¿Qué es lo primero con lo que uno asocia a Osamu Tezuka? Podemos pensar en robótica, fantasía, ciencia ficción, aventura sin fin, gekiga, desolación… pero también está el humor. Sin ir más lejos (o más bien, yéndose bien lejos, a los inicios de su carrera), el Dios del Manga comenzó con los yonkoma, como se le dice a la tira diaria en Japón. Y el humor o el gag está presente en casi toda su obra, como una suerte de respiro dentro de la tensión generada por la aventura, y también por esa influencia del dibujo animado norteamericano de principios del Siglo XX. Pero ciertamente, una historia 100% humorística no es algo que realmente abunde dentro del fastuoso corpus, salvo por esta rareza.
Rareza sobre todo porque Fuusuke se serializó entre 1969 y 1970, en pleno auge de sus historias adultas. Y lo que vemos acá es lisa y llanamente una comedia para adultos, donde el protagonista es un salary-man llamado Fuusuke Shimomura, un vago completamente inútil con aventuras más bien delirantes. Se nota que Tezuka se divirtió bastante durante la realización de estas once historias, porque sin dudas se dedicó a superarse en cuanto más demente o incluso escatológico podía ser. Sin ir más lejos, la primera andanza de Fuusuke comienza cuando él encuentra un pene suelto con vida. Si piensan que más delirio que esto no hay, tengan paciencia porque son once historias sin pies ni cabeza.
Las ediciones modernas de los mangas de Tezuka suelen venir con una aclaración: unas disculpas de antemano por si alguno se ofende por cómo se retrata a algunas etnias, debido a una cuestión de contexto con la época en que se realizó dicho manga. Y sobre esto habría que hablar al momentos de meternos con Fuusuke, porque el nivel de incorrección que maneja es elevadísimo, pero funciona a la perfección con este tipo de personaje, un incorregible signado por el infortunio que no busca nunca hacer algo bueno con su vida. Sus situaciones son todas escabrosas, hasta perversas por momentos, como la historia donde se encuentra con una mujer que tiene la habilidad de saber el futuro de los hombres cuando éstos la penetran sexualmente. Fuusuke se enamora de ella, se la lleva a la ciudad y prácticamente se la vive cogiendo para saber qué hacer de su vida, qué decisiones tomar. Esto, claro, no es de lo más “incorrecto” que podemos observar, y de nuevo: tengamos en cuenta que son los 70 y estamos en un país tan reprimido y conservador como lo es Japón.
Aún así, y pese a lo limitado que puede sonar hacer una historia sobre salary-men (aunque está comprobadisimo que los mangakas te pueden hacer un millón de tankoubons hablando de cualquier cosa), Tezuka como siempre deja volar su imaginación con lo que quiere contar.
Y si bien el personaje es bien unidimensional, eso es parte de lo que lo hace gracioso. En medio de todo esto, está el delirio que el Manga no Kamisama le pone a todas sus obras, sin importar que involucren robots o personas capaces de cambiar su identidad. En una de las historias, Fuusuke busca juguetes para adultos (no sexuales) y se encuentra con una réplica a escala de Japón, con pequeños personajes incluídos que obedecen las órdenes que cualquiera pueda darles, y nuestro sátrapa favorito aprovecha para hacer de las suyas. También está la historia de una casa en alquiler que parece ser un sueño por el bajo precio a pagar, pero una vez que se entra parece casi imposible poder salir. Ah, y por algún motivo que no tiene ningún tipo de explicación, las últimas tres historias transcurren en algún período histórico pretérito sin aclarar, ya no en la Tokio de los ´60/ ´70.
A la “crudeza” del humor se le suma también lo áspero del dibujo, muy limitado en comparación a otras obras de esa época. Casi no hay fondos, todos las figuras humanas que aparecen son monigotes… un trazo más cercano a sus obras más primerizas que a los complejos laburos que estaba encarando en sus últimas décadas como mangaka. Casi se podría decir que es un Tezuka en modo “heta-uma”, un estilo de dibujo que puede traducirse como “malo pero bueno”, de gran popularidad dentro de la revista vanguardista Garo, con King Terry y Yoshikazu Ebisu (quien, curiosamente, también tiene un manga sobre los salary-men) como sus principales referentes.
Como si fuera un respiro dentro de tan densa realidad, Fuusuke es un momento donde el sensei se mostró lo más bizarro posible, sin ningún tipo de concesiones, con un tipo de humor, si se quiere hoy, cuestionable, pero no por eso repudiable. Más bien un Tezuka que buscaba cagarse de risa como sea mientras en el fondo las cosas eran peores. Mucho peores.
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