Javier Hildebrandt: Lo primero que vi hecho por vos es un número de Meopongo, a comienzos del 2000. ¿Con eso arrancaste?
El Bruno: No, lo primero que hice, en el año ’97, fue una revista que sacamos con mi amigo Pablo Larsen, que es artista plástico (en ese momento todavía iba por el lado del comic). Se llamaba Kaos Comics. Salieron dos números y me quedó un tercero ya laburando solo, que nunca terminé. Él, al segundo número, ya se quería bajar, porque no le gustaba lo que hacía. Hacíamos una historieta los dos, que se llamaba “Buseca”, era un superhéroe y dibujábamos una página cada uno. Y después yo hacía una que se llamaba “Biotech”, que era una verga total… Y cositas sueltas.
JH: ¿Cómo coincidieron para hacer eso? ¿De dónde se conocían?
EB: Nos conocimos por un amigo en común, del barrio de Parque Chas. Yo fui a la secundaria en Villa Urquiza, y conocí ahí a un gran amigo mío que se llama Darío. Por el año ’96 empecé a curtir ese barrio, aunque yo viví toda mi vida en Colegiales. Y una noche vamos a tomar unas birras y jugar al metegol, y aparece este flaco, Pablito. Y nos ponemos a hablar de cosas que desentonaban con todo el resto: de Robotech, de Akira, cosas con las que no había podido hablar antes con nadie; salvo con gente más del ghetto de la historieta, pero nadie con quien pudieras salir a tomar una birra a la noche, descontrolar y además hablar de esas cosas. A partir de ahí fue “culo y calzón”. Ya son veintipico de años que nos conocemos.
JH: ¿Y cómo arrancás con Meopongo?
EB: Cuando él se fue, yo empecé Bellas Artes, y a tener una vida un poquito más ajetreada, con más noche… Y me empezó a pintar más la cosa del dibujo, de salir, excesos… Me llegaban algunas cositas de gente que me cruzaba por ahí, algunos fanzines, y llegó un momento en que me volvió a picar el bicho. Hago Meopongo con gente de la facultad: Lucrecia Martínez, un flaco que escribía, el Loco Lucas… éramos varios. Al final se deliró todo, porque hacíamos el fanzine, en una tarde vendíamos todos los que teníamos a 50 centavos (era nada) y terminábamos gastando todo en cerveza… ese tipo de cosas. Era divertido. Después pasó que terminé Bellas Artes, creo que habíamos sacado tres números del fanzine, se acabó todo ese ambiente de la bohemia y la cosa artística, y me di cuenta lo alejado que estaba del ambiente del comic. Hacía el fanzine, pero lo movía en lugares que no tenían nada que ver. Le había perdido el rastro a toda la gente que conocía de la época de la A.H.I. En un momento yo estaba muy mal, porque quería meterme y no le encontraba la vuelta, no tenía gente que me haga la segunda para sacar un nuevo fanzine, me costaba arrancar.
Y volví a dibujar mandando colaboraciones a Setro comics, esa fue mi introducción de nuevo al mundito. Gracias a Dios siempre tuve las puertas abiertas con la revista de Setro, que en ese momento se llamaba La Fiera según Setro. Publiqué un tiempo ahí, y después arranqué con Lo peor de lo peor, en 2006 ó 2007. Ahí hacía tiras. Y empezaron a aparecer algunas puntas: colaboraciones para la Comiqueando en papel, que siempre había sido la revista que yo leía y nunca había podido publicar nada… se fueron abriendo puertitas interesantes, que me dieron ganas de seguir. No veía un mango pero estaba de nuevo en el camino.
JH: ¿Qué autores leías? ¿Qué cosas veías que te hacían pensar “quiero ir por este lado”?
EB: En ese momento empecé a descubrir cosas que antes no leía tanto. Siempre fui mucho de leer cosas clásicas, de la escuela franco-belga, y las historietas de Perfil: la Liga de la Justicia, Batman… Leía Mafalda también. Pero después empecé a encontrar otras cosas, por juntarme con los pibes de la [revista] Lule le Lele. Con el Tonga [Gastón Souto] y el Polaco [Scalerandi], empezar a descubrir a Crumb, lo que estaba pasando en España con El Víbora, la Cimoc.
JH: Eso lo viste ahí. En tu época en Bellas Artes no.
EB: Muy poco, casi no leía historieta. Más de chico leía la revista Lúpin, por ahí algún número suelto de Skorpio o de lo que editaba Columba. Pero nunca fui seguidor. Sí después me enganché con las revistas de superhéroes, hasta que llegó un momento en que me cansó, porque me daba siempre lo mismo. Que es lo que le pasa a la mayoría, te quieren vender que va a cambiar el universo y todo vuelve al mismo lugar de antes.
JH: No era lo tuyo.
EB: Después de leer La Cosa del Pantano me di cuenta que eso no era lo común, y me hubiese encantado que sí lo fuera.
JH: Vos laburás mucho también con los personajes clásicos, unidimensionales, como para parodiarlos. ¿Eso también estaba entre tus lecturas?
EB: Claro, yo conocí todo eso cuando lo editó Scutti. Me llamó mucho la atención en su momento. No tanto el humor, porque termina siendo muy repetitivo, pero sí me gustaba cómo diseñaban el monito, cosas visuales del personaje. Entonces empecé, ya más de grande, a hurgar un poco más por ese lado, comprando Rico Tipo y cosas de aquel momento. Hoy en día terminé siendo más lector de humor que de aventura y otro tipo de cosas. Mortadelo y Filemón me encanta, [Manuel] Vázquez, 4 segundos me llamó mucho la atención también, Anita, la hija del verdugo… Salí a una cancha con jugadores totalmente nuevos, porque una vez que levantás la persiana de los superhéroes te das cuenta que tenés infinidad de cosas. Gustavo Sala fue una revolución cuando lo descubrí, en la época de Falsa Modestia. Y Lucas Varela en la Kapop! Esas son cosas que conocí en los primeros años de la facultad, que todavía leía.
JH: Todo eso, y lo que hiciste en los fanzines, lo condensás en Humor Etíliko.
EB: Humor Etíliko son cosas que subía en mi blog, páginas de Meopongo y Lo peor de lo peor… Lo único que hice fue colorearlas y volver a tipearle los textos, porque Martín Casanova me cagaba a pedos con las faltas de ortografía (risas). Así salió, fue lo primero que edité de manera profesional.
JH: Vos tenías varios personajes: el muñeco Pepino, Malena la nena alcohóilca. ¿Pensabas, en aquel entonces, dedicarte al humor gráfico, hacer una tira con un personaje propio en algún medio?
EB: No llegué a asimilarlo, nunca llegué a planteármelo… Todo se fue dando de una forma medio extraña. Yo peleaba una lucha interna conmigo por cosas que me pasaban, tratando de aprovechar el envión que me había dado Humor Etíliko para tener una salida laboral. Después de que salí de la facultad, hasta que me empezaron a salir mis primeros laburitos de dibujo en el 2006–2007, yo laburaba en un locutorio. Claramente no era lo que quería, pero hacía muy poco para que me salieran cosas nuevas. Hasta que en un momento empecé a decir “vamos a ir por este lado”. Me salió un laburo en una productora que, entre otras cosas, hacía contenidos para celulares: animaciones de dos o tres cuadros, wallpapers, boludeces.
Mientras hacía eso, yo estaba anotado en el Foro de ilustradores y me llamaron para ilustrar unos libros chiquitos, de esos que tienen juegos con pelotitas, una colección de cuatro títulos. Con lo que me pagaron me compré mi primera computadora. Dejé el locutorio y empecé sólo a ir al estudio. Pero en un momento, el tema del contenido para celulares empezó a decaer mucho. Tratamos de meter cosas para vender, pero en un momento empecé a laburar desde casa hasta que me dijeron que no me podían pagar más, porque realmente no había laburo.
Da la puta casualidad que por ese entonces me sale mi primer laburo para afuera. Por medio de Mr. Exes yo estaba relacionado con Diego Jourdan. Mi primer laburo pago de historieta fue para las Tortugas Ninja, de Inglaterra. Lo que hice es aberrante, lo veo hoy y me quiero arrancar los ojos con una cuchara, pero me sirvió para foguearme en el tema técnico. A mí me llegaban diez páginas de guion, y tenía que entregar una página terminada por día. El ritmo era jodido, pero imaginate que para mí era una oportunidad única: primero, laburar con las Tortugas, personajes que para todos los que andamos cerca de los 40 años nos volaron la cabeza en su momento; laburar para afuera, no ganar mucho pero ganar en dólares, que no era moco de pavo, y estar viviendo, finalmente, de lo que me gustaba. Ese laburo, más otros que hice con Diego, me permitieron mudarme con mi compa, Luli.
JH: ¿Todo eso cuánto duró?
EB: El laburo surgió porque había salido la película animada de las Tortugas Ninja. Esto era una especie de revista infantil que acompañó la salida de esta película. Traía historietas –algunas muy buenas-, y te enseñaban a hacerte el disfraz de Rafael, preparar comida con la cara de las Tortugas, boludeces por el estilo. La revista duró lo que tenía que durar, un año, catorce números, no me acuerdo. Y yo dibujé para cinco números, diez páginas en cada uno. Después de eso, me salió lo mismo con Transformers, pero ahí dibujé una sola entrega. Fue complicado, pero lo bueno es que eran los Transformers tipo Cartoon Network, una onda más infantil. Me mandaron unas historietas basadas en la serie animada como referencia, me pidieron que saque de ahí el diseño de personajes. Hice una entrega de diez o doce páginas. Me costó mucho pero, también, eran los Transformers. Faltaba que me pidieran que dibujara a He-Man. Lo bueno es que con Diego, una vez que se cayeron estas cosas, siguieron saliendo algunos laburos.
Yo ya estaba mudado, así que cuando se cayó lo de los Transfomers, me empecé a sentir medio mal, pensaba “¿cómo sigo con esto?”. La realidad es que acá no se había abierto el panorama. Estamos hablando de 2007, no pasaba nada, más allá de lo que había generado Domus, que todos sabemos que no le dio de comer a nadie, ni siquiera al pirata de [Carlos] Schroter. Después salieron algunas cositas más, unos libros para Inglaterra, unas cosas para EEUU muy mal pagas, pero mucho volumen de laburo. Yo agarraba lo que venía, no estaba en condiciones de decirle que no a nada. En su momento estuvimos laburando, con Diego, Scuzzo, Souto, Scalerandi y yo para unos libritos de fútbol que salían en Inglaterra. Cuentos ilustrados. Pero también: te mandaban tres cuentos y tenías una semana y media para hacerlos, era laburo contra reloj a full. Creo que hice cinco o seis de esos libritos y las cosas empezaron a andar muy mal. Llegó un momento en que me escribe Diego y me dice “perdoname, negro, pero el poco laburo que hay no lo puedo pasar, lo estoy agarrando yo”. Y ahí sentí que se me venía la noche. Por suerte Luli había empezado a laburar, así que, mal que mal, tiramos unos meses, pero la cosa estaba jodida. Y justo ahí pasó lo de Billiken.
(Muy pronto la segunda parte)
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