El último libro (hasta la fecha) de Rodrigo Terranova es una de las obras fundamentales que dio la historieta argentina en lo que va de este siglo.

El Reino de Este Mundo

19/03/2025

| Por Pablo Dragicevic

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Sobre el final del primer cuarto de siglo, en Argentina, se han publicado algunas novelas gráficas notables, y que habrán sido puertas de acceso para muchos nuevos lectores de historieta nacional. Obras con personajes entrañables y viñetas adheribles a la retina popular, que atraviesan su época y dejan su marca e impronta estética particular. El último libro (hasta la fecha) de Rodrigo Terranova es una de esas novelas gráficas que voy anotando en un improvisado y desordenado relevamiento de lectura personal de historieta argentina en lo que va del Siglo XXI. El Reino de este Mundo fue publicada en 2022 por la editorial Maten al Mensajero. La historieta (completamente ajena a la novela homónima de Alejo Carpentier) fue motivada por un certamen literario en Madrid cuatro años antes, accésit que ganó, y tras el cual Terranova agrega un capítulo extra. Esa versión es la que se publicó, e incluye un prólogo a cargo de José Muñoz. Fue nominada como “Mejor obra nacional para adultos” en la tercera edición de los Premios Cinder, una difícil terna en la que el galardón se lo llevó Turba, de Lauri Fernández.

Esta historieta es un artefacto particular, que te cuenta una historia mínima, de conflictos interiores, reflexiva y emotiva. Sin acción, y a todo blanco y negro, pero está bien lejos de ser un embolante drama.

Porque Terranova monta la historia sobre los rieles de un eje cronológico que pone el foco en tres momentos del protagonista, con permanentes idas y vueltas entre esas tres edades, y una serie de recursos elípticos y “viñetas pasillo” que nos devuelven a escenas contadas previamente desde otra perspectiva. Ese ritmo, que avanza rápido, pero respirando, no usa esa fragmentación como un gancho obligado para que llegues a una conclusión preestablecida, como quien te va dando piezas sueltas del rompecabezas. El Reino de este Mundo te agarra y te lleva, e implica varias relecturas, pero no como obligación: más bien invita a volver a detenerse en cada personaje, deleitarse con los fondos de cada viñeta y volver a sentir cierto aire de gratitud que inspira todo el libro. La que hay entre Diego y Tristán, los protagonistas principales de esta historia, por ejemplo.

Diego Balza es un muchachito que se ha mudado junto a su padre desde Isidro Casanova a San Luis, al barrio La Rinconada. Allí conoce a Tristán Lucero, poeta local que vive como administrativo en el municipio y que se convertirá naturalmente en su vecino y mentor. Todo esto, Diego lo cuenta en la primera escena, en la que se lo ve hablando sobre Tristán en un reportaje radial. A sus 34 años, a punto de ser padre por primera vez, y justo cuando tiene que decidir si cederá ante el avance de los negocios inmobiliarios y estará dispuesto a dejar “la única casa que tuve”.

Es una historia acerca del transcurrir de la vida, las oportunidades, los principios y finales de ciclo y la posibilidad de proyectarnos en el tiempo a través de la solidaridad puesta en nuestros vínculos. Tiene mucha poesía y también bastante música (la radio es un personaje más, un “partícipe necesario” para que funcione el guion). Como decía, es un artefacto narrativo particular, cuya virtud mayor es el equilibrio, negro ying y blanco yang, de lo que Terranova es ya maestro. Ese contenido profundo y poético está sostenido materialmente en cuatro capítulos, y dos intermezzos, con una grilla de dos por tres como base para vehiculizar un MONTÓN de información textual y sensorial en menos de 100 páginas. Que además de historietista, Rodrigo Terranova sea diseñador gráfico y poeta, no es para nada casual y también tengo para mí que acaso sea la explicación de ese bien logrado equilibrio.

Rodrigo Terranova es un nombre conocido para quienes frecuentaran el blog de historietas autobiográficas Historietas Reales, allá por 2005. Los días viernes se publicaba allí La Divina Oquedad, desde cuyas páginas ya mostraba trazos y líneas reconocibles al instante. Tuvo su propio tomo entre los recopilatorios de la colección HR, que editorial Domus distribuyó por kioscos. Desde ese momento, dejó varias páginas dispersas en revistas como La Mano, Fierro, y (por supuesto) Comiqueando. Recién en 2011 llegaría Dos estaciones, otro libro con su firma, esta vez junto a la de Federico Reggiani como guionista. Aquél incluía dos historias breves: la de un personaje cuya memoria se ve sacudida metafísicamente a partir del fallecimiento de Raúl Alfonsín, en 2009; y una parábola invernal sobre las formas del colaboracionismo empresarial con la dictadura en pleno Mundial ´78. Para entonces Rodrigo Terranova ya es un narrador consumado, sus formas y valores de línea mantienen el sello distintivo, pero se notan totalmente controlados y en dominio del ritmo.

Tras una espera que duró diez años para quienes le echamos el ojo, El Reino de este Mundo despertó gran expectativa, una vez anunciada la novedad. El resultado mantiene el nivel alto y lo lleva un poco más allá, aunque algunas páginas más no hubieran molestado. No digo que le falten tampoco, sólo que podría haber estirado alguna secuencia o capítulo, sólo para lucirse con el dibujo, sin que fuera en desmedro de la narración. Porque uno empatiza y se encariña con estos personajes. No sólo con el binomio de poetas, también con el resto del elenco, que incluye un viejo amor de Tristán (hija incluida), la pareja embarazada de Diego, más una serie de personajes de la comunidad, como Doña Roquelina y Sosita (vecinos de Tristán) o el rector de la universidad. La escena en la que Diego y César, jóvenes punks en 2004, se cruzan en la puerta del almacén con Don Severino Rojas (veterano vecino de la zona) es realmente icónica y uno de los momentos existenciales mejor sintetizados del libro. ¿Y cómo podría faltar Borges en un libro como este, abundante en aristas temporales y encrucijadas? La anécdota verídica sobre su visita a San Luis en 1976, momento crucial en la vida de Tristán por razones no literarias, propicia el capítulo extra con el que el autor completó su novela gráfica. La tapa ciega que oculta el mecanismo de una historieta absolutamente interactiva.
Como decía al comienzo, El Reino de este Mundo es una novela gráfica de peso, más allá de sus pocas páginas. Y definitivamente está en mi lista de historietas argentinas insoslayables publicadas durante el primer cuarto de siglo.

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