro encuentro de golf, años después, el bocón miserable de la National alardeó delante de Goodman lo bien que estaba vendiendo su título encabezado por los grandes superhéroes de la editorial, la Justice League of America.
Un «topo» dentro de la distribuidora le habilitó a Goodman las cifras de ventas de todos los títulos de superhéroes de DC/ National y así se convenció de que era nuevamente rentable apostar por este género, que su editorial necesitaba una línea de comics de seres con poderes, encabezada por un nuevo super-grupo. Con esto tallado en su cabeza, agarró a Stan Lee y le ordenó crear Marvel Comics y los Fantastic Four. Gracias, Jack, lo hiciste de nuevo. Pésima decisión número dos de esta entrega. Y todavía falta.
Donde era innegable la supremacía de DC con respecto a las otras editoriales era en la distribución. En 1957, Atlas se queda sin distribuidor, por lo que tiene que firmar contrato con la empresa Independent News, cuyos dueños eran los mismos de la National Periodical Publications. O sea que Liebowitz no tiene mejor idea que ‘sacarle’ plata a Goodman entregándole su red de distribución en todo el país para su novedosa línea de comics de superhéroes. Y ahí cagaste, hermano. Pusiste a competir mano a mano a tus comics anquilosados contra Jack Kirby, Steve Ditko y la magia de un Stan Lee desaforado. Las impactantes portadas de Marvel empezaron a llegar a todas las bocas de expendio donde se vendían las revistas de DC y la gente se dio cuenta dónde estaba la renovación, la evolución, la revolución, si querés. Para tratar de frenar esto, los capos de la National se aferraron a la cláusula del contrato que le prohibía a Marvel distribuir más de ocho revistas por mes, lo que era como frenar un dique agujereado con un meñique.
Stan Lee encontró formas de seguir expandiendo su línea de personajes con títulos bimestrales, títulos compartidos, elencos rotativos y poco a poco llegó a vender cifras increíbles, con un nivel de devolución por ejemplar bajísimo, cuyos números Liebowitz y los giles de DC veían azorados todos los meses, sin entender qué era lo que ellos estaban haciendo mal. Con esta plataforma es obvio que Marvel va a encontrar cómo salir de este acuerdo de distribución y ahí sí, en 1968, le va a pasar el trapo a su competidora, que podría haberla comprado, que podría haberle escondido la resurrección de los superhéroes varios años más, y que, si no se desesperaba por unos pesos, podría haber evitado que fueran un suceso de alcance nacional y los podría haber dejado tirando pocos ejemplares para pocas bocas de expendio. Qué malas decisiones tomó DC Comics, por favor. Otra cagada ‘iniciática’, que la condenó a un futuro de loser. Y faltan ocho.