Entre tragos y estigmas sociales
El Club del Divorcio es uno de esos mangas, que a pesar de haber sido publicado hace décadas, permanecía desconocido para el público hispanoparlante. También es una de las obras clave de uno de los artistas más importantes del gekiga, Kaizo Kamimura.
El maestro de los silencios
Cuesta pensar en la cantidad de grandes artistas del manga que aún no se publicaron en español. Por suerte, hay editoriales que van llenando ese hueco y gracias a esto es posible disfrutar del arte de grandes como Kazuo Kamimura.
Dotado de una línea clara, casi preciosista, este artista se caracterizó por una dinámica muy elegante y una enorme versatilidad. En sus obras es capaz de saltar de escenas de acción crudas y mucha violencia, como Lady Snowblood y Una Mujer en la Era Shōwa, a momentos cargados de una sensibilidad que roza lo poético como es el caso de El Club del Divorcio. Si bien retrató con maestría momentos como la era Shōwa, debo admitir que prefiero sus obras urbanas, contemporáneas a su época. Allí logra expresar los sentimientos de los personajes desde los recovecos de los barrios perdidos mientras muestra su jerarquía con los silencios y los cambios de tiempo narrativo.
El talento descomunal de Kamimura le valió el título “El pintor ukiyo-e de la era Showa”, incluso hay quienes han comparado su narrativa con el cine de Yasujiro Ozu. Hoy, tenemos la suerte de poder disfrutar de las obras del hombre, que además fue maestro de Jiro Taniguchi, y aún hoy sorprende con sus mangas.
Publicación
Rikon Kurabu (El Club del Divorcio) fue publicado originalmente en Action Comics de la editorial Futabasha, entre 1974 y 1975. Es otra de las grandes obras de la editorial famosa por haber sido el espacio en el que surgieron obras clave para el manga como Kozure Ōkami (Lobo Solitario y su Cachorro) de Kazuo Koike y Goseki Kojima; Kureyon Shin-chan de Yoshito Usui, y Rupan Sansei (Lupin III) de Monkey Punch.
A pesar de la calidad de la obra y de la importancia del autor, El Club del Divorcio recién fue compilada en el 2013 por Futabansha. La obra fue galardonada en el 2017 con el Premio del Patrimonio del Festival Internacional de la Bande Dessinée de Angoulême. En España, la editorial ECC, que ya publicó otras obras de Kazuo Kamimura, lanzó en el 2017 El Club del Divorcio en dos tomos que tuvieron muy buena aceptación. Después de que se agotó, en 2019 salió una nueva edición, con sobrecubierta y mejor calidad de papel.
Imágenes dramáticas
En el Japón de posguerra, el manga encontró el equivalente a su Golden Age. Esa sociedad, impactada y dolorida por el desenlace de la Segunda Guerra Mundial, estaba ávida de un entretenimiento que la alejara momentáneamente de la realidad. Bajo el estandarte de Osamu Tezuka como máximo referente, los géneros comerciales comenzaron a definirse. Así aparecieron el shōjo, el shōnen, y tantos otros.
A pesar del gran boom de las viñetas japonesas, había autores que querían trascender de las historietas para niños. Les interesaban contar historias adultas que hicieran evolucionar al manga. Así fue como en 1957, Yoshihiro Tatsumi, un discípulo del mismísimo Tezuka, publicó por primera vez mangas con una nueva categoría: gekiga, un término implementado por él, que significa «imágenes dramáticas». Esta corriente se centraba en buscar un realismo gráfico en cuanto a los entornos, proporciones corporales y expresiones faciales. Las historias eran dramas que reflejaban de manera cruda la realidad social del Japón de ese tiempo. Importaban los sentimientos, muchas veces de descontento, y reflejar la dureza de la vida. Eran temas para una audiencia adulta.
Este género encontró una respuesta muy favorable en el público y fue tan influyente, que incluso el mismísimo paladín del manga comercial, Osamu Tezuka, comenzó a escribir historias adultas como MW, Adolf o Ayako.
El manga autobiográfico Una Vida Errante de Yoshihiro Tatsumi es el punto de partida ideal para adentrarse en este género. Lobo Solitario y su Cachorro de Kazuo Koike y Goseki Kojima es una historia de venganza ambientada en la época de los samurais. También hay que mencionar el thriller protagonizado el asesino infalible, Golgo 13 de Takao Saito, una obra que tiene 205 volúmenes recopilatorios.
Una sociedad conservadora
Para sumergirse en las páginas de El Club del Divorcio y poder comprender la magnitud de ese drama social, hay que contextualizar lo que pasaba en Japón en esos años.
En 1973, la crisis del petróleo afectó a la economía japonesa. La dependencia del crudo importado sacudió a la sociedad del Sol Naciente, que vivió su primer golpe económico importante desde la posguerra, con la consecuente inflación y suba de precios. Por otro lado, la naturaleza conservadora de los japoneses se encargaba de convertir en parias sociales a todos aquellos que rompían con el paradigma al que estaban acostumbrados. Muchos de estos tópicos fueron tratados por Kamimura en sus mangas, como el caso del controversial Dousei Jidai, que retrataba a una pareja que convivía sin haberse casado. También retrató la vida de las mujeres divorciadas, quienes eran estigmatizadas por esa sociedad conservadora y que tenían que rebuscárselas con trabajos poco convencionales, como es el caso del Club del Divorcio.
Tragos y Hostess
Desde las primeras páginas, El Club del Divorcio nos introduce con mucha elegancia y un poco de nostalgia en la piel de la protagonista, Yûko, una joven atractiva de 25 años, que regenta un bar donde ella y otras mujeres que están en la misma situación hacen el rol de hostess. Hay que aclarar que no son prostitutas, sino mujeres que beben y charlan con los clientes de ese tipo de lugares a cambio de propinas. Por supuesto, existe también la posibilidad de sexo, pero eso es solamente si hay acuerdo entre las dos partes.
El autor, habitué de este tipo de lugares, logra retratar con maestría el día a día de esos bares. Es un recorrido por entre las mesas, donde es imposible no chocarse con borrachos, hombres que buscan un poco de charla y esas mujeres que ya saben cómo jugar su rol en ese entorno. Por supuesto, hay momentos en los que también estallan, pero todo está controlado en ese mundo.
Después de algunas páginas en el bar, el autor rompe la burbuja para adentrarnos en lo que realmente le importa contar: la vida y los sentimientos de los protagonistas quienes viven un gran conflicto: las expectativas sociales contra su propia realidad.
Las expectativas pueden ser crueles, sobre todo cuando existe una presión externa que obliga a estar encasillados en arquetipos. Cuando esas expectativas se rompen, los cuchicheos se convierten en dagas de una sociedad que no duda en convertir en parias a todos esos actores que juegan roles distintos, ya sea por el deseo de libertad o porque no logran adaptarse a ese entorno. Ya adaptada a este lugar, la protagonista, Yûko es un personaje complejo lleno de contradicciones. Quiere mejorar la relación con su hija, pero por su trabajo la deja al cuidado de su madre. Busca el amor, pero sin dejar de lado su libertad. Sufre, pero se muestra sonriente. Entre voces en off y silencios, el autor la perfila, juega con ella desde la narrativa y luego vuelve a sumergirnos en su mundo y el de los personajes que la acompañan, como Ken el barman con el que hay un tira y afloje amoroso constante; Asako, su hija con quien mantiene una relación distante, o con su misma madre.
Elegancia narrativa
Maestro de los silencios y dueño de una narrativa casi cinematográfica, Kazuo Kamimura era capaz de algo que vi pocas veces en el manga: perfilar sentimientos a través de las imágenes. Basta con una mirada, una postura, o gestos para transmitir emociones complejas. En El Club del Divorcio, es algo que evoluciona a medida que pasan los capítulos y hace que la lectura sea una experiencia hermosa.
El Club del Divorcio ofrece una mirada casi poética a una época en la que Japón aún se perfilaba como una sociedad muy conservadora. La elegancia narrativa le permite al autor desarrollar personajes e interacciones complejas en una lectura atrapante.
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