La jungla es dominada por los grandes felinos y entre todos ellos destaca “el tigre de bengala”, apodo con el que cariñosamente se refiere a su marido la esposa de nuestro héroe. Pero la vida del vendedor de seguros no es nada simple, y el imprevisto, su enemigo declarado, puede aparecerse en cualquier momento a la vuelta de la esquina, por eso más vale estar preparado. Así es como, vestido con su traje de piel de leopardo, y con una lapicera que le atraviesa la nariz cual piercing, nuestro protagonista se adentra en una jungla con una sociedad demasiado parecida a la nuestra. Y de esta manera es como la vida de Jerónimo tiene muy poco de cotidiana, ya que incluso ir a tomarse una cervezas con los compañeros de trabajo al finalizar la jornada, puede terminar en un enfrentamiento con primates motoqueros o con punks que anidan sobre los árboles que están camino al bar. Y esto es solo la punta del ovillo, de las ideas disparatadas y lisérgicas que François Boucq nos presenta en sus historietas.
Pero empecemos por el principio. En el año 1983, Boucq se libera de la carga de trabajar con guionistas, como venía haciendo para la revista “Fluide Glacial”, y comienza una etapa mucho más experimental como artista integral, con historias cortas para “A Suivre” (de la editorial Casterman), donde si bien la idea era que fueran siempre personajes y ambientes distintos, un imponente agente de seguros se supo ganar su lugar y volverse recurrente. De esta manera cobraba vida en el papel Jerome Moucherot (así es como se lo conoce en Francia), Jerome Katzmeier (como se lo conoce en Estados unidos) o Jerónimo Puchero (nombre que le pusieron en España y con el que llegó a nuestras tierras por cuestiones lógicas del idioma). Sobre la génesis del personaje, el autor recuerda: “Me encontré con fotos de Beirut, fotos de inmuebles invadidos por la vegetación. Ese mundo despertó mi interés. Me dieron ganas de inventar gente para habitar ese paisaje. Al principio no se me ocurrió que Jérome Moucherot diera para una serie, pero el personaje me resultó embriagador. Me enganchó la idea de regresar a su universo y descubrir sus posibilidades, su globalidad».
Las historias cortas de la revista “A Suivre” se recopilaron en cuatro tomos y es en el primero de estos: “Los pioneros de la aventura humana” donde se da el debut en álbum de Puchero, con la historia titulada “El tigre de Bengala” que fuera también la primera aparición del personaje. Estas cinco páginas son la génesis de un concepto que, casi diez años después, en 1994, daría el salto a su primer álbum propio.
“Los dientes del tiburón”, la que quizás los más viejos recuerden haber leído serializada en la revista Cimoc, es la primer aventura de largo aliento de Puchero, en la cual un tiburón que habita en la quinta dimensión entre las paredes de su comedor, se lleva a su hijo menor y nuestro héroe no tiene más alternativa que ir a rescatarlo. Todos los elementos que hacen geniales a las aventuras de Puchero están presentes en este álbum: esa especie de costumbrismo lisérgico, con una clara crítica social, pero tan matizado por el absurdo que en muchos casos hasta es difícil captar la sutileza de la mirada de Boucq sobre, principalmente, la clase media que le gusta verse y sentirse de cierta forma, que es la que trata de reflejar Puchero. Ya la segunda mitad del tomo, cambia el tono de manera radical y se transforma en una aventura lisérgica hecha y derecha, con todo el viaje del protagonista por la quinta dimensión y la búsqueda de Luisito. Con muchos momentos brillantes y algunas referencias clarísimas a autores como Peyo o Hergé.
Del dibujo es muy difícil opinar sin caer en los halagos desmedidos, ya que el autor en este momento alcanzó una madurez en su línea que es increíble. Lejos está de sus primeras obras que remitían a autores como Alexis o Marcel Gotlib. Acá ya encontró el equilibrio perfecto entre la figura grotesca y desproporcionada y un detallismo hiper-realista en los fondos y los detalles, lo cual le aporta a la historieta buena parte de su clima tan particular. Con un estilo basado en una línea menos sobrecargada, es probable que no consiguiera el impacto lo visual que produce lo, muchas veces, ridículo de las situaciones y la naturalidad con la que los personajes las enfrentan.
El segundo tomo, publicado en 1998, se titula “¡A por el imprevisto!” . Es un compilado de 13 historias cortas de entre dos y ocho páginas que en su mayoría saliaron con anterioridad en la revista “A Suivre”, algunas están escritas en colaboración con Philippe Delan y Stephane Deleurence. Como toda antología, si bien es con único autor y un solo personaje, la calidad de las historias es irregular, con algunas excelentes y otras más o menos, pero sin perder jamás el surrealismo y el absurdo. Tenemos un cameo del Phantom de Lee Falk, el regreso de Leonardo Da Vinci (¿mencioné que es el vecino de Puchero y quien lo ayuda a entrar en la pared en el tomo anterior?) y un nota destacada para el capítulo del Manga Jutsu. En esta historia corta, el autor aprovecha los recursos narrativos del manga como una técnica de combate, y demuestra que el surrealismo de sus historias puede combinarse con la parte grafica para lograr un efecto que solo es posible en la historieta. Nuevamente estamos ante un aprovechamiento máximo de los recursos del medio para contar, una genialidad que casi justifica por sí sola la compra del libro y que -por suerte- no es la única historia que destaca.
También en 1998 sale “El peligro pata de gallo” una nueva aventura larga de Puchero (con 62 páginas), que nos lleva de vacaciones con su familia en su 4cv, un auto demasiado chico para el grupo familiar de los Puchero con tres hijos y un montón de maletas. Esto no los amedrentara para iniciar un viaje por los cables de alta tensión, tratando de evitar el tráfico camino a su destino vacacional en la playa. Acá el laburo de Boucq con los paisajes es impresionante, y se va al carajo con todo lo que dibuja: las cataratas del Niágara, el Gran Cañón y, por supuesto la habitual jungla. Un despliegue de virtuosismo con el que humilla a más de uno.
Por el lado del guion la lisergia habitual no se queda atrás, y si bien estas historias largas permiten ir más a fondo con ciertas cuestiones, se nota mucho que la comodidad del autor está en los relatos cortos, porque a pesar de la extensión de la historia, se le nota cierta estructura episódica: el tema del auto con el mecánico, el encuentro con los enanos, el juego de las nubes, la separación de Puchero con su familia, etc. Si bien todo se hilvana perfecto, cada una de estas secuencias que menciono tiene su propia lógica interna y funcionarían perfecto por separado. Igual, esto lejos está de ser una crítica a la obra, sino más bien una observación de dónde está el fuerte de Boucq como autor integral y como, a mi forma de ver, rinde más en historias cortas.
(el lunes, la segunda parte)
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