Cosplay de ultratumba
La escena que da comienzo a esta historia tiene lugar una fría mañana de 2019, más precisamente en el cementerio de San Fernando, provincia de Buenos Aires. Milo Maciel, humilde adolescente que trabaja allí como sepulturero, es testigo de un funeral que resulta tan pintoresco como tenebroso. Y aunque el pibe perciba que no será un entierro más, no imagina que está a punto de embarcarse en la mayor aventura de su vida, que lo transformará (literalmente) para siempre.
¿Quién habrá sido el hombre al que acaba de enterrar, por el que se han hecho presentes periodistas y curiosos? ¿De dónde le suena el nombre en la lápida? El cortejo se enrarece cuando un grupo de matones hace su aparición de forma ostensiblemente intimidatoria, sin disimular su responsabilidad en esa muerte. Y aún más raro se pone todo cuando, a escasos metros, entre la bruma y los árboles, se dejan ver cuatro misteriosos cosplayers. Entonces a Milo le cae la ficha: el ocupante de la fosa no es otro que el Autor, el creador de las historietas de aventura de las que su mejor amigo, el Baba, es lector acérrimo. Pero, ¿se trata realmente de fans disfrazados? Cuando horas más tarde, Milo y el Baba vuelvan a visitar esa tumba y se encuentren una vez más con los exóticos tipejos (y junto a ellos tengan que esquivar las balas de los parapoliciales, corriendo entre criptas y cruces), su percepción de la realidad tendrá que rendirse ante la posibilidad de estar frente a verdaderos personajes de historieta, traídos a este plano para cumplir una misión de la que ellos dos también serán partícipes necesarios, por más improbable que parezca.
Se arma el equipo
Primero conozcamos a los protagonistas de esta historia:
Milo tiene 15 años y vive en una isla del Delta junto a su padre, que es alcohólico y lo hace trabajar en el mismo cementerio que él. Su madre murió cuando él era muy chico.
El Baba es compañero y el mejor amigo de Milo. Experto en comics, ciencia ficción y afines, es fan absoluto del Autor. Vive junto a sus padres en San Fernando.
Saigon Blake es uno de los “disfrazados”. Pirata mitad irlandés, mitad vietnamita, opera en China durante la Segunda Guerra del Opio, en el Siglo XIX.
Tariq el moro también es un personaje del Autor. Es un caballero medieval al servicio del rey Arthur.
Flint Moran es protagonista de otro comic, suerte de cazador de las praderas, pero del futuro.
Metnal es un vampiro maya dedicado a perseguir fugitivos del infierno, también creado por el Autor.
Ace Fowler, piloto británico de la Primera Guerra Mundial. Personaje creado por el Autor para su propio emprendimiento editorial, el cual se estrellará rápida y literalmente.
Un elseworld argentino… o no tanto
Ahora que ya conocemos a los personajes (a los principales, al menos), echemos una mirada a la Argentina 2019 que Figueras proyecta para dar marco a la novela. Un país con ecos del pasado reciente, así como fatalmente premonitorio de lo que sobrevendría no mucho después, e incluso del presente al que asistimos. Un gobierno que llega al poder por las urnas, mediante un hábil uso del marketing y apalancado por los medios de comunicación, pero que rápidamente aplicará políticas antipopulares en beneficio de corporaciones. En palabras del Baba: Desde que el presidente actual ganó las elecciones, favoreció a sus amigos y produjo pobres a destajo. Para controlar las protestas, creó una policía plenipotenciada: triplicó su presupuesto, duplicó el número de efectivos y sacó decretos que los eximen de responsabilidad en la represión. Se refiere, por supuesto, a los matones que los corrieron en el camposanto, los agentes de la temible Oficina Federal de Asuntos Comunitarios, la OFAC (o como él prefiere llamarla, la Oh, Fuck!).
La Cofradía Trotamundos
Tras la balacera, neutralizados los sicarios, Milo y el Baba comprenden que no se trata de cosplayers: los cuatro personajes de historieta realmente han encarnado. Blake, Tariq, Moran y Metnal han sido convocados a ese cementerio por el propio Autor. O al menos eso sugieren sus últimas viñetas, que narran el cónclave casi con exactitud. La recién conformada Cofradía Trotamundos (incluidos los jóvenes amigos) comprenderá pronto que la misión para la que han sido reunidos está relacionada nada menos que con las Hijas, a las cuales el Autor usó como modelo para sus personajes femeninos, las enamoradas de sus héroes. Perseguidas por la OFAC y acusadas de asesinar a su propio padre, queda claro cuál es la nueva misión para el equipo: encontrarlas y salvarlas (aunque ellas son capaces de urdir sus propios planes, claro). Pero el tiempo les juega en contra, ya que los héroes de papel se debilitan a cada minuto, ahora que han quedado huérfanos de su guionista. Si no regresan pronto a sus respectivas realidades, corren el riesgo de desaparecer.
Tejedor de aventuras
El Rey de los espinos es un homenaje a la narrativa de aventuras que cimentaron Jules Verne, Emilio Salgari y Alexandre Dumas, entre otros. Y por supuesto, al mayor exponente argentino en la materia: nada menos que Héctor Germán Oesterheld, que supo escribir historietas de cowboys, piratas y viajeros con maestría, hasta que la realidad fue más mortal que una nevada extraterrestre. En la Argentina alternativa de la novela, Figueras establece similitudes, como ya mencionamos, pero también diferencias con la real. Este Autor no sólo escribe sus historietas, también las dibuja, por ejemplo. Es difícil sintetizar este novelón de casi 830 páginas en apenas unos párrafos. El libro está dividido en seis partes, son varios ejes temporales paralelos, en escenarios bien disímiles, por los que avanzamos y retrocedemos permanentemente con cada capítulo. Hay toda una vida detrás de cada personaje, y Figueras desarrolla cada una con minuciosidad: conocemos así la historia de los dos amigos, de cada uno de los personajes ficticios creados por el Autor, la suya y la de su familia completa (Viuda e Hijas, obviamente basadas en Elsa Sánchez y las chicas Oesterheld). Y también algunas más, como las de Pierre y el Bonzo, compañeros de Milo y el Baba en la escuela y en el barrio; la de Manana Patato, un loco que recorre las islas del Delta anunciando la llegada (o no) de extraños personajes; y finalmente la de Melvyn Weyl, el Viejo, que cobija a Milo en su isla desde chico, cada vez que Don Maciel se pone violento. Este personaje es central, es el que nos baja a tierra las teorías sobre física cuántica de Hugh Everett y Kip Thorne, cuyos conceptos explican gran parte de lo que ocurre en la novela. ¿Qué misterio hay más allá de la Tercera Sección del Delta?; ¿Fue real lo que vivió Melvyn al caer por las cuevas de Cornwall cuando era sólo un niño?; ¿Está el pasado tan muerto como creemos? Quizás no todos los interrogantes tengan respuesta al final del volumen.
¿Nadie quiere ser superhéroe?
La propia Cofradía se disolverá cuando las respuestas obtenidas acerca del verdadero sentido de la misión no sean suficientes y los héroes comiencen a sentir el peligro cierto de desaparecer, si no regresan a sus respectivas realidades. Cada cual decide atender a su juego, aunque desoír la convocatoria traiga aparejadas consecuencias no deseadas. El único que insiste en encontrar a las Hijas es el Baba, que no se resigna a volver a su vida normal, luego de haber asomado a las puertas de la aventura, y decidirá emprender la misión por su cuenta. Tras visitar a la Viuda buscando pistas en el estudio del Autor, descubre que sus poderes para encarnar personajes eran aún mayores de lo sospechaban. Finalmente logrará hacer contacto con las Hijas, que permanecen en la clandestinidad.
Por su parte, Milo hará sus propios descubrimientos tras ser interceptado por un nuevo “disfrazado”, un piloto de la Primera Guerra Mundial que lo confunde con el hombre al que le han encargado matar. Milo logra escapar casi entero, ya que Ace Fowler le vuela dos dedos de la mano de un disparo.
El pibe encuentra refugio en la casa del Viejo, y mientras se recupera, le cuenta todo lo acontecido desde la mañana del entierro (que no es poco, no saben cuánto tuve que dejar afuera para no spoilear tanto). Tras oír con atención el relato sobre los misteriosos personajes surgidos del comic, el Viejo decide revelarle a Milo la verdadera naturaleza de la Tercera Sección. Y más aún: al caer de chico en esas cuevas de Cornwall, Melvyn descubrió la boca de un wormhole que lo transportó varios siglos atrás en el tiempo. Antes de volver a su época y lugar, conoció brevemente al misterioso Rey de los Espinos. Acaso las visitas del piloto y los demás personajes obedezcan al mismo fenómeno. ¿Sería posible que el Autor conociera el secreto e intentara usarlo en su favor al hacerles romper la cuarta pared?
Mientras tanto…
Se puede decir que la novela en sí misma opera como agujero de gusano: uno puede ingresar a un capítulo situado en el Delta del Tigre (en ese ucrónico 2019), para asomar pocas páginas después bajo el bombardeo a Dresde, durante la Segunda Guerra Mundial. El túnel también tiene terminales en el basural del CEAMSE, donde Diego Duarte se perdió bajo una montaña de basura en 2004; o bien se puede acceder, leyendo, a las plantaciones de la United Fruit en Tikal, Guatemala, entre 1900 y 1903. De esta forma nos enteramos del origen de cada personaje sin dejar de saber, por ejemplo, qué fue de la Cofradía tras regresar a sus mundos de ficción, luego de abandonar a Milo y al Baba. Todo a buen ritmo y de forma orgánica.
En la próxima entrega, nos volvemos a adentrar en el túnel. Se viene la Batalla del Delta.
(Muy pronto, la segunda parte)
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